En esta mañana del 25 de agosto
El Abandono Social
En este mi cumpleaños
José Félix Zavala
No me contéis más cuentos,
que vengo de muy lejos
y sé todos los cuentos.
No me contéis más cuentos.
Contad
y recontadme este sueño.
Romped,
rompedme los espejos.
Deshacedme los estanques,
los lazos,
los anillos,
los cercos,
las redes,
las trampas
y todos los caminos paralelos.
Que no quiero,
,
que no quiero que me arrullen con cuentos,
Que no quiero,
,
Que no quiero que me sellen la boca y los ojos con cuentos,
que no quiero,
que no quiero que me entierren con cuentos,
Quiero verme en el viento,
Soy gusano que sueña… y sueño
verme un día volando en el viento.
Leon Felipe
El abandono social es una realidad, y su consecuencia es la ausencia del reconocimiento que todos los seres humanos necesitan para desarrollarse satisfactoriamente.
El reconocimiento social de todos sus miembros es y debe ser el pilar del crecimiento de una colectividad.
El abandono social priva de las capacidades de aprendizaje que facilitan las relaciones interpersonales y condiciona las trayectorias de los individuos.
El abandono social también conforma la realidad de grupos tradicionalmente invisibles como:
Los desempleados de larga duración, los jóvenes en riesgo, las personas con discapacidad, los ancianos, las minorías, etc, sin olvidar a colectivos históricamente discriminados por género o condición sexual.
La invisibilidad social es una situación que afecta a los que, persiguiendo la integración, topan con la apatía y la relegación de una colectividad que no les considera.
Si a todo ello, añadimos un cúmulo de exigencias convencionales, inasumibles por la ignorancia, fruto de desatenciones enquistadas en un sistema poco generoso e inclinado por naturaleza a justificar realidades excluyentes, no puede sorprendernos la utilización de la fuerza, en lugar de la razón, pues las personas privadas de espacio, de palabra, de opciones participativas, pierden la capacidad de tomar decisiones, de resolver conflictos racionalmente.
En muchas ocasiones, las causas no son las condiciones personales o formativas, sino la coyuntura que dificulta el acercamiento de unos con otros.
Cómo “la magia” que despliega la protagonista de “Bagdad Café”, posiblemente ha llegado el momento de aceptar guías en un proceso delicado de concientización, de la necesidad de eliminar la zona árida que separa los extremos, porque el rechazo se percibe y el esfuerzo carece de sentido, la norma desaparece y surge en escena la anomia, la falta de valores, de realidades satisfactorias y de sentimientos positivos.
Subestimar al otro en pro de privilegios individuales, la acumulación de derechos, que compartidos, se nos antojan inútiles, provoca la desnudez del prójimo.
Y cuando estalla el conflicto, ante situaciones que demandan urgentes cambios, el grupo que goza de autoridad ejemplarizante percibe la amenaza del cambio demandado, a través de la expresión de una sintomatología llamada inseguridad.
El comportamiento sintomático del colectivo discorde contribuye a totalizar sobre él la tensión, focalizando soluciones sobre el síntoma dejando aparte las realidades que provocan el abandono social.
La violencia hacia otros o hacia si mismo es una respuesta accidental, una tentativa de solución, generalmente acciones ejemplarizantes que no hacen sino extender el desierto.
No olvidemos que la inteligencia social va asociada a la capacidad para aprender de los errores colectivos. Si el aprendizaje colectivo produce saberes, no podemos permitirnos el lujo del abandono social de nadie, en pro de la razón individual.
EL EDUCADOR SOCIAL