Ángeles González Gamio
En el sur de la ciudad se encuentra la hermosa Plaza de Tlacoquemécatl. Plena de verdor y con una pequeña capilla al centro, seguramente guarda en sus entrañas vestigios de su origen teotihuacano y mexica.
De esta última ocupación conserva el nombre, que originalmente era Tlacoquemecan que en náhuatl quiere decir lugar de los que tienen vestidos.
Durante el virreinato estas tierras formaron parte de pueblos, ranchos y ejidos. Muy preciadas eran en la ciudad de México las flores que se sembraban en esta zona, de donde eran llevadas para su venta en el Portal de las Flores, mediante la calzada de San Agustín de las Cuevas, hoy calzada de Tlalpan.
Al llegar a San Antonio Abad, entonces igual que ahora, pasaban a manos de los introductores y eran llevadas en canoas, junto con las frutas, pulque, textiles y ladrillos, de los que la región era gran productora. Todavía se conserva en el rumbo un vestigio de esa actividad, en el gran orificio que dejó una enorme ladrillera y que ahora ocupa el Parque Hundido.
En 1935 al realizar unas obras en el cercano barrio de Xoco, se descubrió un entierro colectivo que las investigaciones científicas revelaron que fue el resultado de la primera gran epidemia de viruela del siglo XVI, enfermedad traída por los españoles, se dice que por medio de un negro esclavo.
El mal también llamado gran lepra, para diferenciarlo del sarampión, al que nombraban pequeña lepra, asoló la cuenca de México y diezmó brutalmente a la población indígena.
Sobre este tema ahora tan actual, platicamos hace unos días en Radio Educación en una serie de programas que está organizando el gran equipo que por años ha formado el alma de esa destacada radiodifusora pública.
Por cierto, hay preocupación porque la actual directora está realizando una serie de cambios, cancelando series ya aprobadas, modificando horarios injustificadamente, removiendo personas experimentadas y el colmo, hacer que durante dos semanas se enlazaran a RTC para transmitir indicaciones de la influenza, labor que podía realizar perfectamente la propia estación.
En fin, son cuestiones que preocupan al igual que lo que ha estado sucediendo en Canal 11, con problemas similares. Esperamos que no se pretenda socavar a estos medios que se han ganado un primerísimo lugar entre una gran audiencia, por su profesionalismo, calidad y el sentido de identidad que le han sabido imprimir a la programación, que además era entretenida. Ahora el Canal 11, intenta, entre otras, que sea atrevida, difundiendo esa idea con imágenes picarescas de contenido sexual, de las que abundan en la televisión comercial más chabacana y con series extranjeras que se pueden ver en los canales de cable.
Regresemos a algo agradable, la linda Plaza de Tlacoquemécatl con su pequeña capilla del Señor del Buen Despacho, resulta que data del siglo XVII.
De esa primera construcción es poco lo que se conserva; su aspecto recuerda al de personas que fueron bellas y se han hecho tantas cirugías plásticas que hay que imaginarlas. Curiosamente conserva una espadaña, que es un tipo especial de campanario, que consta únicamente de un muro perforado por ventanales en que están alojadas las campanas. Era característico en los primeros templos que se hicieron en México en el siglo XVI.
Una cúpula de media naranja pintada de amarillo brillante, contrasta con la blancura de los muros y un curioso y lindo detalle: en una esquina, en lo alto, cerca de la espadaña ondea una bandera nacional. El interior conserva un hermoso Cristo y algunos estofados de buena factura, posiblemente del siglo XVII.
El verde parque bien cuidado y lleno de vida está rodeado de sitios para comer y cafetines. El más afamado es sin duda Los Chamorros de Tlacoquemécatl, sencillo, pero simpático lugar que ofrece, además del platillo que lo bautiza, innumerables delicias de la cocina mexicana casera que prepara en grandes cazuelas.
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