VII Muestra Nacional de Joven Dramaturgia, diálogo entre autores y directores a través de su obra
Iluminaciones (0) de Hugo Alfredo Hinojosa.
Foto Demian Chàvez.
Diario de Querétaro.
Víctor Hugo Vázquez
La VII Muestra Nacional de la Joven Dramaturgia, celebrada de 15 al 18 de julio en nuestra ciudad con sede en el Museo de la Ciudad y en el Foro La Fábrica, puso el acento en la libertad creativa que ahora los escritores esperan se desarrolle en los directores, «es muy gratificante que un proceso personal – como lo es una obra teatral- encuentre resonancia en alguien más, es un privilegio» advirtió Noé Morales Muñoz, escritor originario de la Ciudad de México y autor de Hitler en elcorazón, dirigida por Agustín Meza el 17 de julio.
Este mismo ánimo se manifestó en el resto de los dramaturgos invitados a la Muestra, quienes han confesado su mayor desapego por las obras que realizan, «Lo primero que tienes que entender, y en general deben entender los dramaturgos, es que sólo hay de dos: tú entregas el texto y en ese momento, ya olvídate, lo que hagan con él te puede gustar o no gustar, y si no te gusta lo que hacen con él y te pones a gritar y dar de patadas, estás mal, pero cumplió su función el texto en escena, y la otra que tienes es, bueno, por favor tómenlo, hagan lo que sea…», enunció Hugo Alfredo Hinojosa, quien presentó en esta muestra, Iluminaciones (0), primer trabajo en un escenario mexicano del oriundo de Tijuana.
Esta libertad creativa ofrece a los directores grandes retos para montar los escritos, tratando de responder siempre a las exigencias que estos plantean y sobre todo a la ambigüedad, que según se advirtió en esta edición, existe en muchos de los textos propuestos por los jóvenes dramaturgos. Ejemplo de lo anterior es la obra Hitler en el corazón, creación de Morales que careció de acotaciones al margen, descripción de personajes e incluso de especificaciones sobre qué personaje intervenía en cada texto. La obra cuenta tres episodios aparentemenre inconexos, unidos por la vida, obra y muerte de un crack del balompié. «La verdad tenia dudas sobre si en la primer historia se hablaba de un futbolista, o si en la segunda se trataba de comunicadores de televisión, hasta llegué a pensar que Noé – el autor – vendría a reclamarme la mala interpretación de su texto…» aseguró Agustín Meza. La adaptación de Meza le valió el reconocimiento del público, quien tras conocer la carencia de acotaciones aplaudió la interpretación, descrita por algunos espectadores de desconcertante e interesante.
Pero el desafío propuesto a los directores no siempre termina como en final de cuento de hadas, pues quien humildemente aceptó un error en montaje, fue el también dramaturgo Guillermo Heras, quien dirigió la lectura de Mingus en Cuernavaca de Enzo Cormann. El error que detectó el español, no fue en la propuesta que llevó acabo en el Museo de la Ciudad para este encuentro, sino en una puesta previa de esta misma historia, la cual la llevó al escenario en forma de monologo, «pero me di cuenta que la obra no funcionaba sin los personajes femeninos presentes, de carne y hueso, no resultaba el mismo impacto que ahora creo que se logró».
El dejar de acotar o describir situaciones que parecen elementales, no responde a un descuido de los creadores, sino a una intencional propuesta para que las obras tomen vida propia, incluso, parece que es el efecto «sorpresa» o el re-descubrir o sólo descubrir su propia creación, la condición que ha perfilado a los escritores a dejar de poner paréntesis, «Siempre estoy muy conciente de eso (dejar de acotar) es que me interesa encontrarme con la voz de los directores, diseñadores, actores… para revelar cosas, incluso a mi mismo, la experiencia siempre ha sido gratificante, y he tenido suerte, incluso con los directores que me han tocado, porque a pesar de que por ejemplo con Agustín no hubo comunicación, han sido cosas muy generosas, me he topado con gente, que mas allá de que hagan un buen o un pésimo montaje, por supuesto todo es relativo, me siento muy tocado, porque me revelan cosas, hay cosas en el texto que uno no ve, que no alcanza a notar hasta verlas montadas», dice Heras.
A romper paradigmas
«Un escritor siempre imagina su obra en escena», una frase recurrente entre los dramaturgos, quienes confiesan que a pesar de pretender alejarse de su escrito una vez que lo entregan para su montaje, también la mente comienza a trabajar para ponerle imagen a la creación, «Me gusta el asunto de contar historias, y sí, piensas un poco de cómo quedará en el escenario, pero no puedo intervenir en eso, no me gusta.» manifiesta Gibran Portela, un incipiente escritor capitalino que vio en el teatro una forma de liberar sus inquietudes por escribir, aun cuando su formación es como guionista cinematográfico. Autor de la obra Alaska, que se estrenó el 16 de julio bajo la dirección del local José Luis Álvarez Hidalgo y que recibió fuertes críticas.
De igual forma, un texto bien narrado no necesita de tantas instrucciones ni acotaciones, según refirió Hinojosa, quien explicó que él y Alfonso Barrera, director que montó la pieza del norteño, lograron conectarse en muchos sentidos, sin haber comunicación directa, «…sin que nos conoceríamos el director y yo, él cayó en muchas cosas, en efecto, cuando yo creé la escena del tren, pensé en el vagón de Madrid (el famoso atentado del 11 de marzo 2004) pero eso hace años y en el texto en un ningún momento está acotado, y él lo hace, cosa que me pareció muy interesante…» Ante esta situación, Hugo ha decidido romper el paradigma en la forma de escribir, «Ahora lo que estoy haciendo es simplemente pensar en el texto como si fueras a ponerlo en un espacio negro.»
Esta disposición, incluso, puede terminar en la modificación de obras que aun no se consideran terminadas, es el llamado working progress, «yo no se por qué seguir usando palabras en ingles – crítica Alejandro Ricaño, autor de Más pequeños que el Guggenheim- pero bueno, estos proyectos escénicos se ven atractivos y deciden montarlos para, viendo el trabajo arriba, juzgar si están listos o requieren modificaciones, entonces la Muestra es como un peldaño más para que la obra llegue a la escena.» Tal como sucedió con el trabajo propuesto por Ricaño, quien dirigió su propia obra y que tuvo quizá la mejor respuesta del auditorio, aún cuando el autor confesó que se había presentado sin toda la producción proyectada.
Con características similares se montó La Maquinota, obra original de Ignacio Padilla, dirigida por el queretano Uriel Bravo, quien consideró a la muestra como una oportunidad para medir la calidad del trabajo escrito, «Es una buena manera de palpar los alcances que puede tener un trabajo dramatúrgico, que inclusive puede aportar, como ha ocurrido en algunas ediciones anteriores de la Muestra, decisiones fundamentales para que el dramaturgo termine su obra.»
Dime que cuentas y te diré quien eres
La escritura siempre está rodeada, al igual que toda creación humana, por un espacio-tiempo determinado, que influye en gran medida en el humor y proceso personal de los autores. Las preocupaciones y conflictos que embargan a cada individuo, se reflejan también en los ámbitos profesionales y artísticos, tal como se advirtió en cada una de las obras, «…pasa el tiempo – en referencia al transcurso de concepción de la obra y el momento del montaje – también tiene que ver mucho eso, ya no estoy yo en ese momento, y es verte a ti en el pasado, por qué llegaste a escribir lo que escribiste, y es como evocar un proceso personal…» apunta el joven finalista del Premio Nacional de Dramaturgia Joven Gerardo Mancebo 2008, Noé Morales.
Estas revelaciones que los artistas descubren al ver sus trabajos en escena, responde frecuentemente a preocupaciones que repiten bajo nombres, personajes y circunstancias distintas, pero siempre en torno a tópicos específicos.
La manipulación mediática, «más allá de eso, es ver cómo estas herramientas que acercan a la gente, en realidad las alejan» son las preocupaciones que inspiran la pluma de Morales. Por su parte, el dramaturgo veracruzano Ricaño, mantiene el tema del teatro dentro de sus propias obras, pero el detonador, como él mismo puntualiza, siempre es otro, «mi tema recurrente es la estupidez, la estupidez como la detonadora de accidentes que generan un drama. No como error, sino como constante, regularmente mis personajes son muy tontos, para bien o para mal…»
Más pequeños que el Guggenheim trata de dos amigos que regresan de españa y dejan de verse por diez años para no recordar algunos detalles del viaje; se reúnen para hacer una obra de teatro contratando a dos actores no actores. Cuando todo parece haber salido mal, hay un rayo de esperanza. Estos personajes que parecen «pequeños», también fascinan a Portela, quien prefiere a los llamados freaks como vehículos de sus historias, «son como personajes incomprendidos que terminan por hacer grandes cosas.»
Pero en la muestra no todo fue risas y denuncia, de hecho, prevalecieron los temas crudos: la violencia, la guerra, el miedo y la desesperanza fueron los principales protagonistas de los escritos, «yo crecí en el norte, muy difícilmente, tú viviendo allá, no tienes relación con la guerra, mis abuelos son veteranos de la Segunda Guerra Mundial, tengo primos que fueron a Irak, tengo sobrinos hijos de veteranos de Vietnam, son temas que están ahí, no son temas de que me ponga utópico y que empiece hablar, lo vives de una manera indirecta o directa.» dijo Hinojosa, cuya obra Iluminaciones (0) se encargó de poner fin a la VII Muestra de Joven Dramaturgia.
De vivencias difíciles también se nutre la obra Luis Arbesú, quien con la creación de Las ultimas…, hizo un ejercicio introspectivo, «El conflicto que vivo y el conflicto que me pasa (me sirven de inspiración) cuando confronto la realidad, y sin embargo, la realidad, que no es lo que espero, pues me enriquece cuando tengo una cierta apertura a lo que me da o no me da y me quita o me devuelve, más que nada porque yo padecí algunas pérdidas que eventualmente confronté y empecé a preguntarme ¿por qué esto me duele tanto?»
Este oscuro panorama fue también reproducido en las obras, Job de Enrique Olmos de Ita y Mingus en Cuernavaca de Enzo Cormann. Cabe señalar que Job permaneció en brevísima temporada en el Museo de la Ciudad y hoy es la última función a las 19 horas.
Un espacio que tambalea
La Muestra Nacional de Joven Dramaturgia ha sido por siete años escaparate de generaciones de nuevos escritores que ahora presumen un nombre en el ámbito cultural nacional e internacional, como Luis Santillán, Alejandro Román o Adrián Vázquez, por mencionar algunos, sin embargo, este proyecto se encuentra en un proceso que, muchos esperan, sólo sea de transformación con la culminación de la actual administración del Instituto Queretano para la Cultura y las Artes, principal promotor de este proyecto, el cual aun esta presidido por Manuel Naredo, pero será en octubre próximo que renueve su dirigencia.
Con este cambio, los organizadores pronostican una vertiginosa permutación de la Muestra, pero otros tantos, más pesimitas, vaticinan la culminación del proyecto. Fue Fernando de Ita, uno de los organizadores del encuentro, quien expresó su preocupación, «Con el cambio de autoridades al frente de este Instituto (de Cultura) peligra la posibilidad de que una nueva edición de la Muestra se lleve acabo, pues este más que un esfuerzo de instituciones, a pesar de que Naredo representaba a una institución, fue un esfuerzo de personas…»
Otro de los organizadores, el dramaturgo Luis Enrique Gutiérrez Ortiz Monasterio (Legom), parecía contrariarse ante la situación, pues mientras aseguraba que él creía que este era un fin definitivo para el proyecto, también aseveró que no se darían por vencidos en la lucha por continuar la Muestra en Querétaro, «Nos vamos contentos, no es una sensación de ¡qué lastima que ya no va a ver Muestra!, no, nos queda una sensación de que enseñamos a abrir espacios a una nueva generación, cambiamos los esquemas de presentación de los trabajos a nivel nacional y lo que pasó es que presentamos a una generación que ya recibió estas ventajas de la apertura hacia las nuevas voces, entonces creo que logramos una apertura importante en cuanto a las voces, mostramos poéticas muy diferentes, siempre con cierta polémica, porque tal vez las propuestas eran muy radicales o muy convencionales, pero siempre apostamos por la diversidad y por lo regional.»
Los dramaturgos también externaron su preocupación e impresiones sobre tal noticia, pues son ellos lo más beneficiados de este tipo de encuentros, «Yo creo que es una gran vitrina para los nuevos dramaturgos – afirma Hugo Hinojosa- lo que hizo Legom en su momento es muy bueno, un parteaguas porque no existe una Muestra con estas características; creo que sí hay como una manera muy especial de escoger los textos, un poco más rígida y eso enriquece al teatro nacional.»
Alejandro Ricaño, por su parte, aplaude la retroalimentación que existe en estos encuentros, pues es una forma de consolidar a la comunidad dramatúrgica de México, «Es un encuentro de análisis, hay un intercambio, se crea una red nacional de dramaturgos, de pronto están saliendo otros autores más jóvenes…» asimismo, el escritor originario de Xalapa, ha visto frecuentemente oportunidades en cada una de las Muestras, «…esta vez nos salieron invitaciones de ir a Tijuana, a Aguascalientes y por ahí hay chance de colarnos a España.»
Esta séptima edición de la Muestra terminó con buen sabor de boca por la calidad presentada en los trabajos y sus montajes, sin embargo, el ánimo se vio ensombrecido por un posible final. Las declaraciones de Manuel Naredo, fueron menos aventuradas, afirmando que en cuanto supiera quien sería su relevo, presentaría una recomendación especial para que este proyecto continúe.