¡Porrúa!
Ángeles González Gamio
Así, con vigorosa contundencia, suele contestar el teléfono el librero-editor Miguel Ángel Porrúa. Heredero de una tradición que se remonta a fines del siglo XIX, cuando llegaron a México procedentes de Asturias tres emprendedores hermanos de apellido Porrúa, que se iniciaron con un pequeño local en la calle de San Pedro y San Pablo, ahora calle del Carmen.
Colocaron en la puerta un letrero que decía compramos bibliotecas”, por el que llegaron a adquirir varias de las mejores bibliotecas, entre otras la de Lucas Alamán y la de Vicente Riva Palacio, y el amor por los libros.
Ello los llevó a iniciar, en 1900, la labor que los hizo convertirse en una de las editoriales más importantes de nuestro país y de muchas naciones de lengua española.
La familia fue creciendo y diversas generaciones ingresaron en la empresa que resultó insuficiente para dar cabida a todos, lo que en 1978 llevó al joven Miguel Ángel a la aventura de iniciar su propio negocio, que recientemente cumplió 30 años de exitosa labor, no siempre fácil, pero con enorme tesón ha logrado crear una magnífica editorial y una de las librerías más gratificantes de la ciudad, que ocupa una bella casona situada en la calle de Amargura 4, en el corazón del viejo San Ángel. La pasión por los libros lo ha convertido en un destacado bibliófilo que en su enorme y hermosa biblioteca decorada con obras de arte, custodia textos notables que incluyen varios incunables. Amigo generoso comparte el disfrute de estos tesoros, y la visita suele culminar con una espléndida cena en su gran comedor con vista a la ciudad.
Recientemente asistimos al edificio de
Antes del sorteo comimos, como era de esperase, en el cercano Mesón Puerto Chico, situado en
Aquí nos encontramos a Cibeles Henestrosa, hija del entrañable don Andrés, quien nos recordó lo que escribió su padre sobre Miguel Ángel Porrúa: “lleva en sus venas sangre de imprenta y en su mente creadora un río caudaloso de ideas renovadoras. Si hubiera que definirle habría que destacarse que es un librero institucional, de los muy pocos que sobreviven en México y en el mundo, en esa mezcla cautivadora de sabiduría y artesanía, de memoria y humildad”.
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