Ex Convento de San Miguel Arcángel de Ixmiquilpan
Poca luz recibe el interior del templo advocado a San Miguel, adjunto al ex convento de los frailes agustinos.
Foto: El Sol de Hidalgo.
El Sol de Hidalgo
Edith Hernández
Ya inmersa en la confianza de contarles los viajes que hacemos para escribir sobre Hidalgo en este espacio, puedo decir que mi mejor virtud no es la orientación, más bien el olfato y el gusto ubican a mi estómago.
Así, de los viajes anteriores puedo decirles que perseguíamos las gordas rellenas de guisado y las enchiladas de canasta que se venden en las calles de Huichapan, aunque nos faltaron las carnitas.
En Real del Monte, claro, pastes, pan y unos esquites de pulque… ¡uff!
Al Carmelito de Pachuca salimos más fácil, desde el área de comida del mercado Barreteros, luego de un almuerzo de tortas de asado con el descarado desquite de una ensalada de zanahoria con crema y pasas.
En Ixmiquilpan, cuando visitamos la Diana, dije a Carlos Enrique: «Enfila al centro por La Huasteca, en la esquina hay un puesto de garnachas».
Para mis adentros pensé que, además de las garnachas, debía hacer una escala en el mercado para comprar unos chiles rayados.
Parecidos al chipotle, en pocos lugares hay ese tipo de chiles, de los buenos, de los que pican. Uno de esos lugares es Ixmiquilpan, lugar en el que muchos dicen que poco hay, municipio casa de la auténtica Diana Cazadora y también del muy peleado Ex Convento de San Miguel Arcángel.
Lo de muy peleado por aquello de que hace varios años quedó en manos de pobladores del municipio que buscaban hacer «mejoras» a la construcción, cosa que el Instituto Nacional de Antropología e Historia en Hidalgo no podía permitir por diversas legislaciones a favor de la conservación del patrimonio cultural.
Sobre el hecho, no pudimos conocer la versión del padre, quien estaba ausente del templo cuando acudimos a buscarlo, pero la historia bien serviría para un «continuará».
En tanto, describiremos en esta y en algunas intervenciones siguientes, una de las construcciones más majestuosas del estado, la correspondiente a la parroquia y ex convento agustino de San Miguel.
Los primeros misioneros de la orden llegaron en 1548 y, hacia 1550, según Juan de Grijalva, se fundó el convento de la Orden de San Agustín.
Este antiguo cronista da a conocer que el padre Fray Andrés de Mata «fue gran ministro de lo otomites, hombre de gran ejemplo y virtud… Edificó el P. Mata los dos insignes conventos de Actupan y Itzmiquilpan, que solo esto merecía ser eterna su fama».
La construcción, correspondiente a la segunda mitad del siglo 16, está hecha de sólida mampostería, tezontle y cantera.
Impresionante por la variedad de estilos que hace resaltar los gruesos muros coronados por almenas con la sencillez de su planta y las ventanas que poca luz proporcionan al interior de la nave.
Según el catálogo de construcciones religiosas al que recurrimos para estos escritos, el edificio puede catalogarse entre las llamadas iglesias-fortalezas.
Ostenta reminiscencias del gótico en sus bóvedas y en los grandes arcos apuntados en el pórtico del monasterio y los del corredor bajo del claustro y en las cubiertas del mismo.
En su portada, en tanto, destacan los principales elementos del plateresco regionalizado en la Colonia y corona su torre la influencia del arte árabe.
El conjunto soporta un entablamiento decorado con flores, caballos alados y el escudo de la orden agustina en el friso.
Al frente, arriba, hay un vitral en la ventana que ilumina al coro, enmarcada por columnillas. En sus lados, destacan dos emblemas de Castilla y Andalucía, provincias que enviaron a los primeros religiosos de la orden.
La torre con campanario tiene dos vanos de medio punto, en los ángulos ocho jarrones parecidos a tazas chinas y remata en forma piramidal, soportando una cruz sobre una esfera.
Es lamentable que, con el número de veces que la fachada ha sido pintada, ésta ha perdido la finura de sus labrados.