Una introducción al Transhumanismo
Intentando fabricar un nuevo tipo de persona
Por E. Christian Brugger
WASHINGTON DC,
– Las ideas del joven movimiento internacional conocido como «transhumanismo» está empezando a caracterizar el pensamiento de un número cada vez mayor de médicos y bioéticos. Creo que nuestros lectores podrían sacar provecho de una breve introducción a ellas.
El transhumanismo es en realidad un conjunto de ideas que se ha desarrollado en respuesta al rápido avance de la biotecnología en los últimos veinte años (es decir, que la tecnología es capaz y aspira a la manipulación de las condiciones físicas, mentales y emocionales de los seres humanos). La medicina convencional tradicionalmente ha tenido el propósito de superar los trastornos que afligen a la condición humana; recetaba sangrías, cauterizaciones, amputaciones, suministro de medicamentos, operaciones y traslados a climas más secos, todo con el fin de facilitar la salud y luchar contra la enfermedad y la degeneración, es decir, el propósito erar curar (es decir, era básicamente terapéutica).
La tecnología está haciendo ahora posibles intervenciones que, además de una finalidad terapéutica están destinadas al refuerzo de las capacidades humanas saludables. Hay una gradual pero constante ampliación en los ideales médicos, desde la simple curación médica a la curación y mejora. Todos estamos muy familiarizados con las «drogas que mejoran el rendimiento» en el deporte profesional. Sin embargo, la biotecnología promete crear formas posibles de mejora que van mucho más allá del aumento del músculo.
La terapia génica de línea germinal, por ejemplo, desde sus inicios, tiene como objetivo modificar genéticamente las «células germinales» humanas (es decir, el esperma y los óvulos) con el fin de introducir características deseables a nivel intelectual, físico y emocional, y excluir las indeseables. Dado que las modificaciones se hacen a las células en la línea «germinal», los rasgos se heredan y se transmiten a las generaciones posteriores. Medicamentos para mejorar la función mental, como Ritalin y Adderall, son cada vez más utilizados por personas sanas a fin de mejorar las capacidades cognitivas. Un estudio ha demostrado que cerca del 7% de los estudiantes universitarios de EE.UU. ha usado los estimulantes de prescripción con fines de mejora. [1] Ese número parece sólo ir en aumento.
La investigación está progresando rápidamente en tecnologías avanzadas tales como la interfaz directa cerebro-ordenador (BCI), los implantes de micromecánica, las nanotecnologías, las prótesis retinales, neuromusculares y corticales, y los llamados «chips de la telepatía.» Si bien es cierto que cada una de estas tecnologías pueden desempeñar un papel en la transformación de las vidas de los pacientes con discapacidad para que puedan comunicarse mejor, manipular equipos, ver, caminar, mover sus extremidades y recuperarse de enfermedades degenerativas, el transhumanismo los ve como posibles instrumentos para la transformación de la naturaleza humana. La versión 2002 de la Declaración Transhumanista establece: «La humanidad va a cambiar radicalmente en el futuro a través de la tecnología. Prevemos la viabilidad de rediseñar la condición humana, incluyendo parámetros tales como la inevitabilidad del envejecimiento, las limitaciones de los intelectos humanos y artificiales, la psicología no elegida, el sufrimiento, y nuestro confinamiento en el planeta Tierra”. [2]
Su propuesta más radical es la superación de la muerte. Aunque el objetivo suene a fantasía, hay científicos y filósofos influyentes comprometidos con él. El destacado científico e inventor transhumanista, el Dr. Ray Kurzweil, sostiene que durante la mayor parte de la historia humana la muerte se toleraba porque no había nada que se pudiera hacer al respecto. Pero se acerca rápidamente el momento en el que vamos a ser capaces de aislar los genes y las proteínas que causan la degeneración de nuestras células y reprogramarlos. La asunción de la inevitabilidad de la muerte ya no es creíble y debe ser retirada [3]. Michael West, presidente de una de las mayores empresas de biotecnología en los EE.UU., Advanced Cell Technology, está de acuerdo. Argumenta que «el amor y la compasión por nuestro prójimo en última instancia nos llevará a la conclusión de que tenemos que hacer todo lo posible para eliminar el envejecimiento y la muerte». [4]
Aunque creo que la mayoría de las personas en el mundo occidental no comparten aún las ideas más radicales del transhumanismo, la adopción de la preocupación por la autonomía humana que subyace en la filosofía transhumanista es prácticamente universal en la medicina secular y en la bioética hoy. Los testamentos vitales que consagran el derecho de la gente a rechazar el tratamiento para prolongar la vida por prácticamente cualquier motivo, incluso si no se están muriendo, se están convirtiendo en algo tan rutinario en los hospitales como los formularios de consentimiento informado. Oregon, Washington y Montana han legalizado el suicidio médicamente asistido invocando como rodillo retórico el argumento de que se garantiza el derecho a la autonomía de una persona a ejercer la libre determinación no sólo sobre su vida, sino también sobre su muerte. Si la autonomía se extiende a estas cosas, entonces seguramente garantizará la libertad para mejorar mis capacidades.
Me temo que lo único que en la actualidad previene la afirmación a gran escala del imperativo transhumanista es un factor de “asco emocional”, que, podemos estar seguros, disminuirá gradualmente en virtud de la insistencia suave e inexorable de la opinión laica. Cuando lo haga, nuestra racionalidad, aislada por este concepto de autonomía extrema, se encontrará indefensa ante el imperativo tecnológico, que dice: si podemos diseñar nuestro hijo perfecto [5], si podemos ser más inteligentes, más fuertes y más bellos [6], si podemos prolongar indefinidamente la vida humana [7], entonces debemos hacerlo. Si los embriones son sacrificados a través del proceso de experimentación para perfeccionar esta tecnología, o si se introducen desigualdades en beneficio de algunos y en detrimento de otros, ¡estos son los costes del progreso!
La instrucción del Vaticano de 2008 sobre bioética, Dignitas Personae, hablando sobre el uso de la biotecnología para “introducir alteraciones con el supuesto objetivo supuesto de mejorar y fortalecer el patrimonio genético», advierte enérgicamente contra la «mentalidad eugenésica» que tal manipulación promueve. Semejante mentalidad estigmatizará las características hereditarias de la imperfección generando prejuicios contra las personas que las poseen y privilegiando a aquellos que poseen cualidades supuestamente deseables.
La instrucción concluye diciendo: «También hay que señalar que en el intento de crear un nuevo tipo de ser humano se puede reconocer un elemento ideológico en el que el hombre trata de ocupar el lugar de su Creador» (núm. 27).
Los esfuerzos realizados en manipular a la naturaleza humana de esta manera «pondría terminar […] por dañar el bien común» (No. 27).
Notas:
[1] Ver H. Greely, B. Sahakian, M. Gazzaniga, et al., Towards responsible use of cognitive-enhancing drugs by the healthy, Nature 456 (Diciembre 2008), 702-705.
[2] Del sitio web de Humanity+: http://humanityplus.org/learn/philosophy/transhumanist-declaration/transhumanism-declaration-2002. La World Transhumanist Association (WTA), actualmente la mayor organización de referencia del transhumanismo en el mundo, fue fundada en 1998. Por razones de imagen, cambió recientemente su nombre por Humanity+.
[3] Ver la entrevista con Kurzweil en: http://hplusmagazine.com/articles/multimedia/videos/immortalists-short-film-jason-silva
[4] Ibid.
[5] Ver los informes sobre este efecto del influente bioético de Oxford Julian Savulescu, citado en Peter Snow, Woe, Superman?, Oxford Today: The University Magazine, vol. 22, no. 1 (Michaelmas 2009), 14; ver también las aterradoras (e influyentes) teorías de Savulescu sobre la “beneficiencia procreativa” en: Procreative Beneficence: Why We Should Select the Best Children, Bioethics, vol. 15, puntos 5-6 (Octubre, 2001), 413-26.
[6] Ver la máxima utópica de Humanity+: Healthier, Smarter, Happier (“Más sanos, más inteligentes, más felices”), en http://humanityplus.org
[7] Ver los objetivos de la nueva organización Coalition to Extend Life en https://www.coalitiontoextendlife.org/products.php
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E. Christian Brugger es Decano de Ética en la Culture of Life Foundation, y es profesor asociado de teología moral en el Seminario Teológico St. John Vianney en Denver, Colorado. Recibió su doctorado en Filosofía en Oxford en el año 2000.
[Para ponerse en contacto con él, dirigirse a bioethics@zenit.org. El texto debe incluir las iniciales y la ciudad o país].
[Traducción del inglés por Inma Álvarez]