HUGO GUTIÉREZ VEGA EN BELLAS ARTES
Hugo Gutiérrez Vega, nacido simultáneamente en Jalisco y Querétaro un 11 de febrero, a estas alturas de su vida, en el poemínimo Viejo preguntón, al mismo tiempo que se describe, nos (d)escribe: He llegado a la edad de las preguntas/ -de niño era muy calladito-/ y ahora nadie puede contestarme. (Georgetown blues y otros poemas, Ed. Gobierno del Estado de Querétaro, Querétaro 1987, 89 pp.).
Corriendo y llegando tarde
A pesar de que sabía que el homenaje a Hugo Gutiérrez Vega por su cumpleaños setenta y cinco iniciaría a las doce en punto del domingo 15 de febrero, arribé media hora tarde al evento, debido a que soy un clásico mexicano, queretano para mayores señas, cuya impuntualidad forma parte de mi idiosincrasia (es decir, soy indio sin gracia), o sea, la viva imagen de la antitesis de la proverbial puntualidad inglesa. No es para menos, porque dicen que los ingleses son exactos en sus citas debido a su neurosis y yo no me quiero parecer a ellos porque admiro la relajada vida de quienes viven en la eterna contemplación de la inmoralidad del cangrejo, esa calmada existencia que sólo puede existir a nivel del mar, en las costas de frutas tropicales.
Aunque el sol de mediodía del domingo 15 era esplendoroso, por la mañana el astro rey tuvo que sobreponerse a la contingencia ambiental (eufemismo que oculta la pavorosa polución que cubre las glorias de la antigua México-Tenochtitlan), situación que, cuando uno anda corriendo, enseguida aparece el sudor.
Por supuesto que con un retraso de media hora de por medio, en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes no cabía un admirador más del fundador de Los Cósmicos de
Carlos Monsiváis, Marco Antonio Campos y Juan Domingo Argüelles acompañaron a Hugo en el homenaje. Por parte de las autoridades sólo estuvo Teresa Franco, directora del INBA porque Sergio Vela, titular del Consejo Nacional para
Gutiérrez Vega estuvo rodeado de todos sus seres queridos, su familia, sus amigos, y el homenaje, también devino en honras fúnebres a su hija Mónica a quien le dedicó un sentido poema que hizo que algunos de los concurrentes discretamente enjugáramos una lágrima. Y es que, Hugo, al igual que Gabriel García Márquez escribe para que lo quieran. El poeta dijo que quien ama la poesía la aprende de memoria, que él lleva consigo la de San Juan de
El que madruga…
Quienes si alcanzaron lugar el la repleta sala de Bellas Artes fueron mis paisanos queretanos que llegaron temprano, así como diversas personalidades que yo sólo conocía por los periódicos y la televisión: Elena Poniatowsca, Juan Gelman, Porfirio Muñoz Ledo, Daniel Jiménez Cacho, Julieta Egurrola, et al. Yo permanecí estoicamente de pie, parado como las garzas, primero sobre una pata y luego sobre la otra.
La neta es que el homenaje estuvo muy chido. Cuando Hugo leyó su Oda a Borola Tacuche de Burrón, fue la apoteosis del evento porque nuestro entrañable poeta fue ovacionado de pie: “Forrada, sí, por lo inmisericorde y por los años de la tripa mala/ maestra en el arte de ir tirando, santa señora del descuajaringue/ buscando la fortuna o, por lo menos, un magro desayuno/ tu vida y tu escenario comunal forma la desazón regocijada/ de la diaria miseria y de su desastrosa escapatoria”.
Días antes del homenaje a Hugo Gutiérrez Vega en Bellas Artes,
Aunque no hay excusa que valga, confieso que llegué tarde al evento porque aquel domingo, por circunstancias que no viene al caso comentar, tuve que tomar el tren suburbano (transporte del primer mundo que atraviesa la miseria de algunos municipios mexiquenses) de Lecherías a Buenavista, subir a una peserda rumbo al metro Revolución y de ahí transbordar a la estación de Bellas Artes, salir corriendo del metro y arribar con la lengua de corbata al máximo recinto cultural de nuestro país y, finalmente subir la escalinata de brillante y negro mármol que da a la sala Manuel M. Ponce, para llegar, como escribe HGV: Corriendo y jadeando,/ el cerebro casi licuado/ se retira y, convertido en sudor,/ brilla pálidamente en los talones. (De Georgetown blues y otros poemas, Ed. Gobierno del Estado de Querétaro, Querétaro 1987, 89 pp.).