Seguridad interior
y derechos humanos
Miguel Concha
Es ya un lugar común que la llamada guerra” contra el narcotráfico y la delincuencia organizada no ha arrojado los resultados anunciados. Se le ha comparado con un carro de dos ruedas que gira sobre su eje con una sola de ellas, pero sin avanzar ni un milímetro. Es más, podría decirse que retrocediendo, por estar unilateralmente fundamentada en una estrategia de violencia, incluso sesgada, por no abarcar con toda decisión todos los frentes en que aquélla se da.
No es admisible tampoco que simplemente se consideren como “daños colaterales” todas las víctimas inocentes que han caído en la misma. Ello no obstante, se ha vuelto a insistir en que el Senado dictamine en esta materia la iniciativa de reforma a
Ya en estas páginas presenté el 5 y el 12 de septiembre del año pasado un análisis de cómo la adición propuesta a la mencionada ley es anticonstitucional, porque viola los artículos 13, 16 (último párrafo), 29 y 129 de nuestra carta magna. Por ello para su aprobación se requeriría antes una reforma de la misma naturaleza, que además tendría que considerar la no conculcación de derechos humanos. Es más, tendría que tomarse en cuenta el artículo 27 de
Demostré igualmente que la acción de las fuerzas armadas en este asunto no parece ceñirse siempre a las condiciones que
Por ello es de la mayor importancia que se haya de nuevo reclamado desde la mesa de seguridad pública en el foro Todos somos Juárez el respeto a los derechos humanos. Ya el 11 de febrero se le había entregado al titular del Ejecutivo federal una propuesta en la que se le demanda una “acción policiaca y del Ejército, y leyes en consonancia con ello, con respeto irrestricto a las garantías individuales y los derechos humanos”. Algo que tiene que ser tomado escrupulosamente en cuenta en el Senado. Y en la propia mesa de derechos humanos, significativa y ominosamente excluida del foro –quizás porque en ella se cuenta con más de mil casos documentados de desaparición forzada, tortura, ejecuciones extrajudiciales y robos, entre otros, presuntamente cometidos por elementos del Ejército o fuerzas federales–, se reiteró que “ninguna intervención pública puede partir de la violación sistemática de los derechos humanos”.
Es por ello de la mayor importancia que se asuma como política de Estado, tal como lo fundamentan muchos especialistas nacionales y extranjeros, que la lucha contra el narcotráfico y la delincuencia organizada, en gran número de veces interrelacionadas, debe tener cuatro ruedas: la acción indiscriminada y represiva del Estado, sí, sin importar condición económica y representatividad política, pero sin violentar derechos humanos fundamentales de la población; la investigación y penalización del lavado de dinero, y de los circuitos económicos y financieros que la alimentan; las políticas públicas de desarrollo productivo y social de la gente, y la participación efectiva de la ciudadanía en las medidas y acciones de seguridad pública.
Por ello nos unimos a las exigencias que el presidente de
Y nos hacemos eco del boletín que el pasado jueves emitió a este propósito
“Dejar fuera a los derechos humanos y a quienes los defienden no es nuevo. Más bien ha sido un componente permanente de la política del gobierno federal, del gobierno de Chihuahua y de Ciudad Juárez”. Y reitera que en este contexto una política de seguridad sin derechos humanos seguirá siendo de corte autoritario y no dará los resultados que espera la ciudadanía.