Las mujeres y la independencia

Mujeres… Las heroínas anónimas de 1810

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Diario de Querétaro

María Concepción Lambarri

La Independencia de México, el período de nuestra historia que abarca desde las primeras conspiraciones y el inicio del levantamiento armado la madrugada del 16 de septiembre de 1810 con el «Grito de Dolores» hasta la consumación de la Independencia, en 1821, con la entrada del ejército Trigarante a la Ciudad de México, es una etapa de muchos cambios políticos y sociales en el que también las mujeres tuvieron una amplia participación, y a partir del cual su inserción en la vida pública empieza a incrementarse.

Algunas de las mujeres que se recuerdan en esta colaboración, quizá no tuvieron una participación tan destacada con la insurgencia como doña Josefa Ortiz de Domínguez o como doña Leona Vicario que dedicaron su fortuna y su vida a la causa de la Independencia de 1810 en nuestro país. Si embargo al hablar de las mujeres que participaron en este importante movimiento, trascendieron más por el espíritu de sacrificio y por sus sorpresivas acciones valerosas que por su importante participación como abnegadas y fieles esposas, hermanas, hijas o madres valientes que animaron, aconsejaron y muchas de ellas perdieron su vida y la de sus hijos o que fueron víctimas anónimas en la lucha de la Independencia.

En este trabajo, se rescatan a varías de esas mujeres y se puede aportar el nombre de ellas por conocerlo por el parentesco que tuvieron con insurgentes destacados y en muchos casos sólo se describen los hechos en los que ellas participaron.

María Ricarda Rosales, sobrina de Víctor Rosales e hija de Fulgencio Rosales quien fuera dueño de un obraje en la ciudad de León, Guanajuato, herido en Aculco, fue fusilado y colgado al realizar el rescate de las banderas del Cuerpo de Tres Villas y la de las Milicias de México. María Ricarda fue hecha prisionera en octubre de 1814 en la batalla del Maguey cuando cuidaba y protegía a su pequeño sobrino. Fue trasladada a la ciudad de México, y recluida en las cárceles de la Inquisición, se fugó de ellas, gracias a la ayuda de Leona Vicario.

Andrea González, esposa de José Güemes apodado el «anglo-americano». Como hecho curioso se le reconoce a José el haber sido bautizado ya siendo un joven por el capellán de Minería Rafael Gil de León quien más adelante sería cura de Querétaro. Güemes vivió como la mayoría de los mexicanos, en la mayor de las pobrezas, participó en once batallas en contra de la tiranía de los españoles; fue un personaje al que se le recuerda por su indisciplina y crueldad. Al ser asesinado, su mujer quedó en el mayor de los desamparos, y como «un acto piadoso» el Virrey ordenó que se contratara a Andrea para que trabajara en las insalubres fábricas de tabacos propiedad del gobierno, donde ahí murió sola y en el abandono.

La esposa del célebre José María Liceaga, cuyo nombre de soltera me fue imposible ubicar, proveniente de una antigua y distinguida familia de Guanajuato. José María Liceaga fue propietario de la próspera Hacienda de La Laja, ubicada cerca de la ciudad de Léon, Gto., Liceaga, perteneció al Regimiento de Dragones de México.

Liceaga abrazó la causa de la Independencia con el Grado de Capitán después de una reconocida participación con los insurgentes, uno de los hechos menos conocidos, fue cuando tuvo que huir a unas pequeñas islas del lago de Yuriria, ahora conocidas como las Islas Liceaga. Agustín de Iturbide perteneciente a las tropas realistas, las atacó el 31 de octubre de 1812, en donde los 200 insurgentes que las defendían sucumbieron; algunos alcanzados por una bala, otros ahogados. A Liceaga lo salvó el haber salido antes.

A la señora Liceaga, a la muerte de su marido en 1818, se le hizo prisionera acusándola de traición y trasladada a la cárcel de Silao, Gto., por el comandante realista Pedro Ruíz de Otaño. Los bienes de esta dama fueron confiscados.

Rafaela López Aguado de Rayón. Madre de los destacados hermanos Rayón, dio a la causa insurgente a sus cinco hijos, y no dudó, cuando se encontró con la dura decisión de escoger entre la vida de uno de ellos y la sumisión de los demás. Francisco, uno de sus hijos le pidió que aconsejara a sus hermanos a dejar la causa insurgente para salvar sus vidas; y ella llena de dolor y entereza se negó a hacer indicaciones a sus otros cuatro hijos. Tuvo que sufrir la pérdida de su hijo Francisco cuando este fue fusilado en Ixtlahuaca.

También recordamos aquellas valerosas mujeres que ayudaron al tipógrafo José Rabelo y dos cajistas a salir de la ciudad de México ocultándolos en su carruaje, y cruzando las filas enemigas escondidos entre las faldas de ellas para poder reunirse con el doctor José María Cos, eclesiástico de gran fama entre los insurgentes. De esta manera el Dr. Cos pudo imprimir su famoso semanario «El Ilustrador Americano»

María Manuela Taboada, esposa de Mariano Abasolo, el más joven y controvertido insurgente. Capitán del Regimiento de la Reina y amigo de Ignacio Allende. Rico propietario de importantes y prósperas haciendas en Guanajuato como: Rincón, Espejo, San José de las Palmas entre otras. Abasolo se casó con María Manuela, heredera de una gran fortuna. «Bienes de los que no disfrutó pero que le sirvieron para salvarlo de la muerte». Abasolo se unió al ejército insurgente pese a las súplicas de su joven esposa. Cuando él estaba luchando al lado de Ignacio Allende, María Manuela tuvo que huir de Dolores, para ir en busca de su marido, cuando su casa fue atacada y saqueada por las tropas realistas. A partir de ese momento María Manuela no se separó de su esposo y lo acompañó a través del desierto de Chihuahua, cuando cayeron prisioneros los principales jefes insurgentes. Abasolo fue juzgado por un Consejo de Guerra, que lo sentenció a prisión perpetua fuera de México a cambio de entregar sus bienes a los realistas.

Manuela se regresó a Dolores para reunir el dinero que se les había solicitado por parte del Consejo a cambio de no fusilar a Mariano, para más tarde acompañarlo en el destierro durante cuatro años hasta la muerte de él en 1816. Manuela regresó a México a vivir en su casa de Dolores y educar a su hijo Rafael Abasolo.

Guadalupe Rangel esposa de Albino García, originario del Valle de Santiago, Gto., este trabajaba como caporal y vaquero en un rancho de Guanajuato antes de 1810. Se cuenta que uno de los principales jefes realistas García Conde tratándolo de atrapar lo siguió hasta Valle donde se encontró con las fuerzas de Albino García que lo derrotaron, a pesar que García Conde logró llegar hasta la plaza del pueblo. Días después, los jefes realistas, entraron nuevamente a Valle, sin encontrar al guerrillero, que en ese momento se batía con el jefe realista Guizanotequi, al que por cierto le causó bastantes pérdidas entre su tropa.

En abril, Albino atacó un convoy que estaba en Salamanca y que llevaba el parque y las municiones a las tropas realistas, a pesar de que lo defendían jefes como García Conde e Iturbide, los insurgentes ayudados por mujeres empezaron a disparar a los realistas haciéndolos retroceder y apoderándose del convoy.

Se dice, no hay datos seguros que Guadalupe Rangel, esposa de Albino García montada a caballo y con el sable en la mano, tomaba parte en los combates, animando a los soldados insurgentes con su ejemplo. Fue hecha prisionera y llevada a Guadalajara en 1812.

Para concluir esta breve reseña podemos reconocer que estas señoras vivieron en una época muy diferente a la que vivimos las mujeres en la actualidad, y en esto consiste la gran diferencia de los tiempos. En su época era muy difícil el acceso a la educación porque se consideraba que no era necesario por su calidad de mujer.

La mujer fuerte, la compañera solidaria no sólo de un hombre sino de un ideal, se rebeló, ante la sociedad, ante sus principios y no se adormeció en la comodidad de su condición de ser mujer.