Relojes de sol en el convento de La Cruz
Becerra y Cervantes en el Patio de Novicios del convento de la Cruz antes el medio día.
Foto. Diario de Querétaro.
Diario de Querétaro
Margarita Ladrón de Guevara
Durante los primeros miles de años de su historia, el ser humano evolucionó sus inventos, con base en cálculos limitados por algunas religiones, para poder medir el tiempo. El paso más importante lo dio Kepler, al descubrir que los cuerpos celestes hacían órbitas elípticas. Con base en esto, Newton definió la Teoría de la Gravitación Universal, que entre otras cosas permite calcular la distancia y velocidad de los cuerpos celestes en la cual giran; esto permite a su vez calcular la duración de los intervalos de tiempos.
En una época en la que los viajes espaciales, la física cuántica, una explicación del universo comprensible para cualquier mortal como la que ofrece Stephen Hawking en «Historia del tiempo» y justo cuatrocientos años después de que Copérnico observara a través de su invento llamado telescopio los satélites de Júpiter, tenemos en Querétaro dos relojes de sol recién habilitados gracias a la curiosidad y compromiso del investigador Hugo Becerra y el artista plástico -y ex alumno de ingeniería- Julio César Cervantes.
Si Cristóbal Colón no hubiera comprobado que la tierra es redonda, los relojes de sol nunca hubieran entrado en los conventos católicos, y por lógica jamás hubieran llegado a la nueva España. Estas conclusiones no son tan obvias si consideramos que la iglesia católica no aceptó las teorías de Copérnico que contradecían a Tolomeo respecto de que es el Sol el que gira en torno a la Tierra y no al revés, como sucede en realidad. La cuestión filosófica sobre el tiempo interno de cada persona y el real, que es el que marcan los relojes -el sentido de puntualidad que cambia en los países y culturas , por ejemplo-, se debe considerar al tomar en cuenta que para tener una lectura completa y real del tiempo, de deben colocar varios relojes de sol en distintos lugares; es decir, que el tiempo es relativo -tal y como lo afirmó Einstein en 1905-: no sólo el astronómico, sino también el que cada ser humano tiene en su memoria.
Todo este conocimiento era necesario en la vida conventual del Querétaro virreinal. Antes de que la Tierra fuera redonda, se construyeron relojes de sol de misa o relojes de horas canónicas, en ellos se indicaban las horas de rezo y se colocaban generalmente en las fachadas meridionales de iglesias o monasterios. Cuando Colón llegó a América y se actualizó, después con Kepler y Newton al mundo y a la Iglesia católica, también llegaron los relojes para regir la vida conventual y cotidiana de las ciudades. Y fue hasta que el gran reloj del convento grande de San Francisco rigiera las actividades de toda la ciudad, que los relojes de sol dentro de los conventos marcaban la vida de novicios, frailes, monjas y demás habitantes de estos sacrosantos lugares.
En el convento de la Cruz existen siete relojes de sol, dos de ellos habilitados por Berrera y compañía; a decir de Cervantes, en el ex convento de Capuchinas -hoy Museo de la Ciudad y de la Restauración de la República- y en el ex Convento de San Agustín, también hay relojes de sol.
Inicialmente, Hugo Becerra investigaba sobre fray Junípero Serra y las misiones que construyó y buscando información en el Convento de la Cruz, se topó con los relojes de sol que hay ubicados en distintas partes del convento.
Ahí empezó toda una investigación para poder habilitar los dos relojes del Patio de los Novicios, y con ayuda de Julio César Cervantes, Juan Gilberto González de Santiago y José Luis Pérez Fuentes, previa autorización y entusiasmo de los frailes, volvieron a instalar desde hace algunas semanas, dos relojes de sol: uno AM y otro PM, colocados en las paredes oriente y poniente de dicho patio. Las investigaciones y cálculos meridionales, geográficos, de altitud, históricos y filosóficos les llevó un par de semanas.
Para entender dónde y cómo colocar un reloj de sol, se debe primero conocer la latitud geográfica, que determina el lugar de la Tierra donde se ubicará el reloj; y la oblicuidad de la eclíptica, que marca el lugar donde se encuentra la Tierra en su movimiento de traslación (con base en los 15º de inclinación que tiene la Tierra sobre el sol).
Los relojes de sol se pueden ubicar en el tiempo alrededor del 1500 antes de Cristo, según Wikipedia, en donde también se explica que «El reloj de sol es un instrumento usado desde tiempos muy remotos con el fin de medir el paso de las horas, minutos y segundos (tiempo). En castellano se le denomina también cuadrante solar. Emplea la sombra arrojada por un gnomon o estilo sobre una superficie con una escala para indicar la posición del Sol en el movimiento diurno. Según la disposición del gnomon y de la forma de la escala se puede medir diferentes tipos de tiempo, siendo el más habitual el tiempo solar aparente. La ciencia encargada de elaborar teorías y reunir conocimiento sobre los relojes de sol se denomina gnomónica».
«Todos los relojes de sol que hay en los ex conventos están lisos» afirma Cervantes «tuvimos que revisar apuntes y manuscritos españoles de los constructores de los relojes de esa época, y desafortunadamente los relojes no estaban completos, sólo funcionaban con el cenit, el medio día solar» y esto hacía «tuve que hacer un Manuel con base en los manuscritos; y muchos registros se perdieron cuando el convento fue cuartel durante el sitio de Querétaro» agrega Becerra. «Varios de los padres misioneros que venían de Palma de Mallorca trajeron manuscritos, y estaban muy al día respecto de los descubrimientos de Copérnico».
Luego de recurrir a la ayuda de sus amigos ingenieros Pérez Fuentes y González de Santiago, pudieron calcular los cuadrantes, altitud, etc. para conocer la inclinación a la que debían estar colocados los dos relojes. «Ya están funcionando» dice Becerra «sólo falta colocarles una base de cantera para que queden más bonitos», y tercia Cervantes «su extensible».