Los Mixes: Un intento de conocerlos

Etnohistoria de Los Mixes:  

         

Las primeras fuentes históricas que se refieren a la región mixe son del siglo XVI.  

Hernán Cortés en sus Cartas de Relación, se refería a los mixes como una raza dura y feroz que se opuso a la conquista; el cura dominico fray Bernardo de Santa María escribió en 1577 la Relación de Nexapa como parte de las Relaciones Geográficas y en ella narra que los mixes vivían en los “cerros airosos” hasta que fueron obligados a vivir en “lo llano y bajo, en república para que tuviesen que vivir en doctrina y policía”  

En el documento agrega que los mixes vivían organizados en una especie de clan mediante un linaje que descendía hasta el cuarto grado; el jefe del clan era el pariente mayor del primer grado y se conocía como nimuchoo, que según Acuña corresponde al tequitato o mandón que tenía a su cargo el tributo o el tequio a los macehuales.   

Diego Durán, nacido en Sevilla y criado en Texcoco publicó en 1581 la Historia de las Indias de Nueva España e Islas de Tierra Firme. El capítulo LVI es resultado de dos años de estancia en la zona mixe a partir de 1561 y en él trata la relación entre los mixes y los mexicas. Es probable que Durán obtuviera la información de la colonia náhuatl instalada en el barrio de Analco de Villa Alta, que fue la que ayudó a Cortés en su intento de someter a los mixes. Otro dominico Agustín Dávila Padilla también escribió sobre los mixes a finales del siglo XVI y su fuente de información fue las versiones de los sacerdotes dominicos instalados en Villa Alta y en su obra da detalles minuciosos de la geografía del territorio mixe.  

En el siglo XVII Francisco de Burgoa, nacido en Oaxaca y quien visitó casi todas las regiones del estado, fue el autor de la fuente de información más importante para Oaxaca. Escribió su Palestra Historial (1670) y Geográfica Descripción (1674). En esta última se encuentra el siguiente texto: “Y he estado en el convento e iglesia de Alotepec (…) en lo último de la jurisdicción de Totontepec, en la ladera de la montaña de Zempoaltépetl, arrimado a un peñasco tan alto que es admiración  en cuya cima se reúnen gran concurso de aves y pájaros para defenderse de las fieras. Para salir de aquel pueblo, los religiosos tienen que trepar, como cabras, por las peñas crespas y erizadas que hay al borde de un precipicio de quinientos metros de profundo a lo largo de un cuarto de legua.  

Después se entra en unos pantanos entre piedras que rasgan las uñas de las bestias; luego se bajan dos leguas  de montañas con tan peligrosos barriales que yendo yo por ahí con nuestro padre maestro Fray Juan de Noval, dimos ambos caídas resbalando (…) y con este trabajo bajamos más de tres leguas valiéndonos de los bordones  hasta llegar a un río caudaloso y lleno de piedras que llaman tumbafrailes, por los muchos religiosos que se han caído y ahogado en él. Y pasado este río, atravesamos otros dos peligrosísimos un par de leguas más adelante antes de subir a la montaña de Quetzaltepec, donde está el primer pueblo de aquella cordillera”. P.217.  

          Sin embargo, parece que las fuentes más ricas sobre la región mixe son del siglo XVIII. Los obispos de Oaxaca Angel Maldonado en 1712 y Miguel Anselmo Alvarez en 1772 (Libro de Cordilleras), insistieron sobre la necesidad de enseñar el idioma español a los mixes durante la visita que realizó a esa zona el obispo en 1782. En 1733 el dominico oaxaqueño Agustín de Quintana publica un Confesionario en lengua mixe, que es un ejemplo emblemático de las luchas en contra de la religión autóctona que aún persisitía y en él se describen las tácticas que empleaban los representantes de la iglesia católica en Oaxaca para extirpar lo que consideraba formas de manifestación religiosa basadas en la idolatría. 

          En 1830 el francés Luis Nicolás Guillemaud vivió en la zona mixe  durante once meses radicando en el pueblo de Acatlán Durante su estancia recabó información acerca de las costumbres y vida de los mixes, información que dejó en un manuscrito y a él se le debe la primera noticia de que los mixes son originarios del Perú. 

          En 1859 el sacerdote francés Charles Etienne Brasseur en un viaje auspiciado por el Ministerio de Educación de Napoleón III se internó en la parte baja de la mixe.  

          El último libro sobre la religión mixe a finales del siglo XIX fue escrito por el arzobispo de Oaxaca de aquella época Eulogio Guillow. En él, las descripciones detalladas son un testimonio del vigor de la religión mixe después de tres siglos de presión y represión ideológicas por parte de la iglesia católica. Sus narraciones confirman los elementos habituales  de los rituales, las ocasiones para realizarlos y las cuevas como lugares privilegiados donde tienen lugar dichos ritos.  

          Gustavo Torres Cisneros citando a Kuroda señala que después de la colonia, la región mixe quedó encerrada sobre sí misma y a finales del siglo XIX la región fue prácticamente abandonada por los dominicos, quienes habían entrado en decadencia un siglo antes. Durante la Independencia y La Reforma hubieron algunas incursiones, pero sin mayor trascendencia.  

          Los mixes se consideran a sí mismos un pueblo libre debido a que no fueron nunca conquistados militarmente. En palabras de José Antonio Gay, “todos se estrellaron contra la firme resistencia de los mixes” por lo que al parecer los mixes no fueron sometidos por las armas  de los conquistadores, las incursiones provenientes la mayor parte de veces de Villa Alta nunca tuvieron éxito.  

          El referente fundamental de identidad  entre los ayuuk es la lengua. Se puede compartir con ellos el vestido, la música, las formas de goce festivo o la vocación comunal, pero la auto distinción primordial es la lengua.  

          La pertenencia  a alguna comunidad es un referente básico, concibiendo a la comunidad  como un territorio en el que se establecen relaciones entre familias  y fuerzas sobrenaturales. En cada comunidad, el tipo de pronunciación, de vestido, de alimentación, la forma de las casas, etcétera, conforman el referente particular distintivo frente a otras comunidades ayuuk.  

          Los mixes saben que pertenecen a un territorio común, marcado por puntos a través de los cuales se relacionan con lo sobrenatural; estos puntos geográficos  ceremoniales están presididos por Ee’px yukm o li’px yöökm, que es el Zempoaltepetl (“cerro de los veinte centros sagrados o de las veinte divinidades”). Esta idea no está reñida con la pertenencia a cada comunidad y su delimitación territorial. Cada comunidad  tiene señalados los límites de su territorio mediante elementos  tales como piedras, ríos, manantiales, montañas; algunos de ellos son también lugares de culto.  

          No se han encontrado vestigios de ningún tipo de escritura prehispánica mixe, ni monumental (jeroglífica) ni en códices (ideográfica ni fonética). En el período colonial los dominicos elaboraron confesionarios y «artes» de la lengua mixe, con grafías latinas. Recientemente, los lingüistas ayuuk han avanzado en la creación de alfabetos de su lengua y en la producción de materiales educativos impresos. Estos esfuerzos se han dado tanto en las partes Alta y Media (CINAJUJI y la ASAM) como en la Baja (Centro Cultural Mixe de la Unión de Comunidades Indígenas de la Zona Norte del Istmo, UCIZONI, en Guichicovi).  

          Los mixes han padecido la dominación de caciques y líderes, algunos de ellos violentos y otros pacíficos.  

Los peores caciques han sido mixes, pero también han habido caciques mestizos grandes y pequeños en todo el territorio, existiendo mayor violencia en la parte Baja, debido a la fertilidad de sus terrenos.  

La dominación se ha ejercido a partir del poder impuesto mediante las armas o a través del comercio y el acaparamiento del café.

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