El escritor uruguayo presentó en el Palacio de Bellas Artes su libro más reciente
Espejos recupera la diversidad humana despreciada, pero no aniquilada: Galeano
Ericka Montaño Garfias
Bellas Artes. 19 horas con 10 minutos. Eduardo Galeano sube al escenario. 380 personas le aplauden y lo reciben de pie. Él también aplaude y agradece a quienes asistieron a escucharlo a
Afuera de la sala, otras tantas personas siguieron sus palabras a través de pantallas. Fue la presentación de su libro más reciente Espejos: una historia casi universal.
Cual si fuera uno de esos oráculos que en
“Sobre lo primero es muy esperanzador que en tantas partes, en casi toda América Latina, se ha desatado una energía de cambio muy alentadora.” De la guerra contra el narcotráfico dijo: “habría que preguntarse por qué se consume tanta droga, como por ejemplo en Estados Unidos. ¿De dónde viene esa ansiedad, angustia, desesperación que empuja a tanta gente para aniquilarse drogándose? Y preguntarse también quiénes son los grandes abastecedores de drogas: 90 por ciento de la heroína proviene de Afganistán, país ocupado por Estados Unidos”.
Redivivo FMI
A México, Galeano le deseó buena suerte ahora que pidió ese crédito de 40 mil millones de dólares al Fondo Monetario Internacional: “Yo creía que ya habíamos celebrado el entierro del FMI, yo decía menos mal que se murió este hijo de puta y resulta que no”.
Al principio de la charla Galeano, el periodista, el escritor, dedicó este encuentro con sus lectores “al zapatista de Irak, el que arrojó el zapatazo contra Bush y que así encarnó con dignidad y coraje la dignidad de su nación humillada; y a mis amigos Manu Chao y Adolfo Gilly y a todos los que luchan por la libertad de los presos de Atenco, porque la tradición más antigua y entrañable de México es la tradición que nos enseña que la tierra es sagrada y también son sagrados quienes por ella luchan”.
Espejos, dijo, “es de las gentes que hicieron la historia pero que no figuran en ella; también habla de los países que no encuentran en el relato de la historia el lugar que merecen, como Irak (…) Este libro, que quiere dar la palabra a quienes siempre tuvieron algo que decir, pero fueron condenados a vivir y sobrevivir con la boca cerrada, se ocupa en diferentes relatos, por ejemplo, de algunas de las gentes excluidas por la historia oficial; mis amigos de la teología de la liberación se equivocan cuando dicen que son la voz de quienes no tienen voz porque todos tenemos voz. El problema es que a la inmensa mayoría les han cerrado y les siguen cerrando la boca, pero todos podemos decir algo que merece ser escuchado”.