Francisco Urquiza, un queretano de excepción
Diario de Querétaro
Manuel Naredo
Su baja estatura, su sonrisa presta, su enorme facilidad para hacer amigos, pero sobre todo la pasión que inevitablemente le imprimía a aquellos proyectos que saturaron su vida de emociones, lo hicieron un personaje único e irrepetible, y un queretano de excepción.
Nacido en cuna de abolengo, asumido desde siempre en su queretaneidad, Francisco Urquiza Septién desgastó sus ochenta y cinco años entre intensos éxitos profesionales y familiares, acumulando afectos y sudando pasión por los proyectos a los que entregó la vida.
Amante del cine, la equitación, el cuidado del agua y la ganadería, Panchito Urquiza fue también un incansable promotor educativo y un hombre siempre dispuesto a la ayuda para con sus paisanos.
Siempre jovial, solía cargar al ristre su cámara de cine y emprender con ella proyectos que, por sus características y su tiempo, pueden considerarse como precursores del llamado séptimo arte en nuestra entidad. Ahí, en las imágenes captadas por su cámara, se encierra una buena parte del arte y la vida de un Querétaro que quedó para el recuerdo y la nostalgia. Ahí también pueden descubrirse constancias de algunas de las tradiciones más añejas y emblemáticas de la región.
Como caballista le dio un impulso importantísimo a las competencias de salto, disciplina deportiva que lo llevó a participar en justas de esta especialidad dentro y fuera del país, incluso de carácter panamericano.
Buena parte de su espíritu quedó plasmado en instituciones de educación que se asentaron en Querétaro gracias a su participación decidida como el Tecnológico de Monterrey o el Instituto Asunción.
El agua, vital elemento que tanto ha necesitado desde siempre esta ciudad, fue una de sus preocupaciones manifiestas, y desde diferentes trincheras, entre las que se incluyó a los Consejos de Participación Ciudadana, investigó sobre el tema y presentó incansablemente, a diferentes gobiernos, propuestas de solución. Gracias a su tenacidad e interés se convirtió en un especialista indiscutible en la preservación del agua, e incluso fue merecedor del Premio de Ecología del Estado.
Hace unos años, ante su candidatura para recibir la presea Fray Junípero Serra, los integrantes del Congreso del Estado no tuvieron duda en designarlo a él como merecedor de la distinción, misma que se entregó en una ceremonia desbordada por el afecto de los queretanos.
El ingeniero Francisco Urquiza Septién, junto con su esposa, a quien acompañó amorosamente durante toda una vida, supo criar en su céntrica calle de Río de la Loza, siempre franca a la visita de innumerables amigos, a cinco hijos: Lucía, Francisco, Maité, Rafael y Alberto, hoy hombres y mujeres de bien, queretanos comprometidos con su comunidad.
Dedicó también su vida, más allá de su apasionada entrega a sus aficiones y preocupaciones, al campo y la ganadería, concretamente en el rancho familiar de las cercanías de la ciudad, donde imprimió su sello y su intensidad característicos.
Fiel creyente, se distinguió por poner en práctica su condición de católico y mostró siempre su proclividad al perdón, a resaltar el espíritu y a poner en práctica los principios de vida que aprendió desde la niñez.
Panchito Urquiza fue y seguirá siendo, un personaje inconfundible de Querétaro, que supo ganarse con hechos el respeto de quienes lo conocieron.
La noche de este jueves perdió finalmente la batalla contra la enfermedad que lo aquejaba, pero para entonces había ya ganado muchas otras; las suficientes como para dejar una marca indeleble de su paso por el mundo.