Josefa y nuestras mujeres patriotas
Diario de Querétaro
Francisco Núñez
Desde la llegada de los Borbones a España en 1700, sólo españoles podían detentar los más altos puestos administrativos de primer nivel, tanto en la península como en las colonias, como sigue sucediendo en algunas entidades de nuestro país. Esta situación prevaleció en todos los dominios. La cantidad de sangre española que corría por las venas era determinante para ser considerado dentro de los rangos y posición social de ese entonces, especialmente en las colonias. El árbol genealógico era el factor esencial del trato que se recibía. De ahí surgieron las castas, y eran inscritos en los registros parroquiales, como control y en el padrón de tributos. En aquellos tiempos, había leyes que les prohibían, vivir en los pueblos de indígenas, ejercer cargos públicos o ascender a maestro de algún gremio. A las mujeres, si eran parte de las castas -como es el caso de las descendientes de los negros-, se les prohibía usar joyas de oro, sedas o mantos.
En los albores del Siglo XVIII, el Siglo de las Luces o de la Ilustración, de la mano de Rousseau, Voltaire o Montesqieu, nuestras gentes, desafiaron a la autoridad, haciendo de la razón una de las armas para acabar con las tinieblas de la ignorancia, la esclavitud, las desigualdades y sobre todo con la pobreza. Los pensadores ilustrados estaban a favor de la libertad y de la igualdad ante la ley de Dios y de los hombres y en contra de los privilegios de los reyes, los nobles y de la iglesia. Coinciden en América, en estos años la celebración de estos movimientos libertarios. Los criollos (hijos de españoles nacidos en México o la Nueva España) eran ciudadanos de segunda. Esas diferencias y discriminación crearon un descontento muy fuerte, pues no aceptaban a los gachupines (españoles nacidos en la península) y las ideas de libertad y emancipación de España empezaron a tener fuertes acometidas, sobre todo cuando llega a México la noticia de la renuncia de los reyes de España, a favor de Napoleón Bonaparte. Tanto los criollos como los españoles, se negaron a reconocerlo, con el pretexto de guardarle el poder a Fernando VII. Francisco Primo de Verdad y Ramos, un criollo renombrado del ayuntamiento, fue un artífice y antecesor del movimiento independentista, buscando un cambio profundo en contra del poder del virreinato, y murió en esta gesta, luego de ser tomado preso por luchar por la independencia y la libertad.
A partir de estos inicios y balbuceos, serán las mujeres quienes realizarán aportaciones de sobrada importancia destacándose entre ellas, nuestra Corregidora, doña Josefa Ortiz de Domínguez, Leona Vicario y la Güera Rodríguez en la ciudad de México y mi paisana Gertrudis Bocanegra en Pátzcuaro, Michoacán, al lado de innumerables mexicanas, patriotas que ofrendaron sus vidas alrededor de esta gesta, como las pioneras de la emancipación de la mujer y sobre todo de la lucha y rechazo de «la violencia en contra de la mujer» que en estos días ha sido motivo de encuentros y disertaciones en nuestro país. Otras mujeres como: Mariana Rodríguez del Toro, Manuela Medina, La Capitana, María Fermina Rivera, María Herrera, María Tomasa Estévez, Luisa Martínez, quien antes de ser fusilada, al preguntársele sobre su obstinación dijo: «Tengo derecho a hacer cuanto pueda a favor de mi Patria, porque soy mexicana». Figuran entre otras mujeres: María Petra Teruel de Velasco, Ana García, las hermanas Gonzáles de Pénjamo, las hermanas Moreno y hasta una francesa llamada La Mar, quien se unió al movimiento libertario. Déjeme recalcar, para nuestra memoria histórica, lo que dijo la mujer llamada «La Generala» ante don José María Morelos, quien intentando consolarla por la muerte de uno de sus parientes remarcó: «No vengo a llorar, no vengo a lamentar la muerte de este hombre: sé que cumplió con su deber; vengo a traer cuatro hijos; tres pueden servir como soldados y el otro, que está chico, será tambor y remplazará al muerto».
Imaginemos ahora el significado de «Las Tertulias» reuniones, muchas veces, organizadas por las mujeres y veamos a Doña Josefa, ante Aldama, Allende, a Joaquín Arias (a la postre, el traidor que los denunció y motivó se adelantara el levantamiento, previsto para el 1° de octubre de 1810), el Dr. Cos, Emeterio y Epigmenio González, a Ignacio Pérez, a doña Gertrudis Bocanegra, correo de los insurgentes en Michoacán, al poeta Daniel Telles, al Lic. Altamirano, al capitán Lanzagorta, además de Luisa Martínez, y Ricarda Rosales, entre otros más, comentando los acontecimientos y preparativos para la insurrección.
Las tertulias, generalmente literarias y de carácter cultural y artístico, fueron los pretextos para la socialización y reunión bajo diferentes móviles y tópicos y en este caso eran los ilustrados, quienes se reunían para buscar esa emancipación, curiosamente bajo la égida de esta valiente mujer; la Corregidora. La Revolución francesa y la norteamericana fueron factores que desencadenaron estas emancipaciones.
Don Miguel Domínguez, el Corregidor, esposo de Josefa, formaba parte de este grupo y siendo parte del virreinato, realizó una estupenda obra en Querétaro, con acciones de repercusión social muy importantes lo cual el granjeó, simpatías de la sociedad, buscó «poner fin a los abusos del ayuntamiento».
Hubo conspiraciones en la ciudad de México, en Michoacán y en Guanajuato, principalmente, pero vale la pena destacar que tanto en la ciudad de México como en Querétaro y Michoacán, fueron las mujeres, quienes con el pretexto de las tertulias, organizaban reuniones para poner en marcha la insurrección. Ese papel lo desarrollarán: Leona Vicario e Ignacia, la Güera Rodríguez, afrontando con gran valor toda suerte de riesgos y al ser descubiertas otras conspiraciones la concentración última se gestará en Querétaro, a la que Gertrudis Bocanegra se suma, dejando en Doña Josefa, los vínculos y la concentración definitoria del levantamiento.
Los esfuerzos para reunir armas, y organizar a los insurgentes siempre fueron realizados por muchas mujeres, de ahí ese símbolo y esa trascendencia como uno de los símbolos de la mujer en América. Baste saber que el Santo Oficio y los inquisidores, de la mano de la iglesia, condenaron con la excomunión, a cuanto simpatizante comulgara con estas ideas libertarias y de independencia. Afrontarlas e ir en contra del poder, era una de las afrentas más complejas y en especial entre las mujeres, quienes estaban sometidas y sumisas a determinadas labores y funciones. La Güera Rodríguez cuando es descubierta y llevada ante la Inquisición, con gran desparpajo, les inquiere a sus detractores que revelará sus fechorías y andanzas, ocasionando que el arzobispo virrey, don Francisco Xavier de Lizana Y Beaumont, la destierre a Querétaro, no sin antes dejar regados varios datos de sus detractores. Fue amiga íntima de Alexander von Humboldt y de Simón Bolívar. El libro: Ensayo político sobre el reino de la Nueva España, fue el resultado de Humboldt, recopilando todas suerte de datos e información, llevándole incluso a Beethoven, varias melodías mexicanas, entre otras, el jarabe tapatío y un son michoacano que se encuentran en sus cuartetos de cuerda y en el scherzo de la 7ª sinfonía.
La conspiración de Valladolid fue descubierta en 1809; Gertrudis Bocanegra realizaba las reuniones que comandaba el militar José Mariano Michelena. Las conspiraciones se habían extendido a: Pátzcuaro, Zitácuaro, Celaya, San Miguel el Grande, Querétaro y Guanajuato. A partir de ahí, Querétaro será el centro de toda conspiración.
Es importante señalar que la mayor parte de las etnias buscaban ir en contra de los alcaldes, encomenderos, hacendados e intendentes quienes las oprimían, explotaban y tenían en la miseria; eran sus esclavos y los despojaban de sus tierras -como sucede hasta la fecha-; era el móvil esencial que las sumó al de los criollos, que querían el poder, sin España de por medio.
Josefa al ser descubierta y traicionada por Joaquín Arias, es llevada presa el mismo día del grito de independencia en Dolores, Hidalgo, no sin antes haber enviado a Ignacio Pérez con el mensaje de que habían sido delatados. Al ser trasladada a la ciudad de México, iba embarazada y se rehusó a recibir alimentos de sus captores. Lograda ya la Independencia no aceptó ser dama de honor de la esposa de Agustín de Iturbide, ni recibir recompensa alguna por considerar que solamente había cumplido con su deber de ciudadana y patriota.
¿Qué celebramos o conmemoramos, si no hemos logrado ni la libertad ni la independencia, ni la democracia y hoy somos presa de otro imperio, que nos quitó en el siglo XIX, la mitad de nuestro territorio, bajo la venia del Congreso y del gobierno en turno? ¿Hemos logrado erradicar la pobreza, la marginación y la desigualdad y se respetan los derechos humanos?
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