Lo que me interesa es la vida: Luis Filcer
Frente a La gran batalla.
Foto. Alberto Herrera.
Diario de Querétaro
Margarita Ladrón de Guevara
En 1878, el joven holandés Vicent Van Gogh intentaba ganarse la vida como pastor protestante. Vivía en El Borinage, en Bélgica, junto a las minas de carbón que se caracterizaban por sus condiciones inhumanas; Vincent anheló pintar a esos mineros y la pobreza de sus ropas, comida y hogar. Antes, en 1800, Francisco de Goya había pintado las atrocidades de la guerra entre Francia y España, retratando cómo hombres ricos y pobres se igualan en la muerte. De este dramatismo plástico se nutrió Luis Filcer desde los 17 años, cuando de la biografía de Van Gogh recibió un rayo de inspiración para inmortalizar, lapiz y papel en mano, a los cargadores, fruteros y pepenadores que observaba mientras trabajaba junto a su padre vendiendo suéteres en el mercado de La Lagunilla, en la ciudad de México, en los años 40 del siglo pasado. Y cinco años después, cuando tuvo un cuadro de Goya en frente, decidió para siempre que lo que quería era pintar.
Así es la historia que con emoción cuenta Luis Filcer, prolífico pintor mexicano que inauguró «La revolución mexicana bajo la mirada de Luis Filcer» el jueves en el Museo de Arte y que marca el inicio en dicho recinto, de los festejos por el centenario del inicio de la Revolución mexicana, y el bicentenario del inicio de la guerra independentista.
Luis Filcer nació en Ucrania en 1927 de familia judía, pero a los 6 meses de edad su familia emigró a México por lo que sus principales estudios los realizó en la capital del país, después de cursar un año en la Academia de San Carlos, continuó preparándose 3 años bajo la dirección del pintor español José Bardasano.
Más adelante obtuvo becas para estudiar en París y Roma, y durante 20 años vivió en Holanda. Tiempo después, al regresar a México se hizo notable por su plástica expresionista (o pos-expresionista según algunos críticos).
La impresión de Filcer por la injusticia en la que México sobrevive, la pobreza y la enorme desigualdad que imperan igualmente como lo hacían en 1910 o 1910, lo obligan a retratar el drama humano de las guerras. «Pinto todo lo que vivo más mis fantasías y demonios; soy expresionista y lo que me emociona, lo pinto». Después de leer Anhelo de vivir, biografía de Vincent van Gogh y observar la pobreza en el mercado, decidió viajar a Guanajuato y ser parted e los mineros; bajó a la mina de Catas y ahí pudo dibujar los rostros y la difícil situación de los trabajadores de la mina. Compró un terreno para ser parte de ellos y poderlos retratar, pero lo hicieron sentir ajeno y se marchó.
Filcer obtuvo una beca para estudiar en París. Tenía 23 años cuando vio por primera vez un Francisco de Goya y eso le cambió la vida «Cuando lo vi quise seguir sus pasos». De ahí viajó a Ámsterdam a ver el museo Vincent Van Gogh «mi corazón latió mucho, fue algo excepcional porque vi la vida de Van Gogh en su pintura, entonces él dirigió mi camino».
Durante su estancia en París, viajaba a las capitales europeas donde hubiera museos que ver y alimentarse: Londres, Madrid, Ámsterdam, etc. En Paris, pintaba a la gente que caminada por la calle, en su academia en Montparnasse durante seis horas dibujaba modelos que posaban por minutos con el fin de aprender a hacer rápidos estudios y memorizar el cuerpo humano hasta dominarlo. Pero Filcer caminaba por los puentes del río Sena y pintaba a los clochard, los limosneros de Paris para que ellos fueran sus modelos. «Fue una experiencia muy viva, pero la academia no me sirvió de nada» afirma, así que emprendió el viaje a Italia, con su amigo el artista Juvenal Sansó (1929); «decidimos irnos a Roma, pero sucedió exactamente lo mismo con ese profesor, que era un perfecto imbécil: yo pintaba gente de la calle, obreros y él miraba el cuadro y me decía ¿porqué no pinta gente bohemia?». En esa academia estuvo sólo un mes, se salió y fue a donde realmente aprendió: a los museos de Roma y Florencia.
Inspirado por los grandes maestros, se dirigió a la gente del pueblo para pintarla «también pinté aristócratas, que es gente igual que todo el mundo pero con mejor ropa», sostiene.
Su tema siempre ha sido la justicia y la injusticia. Se declara ferviente admirador de Van Gogh, Goya y José Clemente Orozco, de quien afirma: «él es el máximo artista mexicano». Contradice a Diego Rivera al afirmar que «él decía que un artista no debe tener influencias de nadie, pero yo siempre digo: ¿y los pintores del renacimiento? Ellos imitaban a los clásicos griegos… yo estoy influido por Goya, pero no lo copio porque yo pinto lo que vivo, a mi manera».
Dentro de las series que ha pintado en su vida, se encuentra sobre la matanza de estudiantes en 1968, los casinos en Las Vegas, las estaciones de metro, etc. Su tema, insiste, es lo humano. Y a manera de homenaje a Goya ofrecerá próximamente una exposición de más de 200 obras en el Museo del Obispado, en Monterrey.
La serie que exhibe en el Museo de Arte tiene que ver con las emociones del artista respecto de la revolución «me gusta pintar sobre la justicia o injusticia y la Revolución ha sido una injusticia tremenda hacia los pobres, cuando se supone que sería al revés, entonces vi la oportunidad de poder fantasear sobre la revolución, yo la vivo por dentro por los contrastes tan tremendos que había entre los campesinos y los ricos con Porfirio Díaz, y deduje que la revolución no sirvió de nada, solo para que hubiera miles de muertos, porque los pobres son más pobres y los ricos más ricos que antes».
¿Cuál es el papel del artista en un año como este?
«Desgraciadamente los artistas se han desviado hacia lo abstracto y me parece que esa es una postura cómoda, no hay compromiso más que con ellos mismos y dizque intelectual pero no dicen nada de lo que sucede realmente, no hay opinión de lo que viven, y yo sí tengo una opinión, porque me interesa el ser humano. Los conflictos que veo, los pinto. Me interesa lo que le sucede al hombre actual con sus contrastes económicos, filosóficos, económicos, psicológicos o sociales y eso pinto. Los artistas deberían hacer ver esta realidad».
¿Qué esperas del espectador?
«Espero no que haya influencias sino que observen, es decir, mucha gente se ciega en tradiciones, no abre su mente a lo que está pasando. Por ejemplo, la religión ciega mucho, así que con mis pequeñas críticas quiero abrir a la mente de la gente que vea lo que está sucediendo. Así, dialogo con el público porque el arte es para el artista mismo al exponer su pintura a través del color y la forma, pero también para el público. Y siempre debe haber una reflexión frente a un cuadro, porque mi diálogo va directamente de la pintura a la conciencia de la persona».
La exposición de Filcer estará hasta el 21 de febrero. Mientras, él continuará preparando su exposición homenaje a Goya, la cual, afirma que es la máxima en su vida «porque ahí va todo lo que he vivido… hacer un homenaje a Goya es como a mi propia vida porque esos cuadros son lo máximo que he pintado» y finaliza «A mi edad no se todavía lo que voy a hacer, porque he pintado tantos temas sobre la vida, que no se en qué va a seguir mi mente…»