¡Que México tenga vida digna!

Que en Cristo Nuestra Paz,  

México tenga vida digna  

Diócesis de Saltillo    

Comunicado de Prensa de la Diócesis de Saltillo, con motivo de la Exhortación Pastoral de los Obispos por la paz en México    

Todo el sufrimiento y clamor del pueblo herido y agobiado por la indolencia de una gran parte de la plana mayor de nuestros gobernantes, es escuchado por Dios (quien) nos recuerda que estamos llamados a la vida plena, a la vida en abundancia.  

Es Dios mismo el que convoca a que celebremos que la vida siempre es posible…, que reconstruye la historia por medio de su mismo Hijo y por medio de los hombres y las mujeres que como Él, ponen su mirada en la justicia y en la misericordia como los únicos medios para construir un mundo con “paz en la justicia”.  

 Mons. Raúl Vera López, OP      

Los Obispos de México, a través de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), damos a conocer al pueblo de Dios y a los hombres de buena voluntad la Exhortación Pastoral QUE EN CRISTO, NUESTRA PAZ, MÉXICO TENGA VIDA DIGNA. A través de ella compartimos la misión que nos corresponde hacer ante la realidad de inseguridad y violencia que se vive en el país y deseamos alentar la esperanza de quienes viven con miedo, con dolor e incertidumbre por dicha razón.    

En esta exhortación abordamos la problemática cada vez más compleja que se vive en el territorio nacional. A través del método ver, pensar y actuar, analizamos la realidad, la iluminamos con la Palabra, es decir, con el Evangelio, y nos comprometemos a llevar a cabo acciones concretas en las diócesis para que cada creyente pueda construir una sociedad donde exista la justicia, la paz y el amor.    

El clamor de nuestro pueblo ha sido y es escuchado por los Pastores de la Iglesia Católica. Nuestro papel como Obispos de esta Iglesia, Pueblo de Dios, nos exige dar nuestra palabra profética ante la grave situación que vive la inmensa mayoría de mujeres y hombres en nuestro país y cuyos clamores nos interpelan, nos duelen, indignan y nos comprometen a ser más radicales en nuestra Misión. “En México, al igual que en varios países de América latina y del Caribe se está deteriorando, en la vida social, la convivencia armónica y pacífica.  Esto sucede por el crecimiento de la violencia, que se manifiesta en robos, asaltos, secuestros, y lo más grave en asesinatos que cada día llenan de dolor a las familias y a la sociedad entera. No se trata de hechos aislados o infrecuentes, sino de una situación que se ha vuelto habitual, estructural…” (Cfr. 9).    

El incremento incontrolable de la violencia en los últimos años no puede pasarnos desapercibidos, tanto por el origen de ésta, como por los graves, dolorosos e indignantes efectos en la sociedad. Esta violencia “…se caracteriza por la crueldad, por la venganza, por la exhibición de poder y por la intención de intimidar a quienes son considerados rivales y a toda la sociedad.  (Cfr. 12) Si en su momento, la omisión, la indiferencia, el disimulo o la colaboración de instancias públicas y de la sociedad  no fue justa y toleró o propició los gérmenes de lo que hoy son las bandas criminales, tampoco es justo ahora exculparse, buscando responsables en el pasado y  evadir la responsabilidad social y pública actual, para erradicar este mal social” (Cfr. 13).    

Uno de los principales factores que ha posibilitado e impulsado esta situación de violencia es, entre otros, el sistema económico por el que se rige el país, ya que ha traído exclusión social, pobreza, desempleo, bajos salarios, despojo y exclusión, discriminación, migración forzada, etc. “En México la globalización ha favorecido la difusión y el fortalecimiento de un modelo de economía de mercado que se ha mostrado incapaz de resolver, como lo pretendía, todos los problemas sociales.  (Cfr. 29). La democracia no ha alcanzado la economía y no se ha consolidado un mercado justo y solidario… En las actividades económicas el imperio de la ley del más fuerte es una forma de violencia que genera frustración y rencor social” (Cfr. 31).    

Otro factor, expresado por amplios sectores de la sociedad, es la corrupción como uno de los principales mecanismos que han posibilitado esta crisis de seguridad y garantiza el mantenimiento de la impunidad como práctica cotidiana ante la demanda de justicia de la sociedad. “La corrupción es una forma de violencia que, al inocularse en las estructuras de servicio público, se transforma en delincuencia organizada, ya que de manera descarada se impone “la mordida” como condición a los ciudadanos para recibir un beneficio o servicio gratuito. Este tipo de delincuencia se defiende a sí misma de manera violenta, llegando incluso a generar muertes para ocultarla y el desprecio, difamación y aislamiento de los funcionarios que no participan en este ilícito. (Cfr. 46) Hay factores que contribuyen a la violencia provocada por el crimen organizado en las estructuras que se han deteriorado por la corrupción, la impunidad y el autoritarismo. (Cfr. 47).    

En medio de la crisis de inseguridad y violencia…Muchas personas, al dolor de haber perdido un ser querido o a su condición de víctimas inocentes, añaden la impotencia de respuestas parciales, en ocasiones contradictorias y hasta cómplices de las instancias de servicio público. (Cfr. 41). Hay disimulo y tolerancia por parte de algunas autoridades responsables de la procuración, impartición y ejecución de la justicia. Esto tiene como efecto la impunidad, irresponsabilidad o corrupción- Se ha hecho evidente la infiltración de la delincuencia organizada en instituciones del Estado. Si no hay justicia, se puede delinquir con mayor facilidad” (Cfr. 45).    

“La seguridad de los ciudadanos es tarea del Estado. Si entendemos la seguridad ciudadana como la condición personal, objetiva y subjetiva, de encontrarse libre de violencia o amenaza de violencia o despojo intencional por parte de otros, el objetivo de las políticas de Estado tendría que orientarse a liberar a las personas del miedo a ser agredido o despojado de lo necesario para vivir. (Cfr. 48) La inseguridad es puerta de entrada al ejercicio intimidatorio de la autoridad siguiendo el principio de que es más fácil gobernar a una sociedad con miedo. (Cfr. 49) … La experiencia demuestra que la seguridad no se relaciona directa y principalmente con la capacidad bélica, con la cantidad de policías, con la militarización o con la compra de armas, ni con medidas represivas que llegan a ser intolerantes con cualquier tipo de disidencia. Sí se relaciona, en cambio, con la inversión que se hace en políticas de acceso a la educación y al trabajo”. (Cfr. 50).    

 

La Conferencia del Episcopado Mexicano ve con suma preocupación que estas nuevas formas de violencia puedan ser institucionalizadas cuando se criminaliza la protesta social y la pobreza, cuando se vulneran los derechos humanos o cuando se crea un clima de incertidumbre y miedo por los miembros de las Fuerzas Armadas y de Seguridad Pública.     

Si bien en una primer etapa la participación de militares en la tarea de combate a la delincuencia organizada fue bien vista por amplios sectores de la sociedad,  “…Sin embargo, con el paso del tiempo, la participación de las fuerzas armadas en la lucha contra el crimen organizado provoca incertidumbre en la población, ya que se prolonga una estrategia que por su carácter de emergente no tendría que prolongarse”. (Crf. 57)    

La crisis seria de seguridad y violencia que vivimos en México, no puede ser explicada de manera simple o ingenua, el análisis de las causas es múltiple y compleja, y por lo tanto la atención a ésta debe considerar diversas variables e incorporar un “…enfoque de salud pública que permita asegurar para el mayor número de personas el beneficio de la seguridad y de la paz. (Cfr. 99) … sobre todo por la importancia que concede a la prevención para inhibir los factores de riesgo en las personas, en las relaciones humanas, en la vida comunitaria y en el entramado de relaciones e instituciones que conforman la sociedad. Una respuesta integral a la violencia no sólo protege y ayuda a quienes padecen, sino que también promueve la no violencia, reduce la perpetración de actos violentos y cambia las circunstancias y condiciones que la originan. (Cfr. 101)    

El afrontamiento de la violencia en México nos implica y es responsabilidad de todos los mexicanos. Nadie puede evadirse de esta tarea ni perder el tiempo en búsquedas inoficiosas de culpables, o discusiones estériles que distraigan la atención urgente a esta seria problemática. Entre los factores de riesgo sobre los que consideramos intervenir urgentemente, identificamos: la crisis de legalidad, el debilitamiento y erosión del tejido social, la crisis de moralidad. (Cfr.102-105)  “… Debemos actuar ya, cada quien en su propio ámbito de competencia. Las autoridades, con los recursos propios que le proporciona el Estado de Derecho para el ejercicio de su actuación; la sociedad civil asumiendo responsablemente la tarea de una ciudadanía activa, que sea sujeto de la vida social, con nuestro compromiso en la construcción de la paz, para la vida digna del pueblo de México”. (Cfr. 106)    

La pérdida del sentido de Dios conlleva el desprecio a la vida y a la pérdida de valores. Como Conferencia del Episcopado mexicano, consideramos que es urgente e inaplazable nuestra respuesta y propuesta en el marco de nuestra misión evangelizadora de la Iglesia. “… Esta respuesta parte del reconocimiento de las insuficiencia en el cumplimento de nuestra misión, pues la crisis de inseguridad, el alto índice de corrupción, la apatía de los ciudadanos para construir el bien común y las distintas formas de violencia, que llega a ser homicida, son diametralmente opuestas a la propuesta de Vida Nueva que nos hace el Señor Jesús”. (Cfr. 186)    

“Vivimos tiempos difíciles, pero tenemos la certeza de que Cristo venció a la muerte y en Él hemos puesto nuestra confianza (Cfr. 2, Tim 1,12). La historia de nuestro pueblo no ha sido fácil, pero siempre ha contado con la nobleza de sus hombres y des sus mujeres. Hoy no puede ser distinto, pero debemos reconciliarnos, debemos reconstruir la unidad nacional en la riqueza de la pluralidad de sus culturas y de la sociedad. Debemos unirnos en la construcción de la paz y en el impulso del desarrollo humano integral y solidario de cada mexicano y de todos los mexicanos”. (Cfr. 257)    

“Con esta Exhortación Pastoral, nos ponemos al servicio de la reconciliación, ofreciendo no sólo nuestra disposición a caminar con todos los católicos y con todos los hombres y mujeres de buena voluntad en la búsqueda del cielo nuevo y tierra nueva que todos anhelamos. Confiamos este momento de la vida nacional al amparo de Santa María de Guadalupe. Nos acogemos a su regazo para que nos muestre a Jesucristo, el Sol que nace de lo alto para iluminar a los que viven en las tinieblas y en sombra de muerte y guíe nuestros pasos por el camino de la paz (Cfr. Lc 1,79) e imploramos sobre todo el pueblo de México la bendición de Dios por su maternal intercesión, -para que en su casa, que es toda nuestra patria, logremos reconocernos hermanos y vivir en fraternidad-”.      

+ Fray Raúl Vera López, OP                                    Pbro. Pedro Pantoja Arreola  

Obispo de la Diócesis de Saltillo                         Responsable de Pastoral Social   

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