Un análisis del Centro de la ciudad de Querétaro

El Centro Histórico de Querétaro

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Diario de Querétaro

Diego prieto

Como pocas ciudades en el país, Querétaro ha podido amalgamar con relativo acierto su crecimiento acelerado con la conservación de su patrimonio edificado, sus ricas tradiciones con sus visibles impulsos modernizadores, su sentido de la tranquilidad con la apertura a las más diversas expresiones de la cultura contemporánea.

Portadora de una historia centenaria, cuyos orígenes se remontan a la compleja evolución de una zona de frontera y de intenso intercambio cultural entre los grupos recolectores cazadores, que desde hace unos ocho milenios ocuparon el área, y las culturas mesoamericanas que se desarrollaron en el centro norte del México antiguo, Querétaro (también conocida como Ndamaxei, en otomí, y Tlachco, en náhuatl) se constituye en el siglo XVI, como pueblo de indios y cabecera de la alcaldía mayor del mismo nombre, dentro del virreinato de la Nueva España. Desde entonces, la ciudad ha tenido momentos de auge y decadencia, de expansión y estancamiento, y ha estado ligada desde sus inicios al desenvolvimiento histórico de México.

Enclavada en el centro de la geografía de la República, Santiago de Querétaro ha sido siempre un territorio axial en el acontecer mexicano; un lugar de transición entre el centro y el norte; una encrucijada de las comunicaciones entre la gran capital macrocefálica y las principales poblaciones del norte y el poniente; una ciudad en que convergen los impulsos modernizadores del norte, la tradición criolla y conservadora del Bajío, las influencias cosmopolitas de la capital, las tradiciones indígenas mesoamericanas, el intenso mestizaje cultural del altiplano central y el carácter indómito de los grupos chichimecas.

Desde la conspiración de Independencia hasta la restauración de la república en 1867, Querétaro vivió con intensidad las confrontaciones que dieron lugar a la consolidación de México como país independiente. En esos momentos de convulsión, la ciudad sufrió destrucciones que alteraron su fisonomía y borraron algunos de sus referentes espaciales. Tal vez por esas lamentables experiencias, a lo largo de la primera mitad del siglo XX, cuando la ciudad vivió al mismo tiempo momentos de paz y estancamiento económico, se fue anidando en la sociedad queretana una conciencia de la valoración y el cuidado de su patrimonio edificado, como uno de sus principales valores y elementos identitarios.

Así, cuando en la década de los sesenta del siglo XX, Querétaro inició de modo tardío su despegue industrial, que se intensificó en las dos décadas posteriores, junto con un constante crecimiento demográfico, la ciudad contaba ya con instrumentos jurídicos y con una buena disposición de la ciudadanía para proteger y respetar sus monumentos históricos. Eso permitió que Querétaro se salvara de los terribles procesos destructivos que acompañaron a la expansión urbana de México en las tres décadas del llamado «milagro mexicano» (1940-1970).

Fue así que entre los principales argumentos que favorecieron que en diciembre de 1996 el Centro Histórico de Santiago de Querétaro haya sido inscrito en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO, estuvieron la sorprendente homogeneidad, la autenticidad y el buen estado de conservación del antiguo casco de la ciudad, tomado como conjunto urbano, el cual constituye un ejemplo excepcional de la arquitectura, el arte y la traza de una notable ciudad virreinal, cuyos valores artísticos, urbanísticos e históricos se mantienen vigentes.

Ya desde 1981, con apoyo en la legislación federal se emitió un decreto presidencial estableciendo una Zona de Monumentos Históricos que abarca una superficie aproximada de cuatro kilómetros cuadrados, formada por 203 manzanas, que comprenden alrededor de 1,750 inmuebles históricos o de valor cultural relevante, construidos entre el siglo XVI y la primera mitad del siglo XX.

El reconocimiento de Querétaro como patrimonio de la humanidad, cambió la percepción que muchos habitantes de la ciudad tenían sobre su centro histórico y constituyó un factor determinante del intenso crecimiento de la actividad turística en los últimos catorce años. La revaloración patrimonial de la ciudad, no solo ha representado para los queretanos un factor de orgullo y reconocimiento, sino también una palanca para favorecer la activación económica. Eso puede observarse si consideramos que, mientras que hace quince años el turismo era una actividad marginal, ahora representa una de las tres principales fuentes ingreso y ocupación para Querétaro.

Hay que considerar, sin embargo, que en las últimas décadas la ciudad ha crecido aceleradamente y de una manera extensiva, descuidada y sin control. Ello ha significado la gestación de crecientes presiones y amenazas que se ciernen sobre su centro histórico, que sigue siendo el eje articulador de una ciudad que crece a las tasas más altas en el país, constituyendo ya una gran zona metropolitana, que se aproxima al millón de habitantes, con una población más de veinte veces mayor que en 1950 (pasando de 50 mil a prácticamente un millón de habitantes), y una mancha urbana que se desparrama en forma avasalladora sobre una superficie que abarca a cuatro municipios (Querétaro, Corregidora, El Marqués y Huimilpan) y que comprende ahora más de 20 mil hectáreas, por lo que la densidad de la población, en lugar de aumentar, ha venido disminuyendo; lo cual perfila hacia el futuro una ciudad costosa, desarticulada y escasamente funcional.

Todo lo anterior repercute en la generación de una enorme demanda y una creciente presión sobre nuestro centro histórico, que presenta riesgos y urgencias que deben atenderse en lo que respecta al congestionamiento vehicular, la inoperancia del transporte público, la terciarización de los usos del suelo, el abandono y descuido de inmuebles, la especulación inmobiliaria, la invasión de la vía pública para fines particulares, la inseguridad, y otros desafíos que nos exigen mirar el centro histórico como parte de la ‘ciudad total’ y no como un ente aislado.

Quisiera presentar aquellos que a mi juicio constituyen los cuatro grandes desafíos de la conservación del centro histórico de Querétaro, como corazón de la ciudad contemporánea:

La habitabilidad

Frente a la imagen de un centro histórico habitado y habitable, que preserve su tejido social, sus tradiciones y su vitalidad cultural, nos enfrentamos con una problemática caracterizada por:

La terciarización paulatina de los usos y el destino de los inmuebles.

La disminución neta del número de habitantes y la pérdida de densidad poblacional del centro histórico.

El abandono de algunos inmuebles, afectando la imagen, la seguridad y habitabilidad del centro histórico.

La progresiva elitización de los ocupantes del centro histórico, aunada con la especulación inmobiliaria.

Para enfrentar esta problemática, planteamos las siguientes alternativas:

Planeación cuidadosa y estricta de los usos del suelo, en función de un plan general de la ciudad.

Impulso y promoción de proyectos habitacionales, habilitando las antiguas casonas virreinales para proyectos multifamiliares en condominio.

Apoyo institucional y crediticio para proyectos de vivienda popular y media en el centro histórico.

Asesoría técnica y estímulos fiscales y financieros y para habitantes de inmuebles históricos que los cuiden.

La movilidad

Frente a la imagen de un centro histórico en que los residentes, ocupantes y visitantes se puedan mover con libertad, comodidad, economía y rapidez, observamos la siguiente problemática:

El excesivo y creciente congestionamiento vehicular del centro histórico en ciertos horarios.

La insuficiencia e inoperancia del transporte público, que resulta malo, caro e inadecuado.

La falta de estacionamiento accesible y seguro, tanto para los habitantes como para los visitantes.

La prevalencia de un diseño de ciudad centrado en el automóvil, en una ciudad cuyo crecimiento desparramado la lleva a estar entre las cinco con la mayor cantidad de vehículos automotores por habitante.

La estrechez de las banquetas y la falta de dispositivos para discapacitados y para ciclistas.

Para atender estos problemas, presentamos las siguientes propuestas:

Formulación de un plan de vialidad que desincentive las rutas de cruce por el centro histórico.

Desarrollo de un esquema de transporte público ágil, ligero y económico por el centro histórico.

Optimización y ordenamiento de los estacionamientos existentes, y desarrollo de una oferta de estacionamientos de oferta masiva y de bajo costo en la periferia de la zona de monumentos.

Disposición de infraestructura y facilidades para la circulación de peatones, discapacitados y ciclistas.

Habilitación progresiva de andadores y zonas de circulación restringida.

La imagen urbana y el espacio público

Frente a la imagen de un centro histórico que favorezca el disfrute, la admiración y la convivencia respetuosa entre sus habitantes, sus visitantes y sus ocupantes, encontramos los siguientes problemas:

La existencia de anuncios, fachadas, letreros y toldos que afectan la imagen y el paisaje urbanos.

La presencia de postes, cables e instalaciones que alteran la circulación y la visibilidad de los monumentos.

La invasión de espacios públicos por parte de particulares.

La presencia de inmuebles ruinosos y en mal estado.

Ante esta problemática, proponemos:

Terminación del cableado subterráneo en la zona de monumentos históricos.

Aplicación del reglamento municipal de anuncios, toldos y mobiliario en vía pública y regulación de los restaurantes que operan en plazas y jardines, priorizando el interés público y la imagen de la ciudad.

Instrumentación de un plan de reparaciones urgentes en inmuebles ruinosos.

La conservación del patrimonio edificado

Frente a la imagen de una zona monumental que conserva y cuida los valores urbanos y la fábrica física de sus inmuebles históricos, registramos estos problemas:

La presencia de humedades ascendentes en un gran número de edificios históricos.

La proliferación de termitas subterráneas que atacan los elementos de madera de monumantos históricos.

El deterioro físico de los inmuebles históricos (viguerías, canteras, muros, aplanados, pintura, etc.)

La realización de intervenciones inadecuadas para la conservación de la arquitectura histórica.

Ante lo cual, se requiere:

Llevar a cabo el estudio y seguimiento de humedades, drenajes y cuerpos de agua subterráneos.

Impulsar un programa para la corrección de los drenajes domiciliarios y pluviales en el centro histórico.

Instrumentar un plan municipal de combate y control de la termita subterránea.

Ofrecer capacitación y asesoría a los particulares para la reparación y habilitación de sus inmuebles históricos, de conformidad con las normas técnicas desarrolladas por los especialistas.

En este marco, se hace necesario sumar esfuerzos para que pueda concluirse el plan de manejo de la zona de monumentos históricos, poniendo en primer término la necesidad de favorecer su habitabilidad, defender su patrimonio vivo y su tejido social. Podemos tomar como un punto de partida la existencia del Plan parcial de desarrollo urbano de la zona de monumentos históricos y barrios tradicionales de Querétaro, aprobado por el cabildo municipal el año pasado.

Querétaro cuenta con un hermoso centro, que constituye el más importante referente identitario del estado y su principal atractivo histórico y cultural, en una ciudad cada vez más grande y diversa, atravesada por profundas desigualdades. Estoy convencido, sin embargo, que así como Querétaro fue escenario privilegiado de la gesta que dio lugar a la independencia del país, habrá de contribuir también en la construcción del México plural, democrático e igualitario, a la que estamos convocados en este siglo que comienza.