La danza sin apoyos

  

  

  

Réquiem

por un arte sin apoyos

  

  

La crisis lleva la danza a un callejón sin salida, según tres coreógrafos

BEATRIZ PORTINARI

  

Se supone que lo tenían todo para triunfar y así lo hacen, pero los jóvenes coreógrafos sienten que se están quedando sin energías y sin apoyos. No hay dinero para vestuario, a veces ni siquiera para iluminación, sólo encuentran reconocimiento en el extranjero y cada día resulta más difícil que un programador apueste por sus espectáculos. Chevy Muraday (danza contemporánea), Antonio Najarro (danza española) y Dani Pannullo (danza urbana) coinciden en denunciar la precaria situación de la que consideran «hermana pobre de las artes». En las próximas semanas mostrarán sus últimas creaciones en el festival Cartografías de la Danza del Teatro de Madrid, con la esperanza de que el público sí les dé su apoyo.

 

 

  

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    «Trabajo más en el extranjero que aquí», se lamenta Antonio Najarro

    «La situación de la danza va de mal a peor. Recuerdo mis primeras producciones en las que tenía vestuario, escenografías y asistentes que me ayudaban. Ahora sólo tengo recortes y nos planteamos los espectáculos diciendo: ‘Bueno, vamos a hacerlo sin vestuario, sin decorados, sin técnicos de sonido…», explica Chevy Muraday (premio Nacional de Danza 2006) con un hilo de voz y los ojos empañados. Precisamente una de las coreografías que presenta en el festival, titulada Tres son multitud (viernes 20 y sábado 21, a las 22.30), consiste en combinar su irónica danza contemporánea con la música y la iluminación gestionada por los propios bailarines.

    Pero parece que el ahorro de costes no es suficiente para que les contraten. «Nuestros espectáculos no se venden, no apuestan por nosotros. Los programadores se están escudando en la crisis para no ofrecer danza, y eso nos está consumiendo la vida», reivindica Muraday, que a pesar de las dificultades sigue innovando, como muestra su otra coreografía presentada en el festival, Des-hielo de recuerdos (hoy y mañana, a las 20.30), donde los bailarines funden grandes bloques de hielo con sopletes o secadores de pelo para extraer objetos del interior del agua helada.

    Para Antonio Najarro, que presenta en el teatro de Madrid Jazzing flamenco (sábado 21, a las 20.30, y domingo 22, a las 18.00), el fallo del sistema consiste en no educar al espectador o no mostrarle que existen más de cuatro bailarines famosos. «Si el público no sabe diferenciar entre una persona que simplemente zapatea rápido y un espectáculo con cuerpo de baile de gran envergadura, no podemos hacer nada. Desgraciadamente, trabajo mucho más en el extranjero que aquí», advierte Najarro.

    Otro estilo de baile en auge pero poco subvencionado es la llamada danza urbana, cuyo máximo exponente, el bailarín argentino Dani Pannullo, presenta en el festival Little Street Pieces (27 y 28 de febrero, a las 22.30), una mezcla de breakdance, hip-hop y cultura urbana. Pannullo no ha perdido la fe: «Creo que la mala situación no puede durar toda la vida. La danza urbana se está estabilizando como género y sólo nos queda seguir trabajando en ello».

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