Tradicional templo de Nuestra Señora del Carmen
El Sol de Hidalgo
Edith Hernández
A diferencia de otros templos descritos en este espacio, el de hoy, en particular, puede decirse que es «de reciente adquisición».
La capilla pachuqueña de Nuestra Señora del Carmen, mejor conocida como El Carmelito, según nuestro documento de referencia, el Catálogo de Construcciones Religiosas, editado por la Secretaría de Hacienda, fue propiedad de José Guadalupe Lechuga, quien lo vendió en 1906 a Carlos F. Landero, y éste, según escritura de 22 de abril de 1907, donó el local al doctor José Mora.
Dedicado siempre al servicio público del culto, el 7 de junio de 1929 se formuló información «ad perpetuam» para acreditar los derechos de la nación sobe el inmueble, inscrito el testimonio respectivo en el Registro Público de la Propiedad en Pachuca, Hidalgo, el 5 de julio de 1930.
En ese entonces se llevaron a cabo obras generales de reparación, tras las cuales han ocurrido ya varios cambios.
Ubicada en el callejón de Barreteros, con vista al oriente, la puerta de la capilla, de forma apuntada, está encuadrada entre dos columnas que se llaman fustes estriados, pues tienen estrías en todo lo largo.
A los lados de la punta de la entrada (enjutas) se abre un vano con forma de trébol.
Más arriba, una ventana que tiempo atrás daba al coro hoy en día ya no existe.
Corona la fachada un pretil con un campanario pequeño formado por dos pilares, alberga dos campanas con las inscripciones «Sagrado Corazón de Jesús. 16 de julio de 1920».
«Nuestra Señora del Carmen – Ruega por nosotros – julio 16 de 1920».
La fachada es lisa y a su izquierda, al lado de la puerta, hay una ventana con arco apuntado con reja de hierro y vidrieras sobre la cual hay otra pequeña, cuadrangular y enrejada.
La puerta principal tiene también una escalinata limitada por un barandal de hierro.
Por la derecha se extiende la fachada hasta la esquina con la calle de Romero.
La calle Segunda de Romero, por la cual se llega desde la calle Vicente Guerrero hacia «El Carmelito», presenta ya pésimo estado en el adoquinado, además de que numerosos automovilistas llegan ahí de paso o para quedarse estacionados.
La fachada del templo que hoy describimos queda cubierta y afea la vista la maraña de cables que pasan al frente de la edificación.
El lugar fue adaptándose al tiempo, por lo que, tras el paso de los años 30, la construcción ha pasado varias modernizaciones que son más evidentes dentro del templo, pero de ello hablaremos en otra ocasión.