La estepa divina
La Jornada
ÁNGELES GONZÁLEZ GAMIO
“Tanblaton” en huasteco, era uno de los nombres con los que este grupo indígena se refería a la ciudad de México. En el libro que lleva el título de Voces de la estepa divina, la historiadora y poeta ecuatoriana Alicia Albornoz, radicada en nuestro país desde hace varias décadas, apasionada de nuestra cultura y orígenes, se aboca a indagar el espíritu en los nombres de México-Tenochtitlán.
En la búsqueda del lenguaje de los símbolos, nos lleva a los orígenes de la tribu que habría de fundar la esplendorosa ciudad entre las aguas y nos va brindando, al relatar su historia, la explicación de los diversos apelativos que la han nombrado y han dado lugar a controversias que continúan en la actualidad.
¿Era sólo México o sólo Tenochtitlán? ¿era México-Tenochtitlán o era el binomio invertido:Tenochtitlán-México? Tras la conquista se fue omitiendo la nomenclatura dual y los españoles optaron por conservar el término más sencillo: “México”. Éste se fue extendiendo paulatinamente hasta designar no sólo la ciudad, sino también el territorio novohispano, que, aunque oficialmente se denomina Estados Unidos Mexicanos, la realidad es que nacional e internacionalmente se le conoce como México; de hecho, muchos opinan que así debería designársele de manera oficial.
En su acuciosa investigación la autora acude a estudios anteriores de autores notables, como Miguel León Portilla, Ángel María Garibay, Eduardo Matos, Gutierre Tibón e Ignacio Guzmán Betancourt, sin dejar de consultar, por supuesto, a los antiguos cronistas e historiadores, comenzando por el insigne fray Bernardino de Sahagún, pasando por Hernán Cortés, Alva Ixtlilxóchitl, Chimalpahin y Bernal Díaz del Castillo, entre otros.
Nos recuerda Alicia los distintos nombres con los que los españoles se referían a la urbe mexica. Vemos que en las Cartas de relación, Cortés la llama indistintamente Temixtitan, Tenustitlan, Tenuxtitlan y Tenuchtitlan, misma confusión que se advierte en otros autores. Evidentemente en la traslación de la fonética náhuatl al español cada quien hacía su interpretación. En la Real Cédula de Nombramiento de Cortés como gobernador y capitán general de la Nueva España, se designa a la ciudad “Temistitlan-México”.
Después entra la historiadora al estudio del significado de ambos nombres. Azora conocer la gran cantidad de interpretaciones etimológicas que los estudiosos han realizado a lo largo de los siglos y … todavía. De muestra les pongo muy resumidas, algunas de las de la palabra “México”: Derivado de Mexi o Meci, nombre del cabecilla fundador. Otros sostienen que “Mecitli” significa “liebre del maguey”, este animal se relacionaba con la fertilidad y con la luna. López de Gomara, Torquemada y Motolinia lo vinculan con la fuente de los orígenes y le atribuyen el significado de manantial. Hay quienes lo vinculan al maguey, “metl” en náhuatl y los que hablan de la luna, “meztli”. Muchos coinciden en que la partícula “xic”, de “México”, denota el ombligo.
Como verán el asunto es complicadísimo, por lo que lo mejor es leer el libro, que se va a presentar el próximo jueves 29, a las 19 hrs., en el Auditorio Jaime Torres Bodet, del Museo Nacional de Antropología. Participan el embajador de Ecuador, Galo Galarza, María Teresa Ponce, Saúl Ibargoyen, Gerardo Guerra Autrey, la autora de estas líneas y la embajadora Consuelo Sáenz de Miera como moderadora. Van a mostrar un interesante audiovisual y los arpistas Celso Duarte y Christian Jaramillo van a dar el toque musical. De remate un vino de honor.
Muy cerca del imponente museo está el Parque de los Espejos, de Polanco. A su vera, sobre Emilio Castelar, hay innumerables restaurantes, bares, cafetines y hasta una nevería.
Todos tienen terrazas a la calle, muy gratas para la canícula de estos días. Hay opciones para todos los gustos y presupuestos. Uno de mis favoritos es La casa portuguesa, que ofrece auténtica comida de ese país. Las sardinas y los bacalaos, buenísimos.
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