PARA NO OLVIDAR (II DE III)
Hugo Gutierrez Vega
Con cuánta razón nuestro amigo el Pino califica el movimiento de estudiantil y popular. Estos fueron sus dos signos de identidad. Frente a ellos se erguían, amenazantes e implacables, el régimen autoritario, los poderes fácticos, la que llamaron con justicia “prensa vendida” (como excepción deslumbrante apareció el cartón en negro de Abel Quesada y su angustiosa pregunta), una televisión al servicio de la oligarquía y un conjunto de viejos de espíritu que vieron en el movimiento la presencia de fuerzas oscuras y la conspiración en la que Lenin, Bakunin, Fidel Castro y todos los revolucionarios que en el mundo han sido tomaban parte, alentaban y, hasta en algunos casos, apoyaban económicamente. Y pensar que los muchachos hacían uso de los mimeógrafos cuaternarios y reciclaban mantas con leyendas de protesta.
El Pino nos recuerda los seis puntos del pliego petitorio. Son éstos, sin la menor duda, un ejemplo de sensatez y de equilibrio intelectual y emocional. Nos recuerda, además, que un locutor amigo dedicaba a los muchachos presos en Lecumberri, todas las noches, la canción “Born free.” Este acto simbólico nos recuerda que esos muchachos buscaron, con su acción y con su sacrificio, revivir una libertad conculcada por años y años de superchería, de trampa, falsificaciones, astutas apariencias y violencias aplicadas cuando la componenda no funcionaba. La guerra sucia que antecedió al movimiento del ’68 es buen ejemplo de la violencia selectiva usada por el Estado –o, mejor dicho, por el sistema– con espeluznante habilidad y con crueldad fría y siniestramente calculada .
Quiero dedicar un breve párrafo a los movimientos y acontecimientos que antecedieron al estallido del ’68. En primer lugar, la guerra sucia a la que ya me he referido (no quiero dejar pasar estas palabras sin recordar a mi amigo y, en algunos aspectos compañero, Víctor Rico Galán). Viene después el movimiento ferrocarrilero encabezado por dos grandes de nuestros esfuerzos liberadores, Demetrio Vallejo y Valentín Campa. Junto con ellos debemos recordar a los ferrocarrileros muertos, presos y represaliados por los golpes militares y policíacos que una madrugada gris ocuparon todas las sedes sindicales y dieron el tiro de gracia a un movimiento que buscaba la libertad y la autenticidad de la vida sindical. Recuerdo, además, el golpe de la derecha ganadera a
(Continuará)