El escritor interminable
Una avalancha de inéditos desmonta tópicos en torno a
Juan Ramón Jiménez
JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS
El País
Igual que Picasso no expuso todos los cuadros que pintó, Juan Ramón Jiménez no publicó todos los libros que escribió. Si el primero marcó la historia del arte del siglo XX, el segundo, igual de torrencial que su paisano, marcó la de la literatura. Hoy quedan pocas dudas. Ya pasó el tiempo en que el premio Nobel de 1956, que murió exiliado en Puerto Rico, era ninguneado en su patria. Para unos no era más que el autor de Platero y yo, el libro en prosa más vendido de la literatura española después del Quijote. Para otros era ese personaje esquinado que Jaime Gil de Biedma retrató con injusticia y vitriolo: «Un malicioso señorito de casino de pueblo de Huelva».
En otoño se publicará sin censurar su libro sobre
Apagados los rescoldos de todas las polémicas que le enfrentaron a sus contemporáneos (Azorín, Ortega, D’Ors; sus discípulos de la generación del 27), queda el poeta, el autor más influyente de la lírica española moderna. Y puede que el más prolífico. A medio siglo de su muerte y apenas cuatro años después de que Espasa Calpe publicara 6.000 páginas con su obra poética en verso y prosa, Juan Ramón Jiménez (1881-1958) sigue produciendo títulos nuevos a un ritmo mayor que el de muchos escritores vivos.
Cuando termine este año, habrán aparecido dos poemarios inéditos, una biografía en imágenes, dos volúmenes de correspondencia, la primera reedición en ocho décadas de sus «cuadernos» y la versión definitiva de su libro sobre
Finalmente, en 2011 aparecerá Vida, la monumental autobiografía a la que el autor de Arias tristes dedicó sus últimos años. Además, Akal puso en las librerías hace unos meses la edición crítica y facsímil de Un dios deseado y deseante (1.240 páginas), uno de sus grandes libros del exilio, y Visor sigue publicando regularmente, uno a uno, los libros del poeta de Moguer. Entre tanto, una legión de filólogos sigue trabajando en la reconstrucción de libros cuyo contenido quedó disperso en dos continentes y cientos de carpetas.
– 130.000 papeles. La naturaleza de su legado explica que Juan Ramón Jiménez siga siendo una mina rica en materiales de primer orden que hace innecesario recurrir, como sucede con muchos escritores muertos, a raspaduras y textos incompletos o primerizos. El Archivo Histórico Nacional de Madrid alberga 30.000 documentos.
A eso hay que añadir que el mismo poeta capaz de hacer
– Un retrato de 800 caras. Tras años de hurgar en ese océano de papeles,
– El primer moderno. De la iconografía del Álbum se ha encargado José Antonio Expósito, que, además, acaba de rescatar La frente pensativa (Linteo), un libro de 1911 con 30 poemas inéditos que adelanta ya el tono meditativo y antirretórico, es decir, moderno, de Diario de un poeta recién casado, la obra que en 1916 revolucionó la poesía española.
El mismo estudioso, y en la misma editorial, publicará en otoño otro inédito, Arte menor, escrito por Juan Ramón hacia 1909 en Moguer. Según Expósito, ese libro «abre el camino a la desnudez y el tono popular» por el que en los años 20 transitarían autores como Lorca o Alberti. El poemario estuvo a punto de editarse en París, pero se quedó en un cajón. Cuando Jiménez volvió a Madrid, en 1913, lo hizo con 23 libros inéditos. Entre ellos, Platero y yo, del que dijo: «Lo escribí a los 24 años y ninguno de sus capítulos me llevó más de diez minutos».
– Revolución editorial. Entre 1923 y 1936, Juan Ramón Jiménez decidió no publicar un solo título. Prefirió consagrarse a corregir sus «borradores silvestres». «Le interesaba más crear que publicar, más la obra que los libros», explica Expósito, que, inagotable, en septiembre publicará, en edición facsímil del sello andaluz Renacimiento, el fruto de esos años de silencio editorial: 1925 (Unidad). Así bautizó el escritor onubense la exquisita serie de cuadernos en los que iba dando a conocer una muestra de su «obra en marcha» en todos los géneros.
Aquella suerte de revista «unipersonal» tiraba 650 ejemplares y costaba una peseta. Su nómina de suscriptores coincide, casi nombre a nombre, con la de la generación del 27, un grupo de autores fascinados tanto por el contenido como por el cuidado que Juan Ramón ponía en la sobria elección de papeles y tipos, una obsesión personal que terminó marcando para siempre la forma de diseñar libros en España.
– Una casa desvalijada. «Económicamente, la guerra nos ha dejado… como a casi todo el que ha tenido vergüenza», escribió Zenobia Camprubí. El apoyo de Juan Ramón Jiménez a
En 1985 se publicó una edición que dejaba fuera algunos materiales, sobre todo los relacionados con el saqueo de la casa madrileña del poeta, exiliado ya, a cargo de tres escritores franquistas que se hicieron pasar por miembros de
– Autobiografía total. «El libro va despacio, es mi testamento, y acaso no se publique hasta que yo muera. Será un libro de unas mil páginas». El libro del que, con su particular ortografía, Juan Ramón le habla a su hermano Eustaquio en una carta de 1941 es Vida, la autobiografía a la que dedicó sus últimas fuerzas. Pre-Textos la publicará en 2011 en edición de María Ángeles Sanz y Mercedes Juliá. «Juan Ramón quiso dejar claro cómo fueron su obra y su vida», cuenta Sanz. «Frente a los que le acusaban de dar la espalda a los problemas del mundo, sobre todo en la guerra, quiso demostrar que nunca se desentendió».
Aire sensual de bandolín
Muslo gris en seda rosa,
seda malva en muslo gris…
¡Oh, blancura de tu carne
bajo el verde del jardín!
Cielo azul en árbol verde,
árbol rosa en cielo azul…
¡Oh, moiré dulce del cielo
en tu vaga juventud!
Árbol verde, cielo dulce,
carne gris y seda y sol…
¡Oh, divina primavera
en mi triste corazón!
(De Arte menor)