Con voz, melodía y ritmo Malena Durán destiló las palabras del poeta
Convertido en canto, derraman
el universo poético de Sabines
Arturo Jiménez
Convertida en canto, la poesía de Jaime Sabines se derramó en el teatro de Santo Domingo para colmar el gozo y el deslumbramiento de más de un centenar de colonos, quienes arribaron a ese espacio para disfrutar el concierto de Malena Durán, en el que interpretó las 14 canciones de su nuevo disco La primera lluvia del año, más un par de piezas de su anterior grabación, Ya es tiempo.
Esa noche de viernes, con el teatro lleno, quizá el único teatro de un barrio popular, “de y para los colonos”, como suelen decir ellos, la cantante destiló desde el principio cada una de las palabras del poeta, para aquietar los rostros y cuerpos del público, agitar sus corazones y adueñarse de su atención, como con Horal.
“El mar se mide por olas,/el cielo por alas,/ nosotros por lágrimas.// El aire descansa en las hojas,/ el agua en los ojos,/ nosotros en nada.// Parece que sales y soles,/ nosotros y nada…”
Y con esa fuerza interpretativa, la cantante y sus excelentes músicos no sólo recreaban con voz, melodías y ritmos (sones montunos, danzones y boleros, por ejemplo) los rotundos y entrañables universos poéticos de Sabines, sino que ella también leía fragmentos previos a cada canción, como el de Me encanta Dios:
“Me encanta Dios. Es un viejo magnífico que no se toma en serio. A él le gusta jugar y juega, y a veces se le pasa la mano y nos rompe una pierna o nos aplasta definitivamente. Pero esto sucede porque es un poco cegatón y bastante torpe con las manos.”
Pero, ¿qué hacía ahí esa bella mujer, entallada en un vestido rojo aflamencado y encaramada en ese escenario de una colonia popular del sur de la megalópolis? Ella recurrió a Mario Benedetti para explicarlo:
“Cantamos porque llueve sobre el surco/ y somos militantes de la vida/ y porque no podemos ni queremos/ dejar que la canción se haga ceniza.”
Sucede que la poesía de Sabines y el canto de Durán esa noche no estuvieron ajenos a la observación y hasta la crítica de la realidad mexicana, por ejemplo, con la pieza Tlatelolco 68:
“Habría que lavar no sólo el piso: la memoria./ Habría que quitarles los ojos a los que vimos,/ asesinar también a los deudos,/ que nadie llore, que no haya más testigos./ Pero la sangre echa raíces/ y crece como un árbol en el tiempo.”
Al terminar la canción, Malena dijo con voz suave, pero firme: “2 de octubre no se olvida. San Salvador Atenco no se olvida”. Y habría que recordar que algunos días antes la intérprete participó en un festival solidario en esa población mexiquense.
Malena no sólo cantó y leyó, sino que también bailó, llamó a los presentes a hacer coros, jugueteó un rato con ellos y entró en comunión con esos “atentos y respetuosos” colonos, en su mayoría hombres y mujeres adultos, además de algunos jóvenes y dos que tres escuincles latosos que nunca faltan en los espectáculos que organiza el Centro de Artes y Oficios Escuelita Emiliano Zapata, al que pertenece el teatro de Santo Domingo.
Al final, ante la insistencia del público, Durán interpretó otras dos canciones, éstas de su primer disco, Ya es tiempo: Gea, de David Haro, y Tu ausencia, de Milton Muñoz, quien esa noche ya había abierto el concierto de Malena con su grupo jaranero Citadino Son.
La intérprete mexiquense también pidió aplausos para sus músicos, de hecho una agrupación de jazz por su versatilidad y cualidades sonoras: Gerardo Bátiz, director musical y pianista; Angel Chacón, guitarrista; Paty Piñón, percusiones; Juan Cristóbal Pérez Grobet, bajo.
Luego de la bienvenida hecha por el coordinador general de