Una Civilización Negada
José Félix Zavala
Los pueblos indios de esta patria nuestra, de esta América nuestra, de Mesoamérica más propiamente dicho, han tenido que sufrir y padecer por más de 500 años, el que Occidente y más específicamente Europa, no admita su pasado glorioso, aportador y sobre todo útil a la humanidad.
La escisión profunda de la sociedad mexicana, dice Guillermo Bonfil Batalla, que expresa la confrontación no resuelta de dos civilizaciones, es el resultado de un proceso histórico que rebasa los 500 años. Por lo que quiero estimular con esta reflexión una manera diferente de leer el problema de los pueblos indios y entender como hemos llegado a donde estamos.
Tristes e ignorantes son las palabras del filósofo Federico Hegel cuando dice: “América ha estado separada del campo del que hasta hoy se ha desarrollado la historia”, y el dicho común de pensadores superficiales que reconocen como un sector primitivo del género humano a quienes han forjado la cultura americana desde hace 3000 años.
Por fortuna son cada día más eruditos, arqueólogos, lingüistas e investigadores sociales, que van descubriendo ese largo pasado del hombre americano y más específicamente del que habitara y habita en Mesoamérica.
América es fuente confiable para los historiadores: por la existencia de su escritura, que demuestra su expresión bien lograda de comunicación, ilustrada en códices y estelas que están en estudios rigurosos para poder ser debidamente interpretadas, ya que el barbarismo europeo no permitió su lectura a tiempo.
Es también fuente para la historia cuando los arqueólogos inquieren en el paleolítico, en el mesolítico y en el neolítico americano; cuando se encuentran con el hombre de Tepexpan, con una antigüedad de más de 8000 años; hallazgos en el sudeste de Tamaulipas y en Coxcatlán, Puebla, donde aparecen los primeros vestigios del milagro mesoamericano, que es el maíz, criatura de esta cultura y cultura misma de estos pueblos desde hace 6000 años.
No es posible ignorar el inicio de sus comunidades estables, el desarrollo de sus formas de producción, los alcances de su urbanismo, sus formas de gobierno, la creación de sus imperios, de sus estructuras sociales, de su comercio, de su religión, las formas de expansión, entre otros muchos aspectos de su desarrollo.
Desde hace 3000 años, existe Mesoamérica como una civilización a la par de la India, China, Egipto o Europa. Lo prueban los hallazgos de la Venta, Tres Zapotes, San Lorenzo al sur de Veracruz y el norte de Tabasco, con sus grandes esculturas de Basalto, el preciosismo de su cerámica, los centros ceremoniales, la distribución del trabajo, donde ya se encontraban desde los guerreros y agricultores hasta artesanos, artistas y científicos, en una comunidad que administra sus excedentes, logra producir un calendario, una escritura y la agricultura pródiga.
Desde el Altiplano, al Pacífico, Oaxaca, Centroamérica; desde Teotihuacan, Monte Albán y Tikal; los teotihuacanos, zapotecos, mayas, van creando arduamente un proyecto civilizatorio, que Europa niega y permanece intentando truncarlo, pero la humanidad necesita reconocer, por que le es indispensable, esta cultura y así entenderse así misma, y como consecuencia ya no tener como fósiles vivientes y condenados a la extinción a los habitantes mesoamericanos que aún existen después de 500 años, en un medio donde no se les reconoce presente, ni mucho menos futuro.
Debe recordarse que el hombre americano habita estas tierras desde hace 30000 años que de ellos surge una gran civilización, resultado de la cultura del maíz a la que se añade el chile, el frijol, la calabaza y la alegría, como dieta básica.
Como ejemplo de su originiladad cultural baste conocer su concepción admirable de urbanismo que se da en Teotihuacan, con sus residencias, escuelas, almacenes, espacios abiertos, calzadas, plazas, murales, esculturas, bajorrelieves, cerámica y más, pero sobre todo su propia concepción del mundo muy distinta a la cultura Occidental, -la cual pretende ser la medida de la cultura en el mundo-, son 3000 años de su proceso civilizatorio mesoamericano que prueba su eficacia y originalidad.
Recordemos el arte de las inscripciones zapotecas, de la medida del tiempo con los mixtecos, el uso de las matemáticas con los mayas, los códices donde han quedado tanto su historia, como sus conocimientos y filosofía, lo mismo que su espiritualidad y su literatura convertida en poemas.
Desde los colonizadores hasta nosotros se ha venido ignorando la mirada profunda del indio para ver y entender esta tierra, la que tiene nombrada lugar por lugar, y sabe y sabía lo que en ella existe.
El hombre del viejo mundo y sus seguidores desconocen la experiencia y memoria del hombre americano de todos los tiempos, no quieren ver el México actual, el resultado de un proyecto milenario truncado y cuya huella profunda no ha sido posible borrar en los últimos 500 años.
Esta presencia milenaria de los habitantes originales de América, produjo una civilización de origen común, resultado de un proceso único, que da unidad básica más allá de particularidades y por tanto es una herencia de cientos de generaciones sucesivas que trabajaron, soñaron y pensaron durante milenios y que nosotros tercamente nos empeñamos en no ver.
De Cholula, Xochialco, Tajín, y Tula, viene la visión mexicana del mundo; de los náhuatl viene la lengua franca, de los Tlamamines, sus códices y el conocimiento.
Se practicó una agricultura de alto rendimiento, con empleo de mano de obra reducida, se aprovecharon los lagos de la cuenca de México para construir chinampas, cuyo cultivo es de muy alta productividad, se dieron grandes obras para impedir el paso de agua salada a los mantos de agua dulce, los lagos sirvieron de vías de comunicación que permitieron el transporte de personas y mercancías entre muchas localidades, en las laderas de los cerros se acondicionaron terrazas, canales de riego, nichos ecológicos, etc. Dando una economía rentable y una relación con la naturaleza tal que se podía convivir con ella sin riesgos.
Esta mesoamérica desde el río Pánuco, pasando por el río Lerma, hasta Montagua, el Golfo de Nicoya y el lago de Nicaragua, es producto de un proyecto común que debe ser continuado.
Por todo este territorio se encuentra el quehacer humano, prácticamente no existía la tierra virgen, por todo este territorio se encuentran el quehacer humano, prácticamente no existía la tierra virgen cuando se dio la conquista. En todas partes hay desde imponentes ruinas hasta modestos montículos, canales de riego en desuso, trazo de terrazas en laderas empinadas, obras hidráulicas de gran magnitud, cuevas tepalcates, obsidiana, figurillas dispersas por todos los rincones del territorio nacional, como prueba de este proyecto aparentemente truncado, pero en espera de una reivindicación de la humanidad en deuda con la civilización que le ha aportado mucho y se le ha reconocido poco.
Los templos cayeron hechos polvo y cenizas, los ídolos fueron destrozados y los libros sagrados consumidos por las llamas, pero los antiguos dioses no han dejado de vivir en el corazón de los indígenas y su presencia se hace sentir aún hoy en día.
Esos dioses derribados fueron los que prepararon el camino al cristianismo y va como ejemplo los ritos sincréticos de Amecameca, Chalma, Cholula, Atotonilco y tantísimos lugares más en todo el territorio mesoamericano.
Desde los primeros misioneros que rescataron lo que pudieron de la primera civilización encontrada, hasta nuestros días, se sigue tratando de dar unidad a ese conocimiento humano negado por Occidente y tratado de destruir por los conquistadores.
Señalo como vigente, aunque con variantes, la religiosidad mesoamericana y su recreación. Estaba lejos de ser sencilla su concepción religiosa, como no lo eran los adornos de sus dioses, la pompa de sus ritos, vigentes aún en nuestras festividades, hasta el pensamiento complicadísimo que ocurría en las mentes de los que asistían y asisten a ellas. El principio de la dualidad, de los opuestos, de su panteón compuesto por 126 dioses dividido en 14 conjuntos, el concepto de los cuatro puntos cardinales y el significado de los colores rojo, azul, blanco y negro, la idea de las Eras: jaguar, fuego, agua y sol; El mito de la creación del universo y del hombre, entre muchos otros conceptos que hacen original sus concepciones religiosas. La idea rectilínea del tiempo expresada en el calendario del sol, donde en el centro aparece éste, flanqueado por dos garras de tigre que aprisionan corazones humanos, siguiendo los signos de las edades anteriores a la solar, mas los signos de los 18 meses y 20 días, con del que computo se llega hasta el infinito en la historia, hacia delante y en una cuenta regresiva. Su respeto y convivencia con las fuerzas de la naturaleza, lluvia, fuego, astros, sol, vegetación, animales. Su concepto del otro yo o nahuatl. La veneración a sus dioses culturales como Quetzalcoatl, lo mismo que la idea de Tollán o Tamochanchán, la morada celestial y el Mictlán, de donde procede el arraigado culto a los antepasados. Todos estos conceptos de una u otra forma los vive la sociedad mexicana en la época actual sin dar crédito en forma explícita a sus creadores, por no parecer ignorante y el temor de la cultura occidental. La predominancia de la cultura indígena en las capas mayoritarias de la población y su presencia aunque sea restringida en las otras capas sociales, indica que el mestizaje no ha ocurrido como pensamos, y que no existe una democracia racial como quisieran suponer muchos. Hay quienes piensan que se han desindianizado, que los pueblos indígenas son solo muestra de etnias en extinción, sin tomar en cuenta que somos parte de ellos y estamos lejos, pero muy lejos de una desindianización, a pesar de aparentar ocultar nuestro rostro y nuestra cultura mesoamericana con matices de mestizaje aparente. Llamamos indios a grupos muy determinados, pretendemos poner en camino del fin a una civilización a la que damos a diario vida y recreación a pesar de nosotros mismos. La cultura nuestra abarca elementos muy diversos, objetos, y bienes, territorio y recursos, de tal suerte que todo lo que hemos adaptado para nuestra vida tiene en su gran mayoría un origen indígena, que va desde gestos, miradas y actitudes, hasta formas de organización social, alimentación y más. El maíz invadió el país poco a poco hasta llenarlo todo, y este cultivo fue adaptado a diferentes climas y alturas: en la tierra húmeda, en los valles del Altiplano, el semidesierto, las tierras calizas de Yucatán, selvas y bosques. Todo el paisaje transformado para la adaptación del producto básico. Mientras tanto los pueblos mesoamericanos actuales caminan vejados por esos mismos territorios y se refugian en las montañas o lugares inhóspitos, manteniéndose unidos bajo lo que llamamos «La tradición» «La costumbre» «Lo autóctono». Su acervo de conocimientos, de experiencia acumulada y sistematizada durante siglos ahí está consistente con su manera de ver el mundo y la naturaleza. Es una cultura viva que nos negamos permanentemente a reconocer, a revalorizar, a sentirnos orgullosos de ella y de ellos, pero sobre todo a continuarla. Toda la geografía mesoamericana tiene nombre desde antes de la llegada de los españoles: montañas, valles, ríos, lugares, etc. Demostrando la pertenencia que tienen los indios sobre este territorio y lo mantienen de alguna forma vivo y significante. V. Gr. Cuernavaca, Querétaro, Cholula, Texcoco, San Luis Potosí, Guanajuato, etc. Los mexicanos mantenemos a veces muy a nuestro pesar rasgos semánticos y genéticos mesoamericanos muy claros, que gritan nuestra ascendencia y prueban la superioridad en el mestizaje frente a Europa y África. Es importante no permanecer indiferentes; ante la negación de nuestro proyecto civilizatorio porque esta vigente en toda nuestra vida, en toda nuestra historia, en nuestra arqueología, en nuestras costumbres, en nuestros modos de pensar. De tal suerte que sin avergonzarnos nos apropiemos de lo que nos sirva de otros proyectos civiliza torios y continuemos el nuestro que ha sabido sobrevivir a la opresión, la imposición, y la negación, pero sobre todo tiene un gran futuro. «Este nuevo mundo tiene su forma de ser» le dijo Hernán Cortés al rey de España, en sus cartas de relación, mientras que el soldado cronista Bernal Días del Castillo narró admirado canto vio, y los primeros misioneros atraparon en códices y libros todo cuanto vieron, aunque el final de estos rescates no siempre fue feliz. Los ejemplos más sobresalientes que conocemos: Fray Andrés de Olmos, que estuvo por mucho tiempo en la Huasteca, recogió los testimonios de los Huehuetlatolli de México, Texcoco y Tlaxcala, compilados en su obra «Los memoriales»; Fray Toribio de Benavente-Motolinía- apoyado por los Tlacuilos. Escribió su obra «Historia de los indios de la Nueva España«; el Dominico Fray Diego de Duran hizo lo suyo con sus libros de fiestas, ritos y ceremonias. Es notable el trabajo enciclopédico de Fray Bernardino de Sahagún, que con estudiantes indígenas del colegio de Tlaltelolco, como escribanos en lengua nahuatl; como informantes de primera mano, con maestros del Calmecatl, códices, etc., redactó su “historia general de las cosas de la Nueva España”, donde descubre desde la visión indígena, los rasgos formales y específicos de la cultura nahuatl, lo mismo que sus maneras de pensar y sus normas de conducta. Aunque la obra de Sahagún esta aún dispersa y en estudio se sabe que sus intentos de enciclopedista y etnógrafo, lo mismo que sus tres intentos de investigación en Tepepulco, Texcoco, y México, se desprendieron sus doce libros y una cantidad de códices considerables. Ese 10% de la población que llamamos indígenas con sus 56 lenguas, son solo la base de una pirámide cultural que la mayoría de los mexicanos recreamos de una u otra forma. Los campesinos que no se aceptan a sí mismos como indios, mantienen las formas de cultivo y organización como grupos que aceptan si se como tales. Mantienen la milpa clásica donde se intercala con el maíz, la siembra del frijol, chile y calabaza. El instrumental y la mentalidad de la unidad entre lo social y lo económico no es otra cosa que la cultura de autosuficiencia creada por los mesoamericanos y que da además de la seguridad alimenticia, capacitación, organización para el trabajo en la familia y en la comunidad, lo mismo que el intercambio de bienes y servicios en un concepto de tiempo cíclico. Es importante tener presente como parte de la cultura mesoamericana, algunos conceptos de dominación que se contraponen a la cultura de occidente y que explican el comportamiento de los Mesoamericanos frente al invasor. Los imperios mesoamericanos no buscaron nunca imponer al vencido la religión del vencedor, ni se perseguían los cultos locales, ni se negaba la existencia de los dioses correspondientes, no había intento de imponer la lengua a los vencedores, ni implicaba la negación de su propia cultura. Mientras que los conquistadores europeos asumieron que su religión y fe eran las verdaderas y presumieron superioridad en todas las demás cosas respecto a los mesoamericanos, trastocando su pensamiento sobre los derechos de conquista, conocidos hasta entonces. Negaron los europeos de entrada al otro, al indio y su proyecto civiliza torio, diciéndole que es lo correcto y que es lo incorrecto. Después cada nación mesoamericana fue despreciada y se vieron a todos los habitantes de cada nación existente en ese momento, en tierras americanas, como a uno solo y desde entonces se les llamo despectivamente indios, sin identificación, ni particularidades, destruyendo la organización social, sus dirigentes, sus sacerdotes, sus sabios, y por supuesto sus jefes militares. Se les sometió al tributo, al trabajo obligatorio, a la delimitación de tierras, al reacomodo de la población, a la organización comunal, al uso de indumentaria, y a deberes religiosos extraños entre muchas otras cosas, dejando solamente para ellos la función de enriquecer al conquistador. La conquista é invasión de los indios fue y sigue siendo sangrienta, brutal, violenta. La capacidad de mantenerlos vivos solo era con el propósito de exterminarlos poco a poco y están como ejemplos la persecución por idolatría, trabajos forzados y epidemias. Los religiosos que defendieron a los indios fueron pocos, y aquí recordamos a Domingo de Betanzos, con su tesis de la racionalidad de los indios, a Bartolomé de las Casas con su argumentación sobre los derechos de conquista y evangelización, y desde España a Francisco de Vitoria desde su Cátedra Prima en la Universidad de Salamanca. Estas posiciones se fueron debilitando al paso de los años cuando las órdenes religiosas fueron encontrando acomodo dentro del orden colonial y se dedicaron a defender sus propios intereses y privilegios. Por otro lado las epidemias, la esclavitud y las reducciones fueron armas precisas para matar a los indios por millones. La obsesión de la iglesia por salvar las almas de los nativos fue terrible para la sobre vivencia de ellos, lo mismo que la construcción de suntuosas iglesias y conventos. Más terrible recordar los métodos de control para asegurar el paso de diezmos. El trabajo, y la vigilancia de la conducta, y si a esto añadimos la inquisición se puede aquilatar la carga que sobre esta civilización pesó desde el inicio de la conquista y que perdura hasta la fecha. Los conquistadores nunca supieron o quisieron saber que no actuaban en sociedades inocentes o ingenuas sino en sociedades formalmente establecidas. Los indios buscaron acomodo en sus nuevas circunstancias y se apegaron a su nueva religiosidad apropiándose de algunos conceptos similares a los suyos existentes en el cristianismo para mantener su unidad comunal, El Altepetl, hasta la fecha en sus comunidades o en los barrios de las ciudades. El indio fue tratado como enemigo cuando se revelaba, como esclavo cuando era explotado e ignorado cuando se les obligaba por la ley a respetarlo. Es necesario repensar nuestra historia y darnos cuenta que mientras no aceptemos que somos un pueblo mayoritariamente indígena y heredero de un proceso civiliza torio original, milenario y aportador a la humanidad no estaremos dentro de un México real y no imaginario. Y mientras nos apegamos a una cultura que no es la nuestra y que nunca podremos asumir estamos perdidos dentro del mundo por falta de reconocernos en él en forma particular. Los pueblos indios que aún persisten en sus zonas de refugio deben ser nuestra guía para evitar la pugna inútil de dos civilizaciones y darle continuidad a la nuestra ya que es recuperable. Es necesario también darnos cuenta de la resistencia pasiva que los indios han dado a la nueva e impositiva civilización Occidental, mediante el no cambiar costumbres y de no innovarse, sino se tiene la apropiación de lo que se necesita para el cambio, por eso es explicable el apego a sus prácticas tradicionales, el rechazo al cambio, a la práctica del sincretismo religioso y al empeño para conservar sus lenguas nativas. Son muchas las limitaciones de las posibilidades de desarrollo de la cultura mesoamericana por la negación sistemática a este proyecto civiliza torio, por parte de occidente, que busca su aniquilamiento. Recordemos que cuando los indios dan una resistencia armada no común en ellos en los últimos 500 años se debe al maltrato, a la usurpación de sus tierras, a la obligatoriedad de trabajos forzados y a una mayor carga de tributos. Tengamos en cuenta que nuestros antepasados tuvieron en su tiempo sus tlamamines y los siguen conservando en sus ancianos, también tuvieron sus escuelas para la guerra, para la ciencia y para las bellas artes y la siguen conservando en condiciones muy adversas para poder sobrevivir y que no podemos dejar morir a un pueblo, nuestro pueblo, que lleva en esta América nuestra, 30,000 años de existencia y donde solo de nuestros antepasados conocemos los últimos tres mil.