Tres libros sobre
la reforma protestante
Carlos Martínez García
La Jornada
Estamos en octubre, mes de la Reforma. En México (al igual que en América Latina) las llamadas iglesias protestantes históricas, por lo menos las que tienen conciencia de lo sucedido el 31 de este mes, de 1517, en la capilla del castillo de Wittemberg (fijación de sus 95 Tesis, por parte de Martín Lutero), organizan algunas actividades para conmemorar el hecho.
Patrick Collinson, en La Reforma (Editorial Debate, 2004), da cuenta de la gesta de Lutero, las reacciones de Roma, el enfrentamiento entre el teólogo germano y el poder papal. También describe las grandes líneas de lo realizado por Juan Calvino y sus seguidores. Además no pierde de vista los esfuerzos reformadores de Zwinglio en Zurich ni las particularidades de cómo surge la Iglesia anglicana por un encadenamiento de intrincados sucesos en Inglaterra. Tiene la agudeza de reseñar en el capítulo “Los caminos de la Reforma”, otras veredas divergentes de las rutas marcadas por los reformadores más conocidos.
Según se desprende de lo anterior, el objeto de su estudio son las reformas, en plural, por lo cual el lector atento debiera quedarse con una imagen más enriquecedora que la tradicional de un solo hombre enfrentado en el siglo XVI al aparato eclesiástico/político asentado en Roma.
De Jean Baubérot, quien por cierto está en nuestro país para participar en el coloquio internacional, organizado por la UNAM y El Colegio de México, Las leyes de Reforma y el Estado laico: importancia histórica y validez contemporánea, la pequeña Maica Libreros Editores publicó, a principios de 2008, Historia del protestantismo. La obra es de divulgación, por lo que con fluidez se ocupa de los más significativos momentos históricos que han forjado al cristianismo protestante. Baubérot da cuenta en la pequeña obra cómo el movimiento de Reforma “se transforma progresivamente en protestantismo, el acontecimiento en institución, la ruptura en organización, la protesta en poderes, la herejía en nueva ortodoxia”.
Ante los intentos reduccionistas que conceptualizan la Reforma protestante como un enfrenamiento entre elites teológicas, por un lado los distintos reformadores y por el otro la cúpula católico romana, Baubérot subraya que el movimiento iniciado por Lutero tenía tras de sí apoyos populares. Los principios redescubiertos por Lutero, y otros personajes de la(s) Reforma(s) inquietaban de tal manera que, nos dice Baubérot, en 1605 el historiador católico Florimond Reamond sentencia: “Incluso aquellos que sólo habían manejado la carreta y arado la tierra se convirtieron, repentinamente, en excelentes teólogos”, y continúa, no sin ironía: “Los campesinos más rudos y los más embrutecidos se convirtieron en escolares, bachilleres y doctores”.
Después de ocuparse de la tríada que caracteriza la gesta de Lutero (sólo Dios, sólo la gracia y sólo la Escritura), el autor delinea a otros integrantes de la gran familia protestante del siglo XVI; les llama otros protestantismos: el de Suiza con Zwinglio, el de Ginebra con Calvino y el “protestantismo atemperado” que se desarrolla en Inglaterra.
En el siguiente capítulo (“La modernidad protestante”) nos lleva a considerar una pregunta: “¿En qué medida el protestantismo trajo la modernidad?” Sin fijar una relación unívoca y mecánica entre aquella y esta última, sí enuncia a la Reforma protestante como un factor importante, provocador, en la construcción de nuevos valores e instituciones en Occidente. Ejemplifica su propuesta con los casos de la revolución puritana en Inglaterra y lo que llama la América inglesa.
El tercer libro, Los grandes principios del protestantismo, autoría de André Gounelle, ha sido publicado por Editorial Cajica. De inicio Gounelle confiesa que su conocimiento es situado, no esconde su pertenencia confesional y epistemológica, dice: “No lo oculto: estoy orgulloso y feliz de ser protestante. Me encuentro profundamente ligado a la historia, al espíritu y a los principios del protestantismo”. Con enjundia, pasión, conocimiento y capacidad didáctica los principios protestantes son explicados por Gounelle. Es así que el capitulado de la obra se divide en las siguientes temáticas: la protesta protestante, la Biblia, la salvación gratuita, la Iglesia, el culto, predicación y cena del Señor, retos actuales. Tal vez de la tríada de obras brevemente comentadas aquí, sea la de Gunelle la que contribuya más a proveer a los lectores poco avezados en el tema de la Reforma protestante una visión panorámica de las reivindicaciones que fundamentaron el movimiento en el siglo XVI y conforman el ethos actual del protestantismo.
Como resultado histórico de la Contrarreforma, México y el conjunto de los países latinoamericanos comparten ciertos moldes culturales originados en los siglos de la Colonia española. No hay que olvidar el hecho histórico de que mientras Europa se convulsionaba por los efectos de la Reforma protestante, lo que hoy es México era incorporado a la globalización de entonces por España, fuerza política y militar que apostó decididamente por el conservadurismo católico. Cuando hoy continuamente leemos y escuchamos eso de “la Iglesia en manos de Lutero”, como sinónimo de caer en manos de un ser rapaz, tal vez ayudaría a disminuir el uso del dicho contrarreformista conocer en qué consistió la rebelión de ese personaje.