San Sebastián del Oeste
Ángeles González Gamio
La Jornada
Una referencia indispensable para conocer el vasto universo de valores materiales y espirituales de la nación, es la Enciclopedia de México, esa magna obra que coordinó y editó, sin ningún apoyo institucional, José Rogelio Álvarez Encarnación. Años atrás había desarrollado exitosas labores periodísticas y empresariales y durante el gobierno de Agustín Yáñez en el estado de Jalisco, se desempeñó como vocal ejecutivo de Planeación de la Costa, que comenzó el desarrollo de esa zona, dando vida a Puerto Vallarta, ahora convertido en uno de nuestro principales centros turísticos.
Jalisciense de origen y corazón, en su “matria”, como llamaba el historiador michoacano Luis González al pueblo de la madre, en este caso San Sebastián del Oeste, hermoso enclave minero situado en las montañas, a hora y media de carretera del paraíso playero, hace unos días le rindieron a Álvarez, conmovedor homenaje en la escuela que lleva su nombre. Los amigos que le acompañamos, miembros de una tertulia que desde hace más de una década se lleva a cabo en su casona de Coyoacán, al amparo de su vasta y acogedora biblioteca, tuvimos la oportunidad de descubrir una población de señoriales casonas con techos de tejas rojas, entre tupidos bosques y con gente cálida y hospitalaria, entre otros, la sobrina del homenajeado que custodia un museo de sitio que ocupa la mansión en la que nació su progenitora.
Después de la bienvenida en la presidencia municipal, el ingeniero Jorge Dueñas Peña ofreció una sabrosa comida acompañada de la “raicilla” que se fabrica en la zona desde hace siglos. Se hace de un agave exclusivo de la región; el ingeniero ha perfeccionado en su marca El Real, un proceso de elaboración totalmente orgánico y artesanal. Otras suculencias de San Sebastián son su excelente café de altura, también orgánico, el pinole y dulcería casera.
De regreso en Puerto Vallarta continuaron los homenajes, ya que se ha cumplido medio siglo de que Álvarez Encarnación tuvo la visión, al ver desde el aire la espectacular Bahía de Banderas, de desarrollar esa fructífera región hasta entonces prácticamente aislada.
Ver la espectacular puesta de sol caminando por el grato malecón, con el sonido de las campañas de la añeja iglesia, rodeado de las construcciones bajas, de techos inclinados, recubiertos de teja roja, hace evocar el antiguo pueblo de pescadores, que en 50 años se tornó en el eje de progreso para esa zona paradisíaca de nuestro país. Esta bucólica imagen se disuelve al salir del centro y encontrarse con modernas construcciones que alojan hoteles, restaurantes, departamentos, centros nocturnos, boutiques y demás parafernalia que caracteriza los grandes centros turísticos.
Uno de los hoteles más agradables, que cuenta con una linda playa, es el Friendly, antes Hola, que ha revivido Ignacio Cadena, el exitoso empresario de origen sonorense, pero avecindado en Vallarta, a la que ha hecho suya, desde hace décadas. Él ha colaborado con el desarrollo de Vallarta, apoyado por sus hijos, entre otros, el simpatiquísimo cheff Poncho Cadena, por cierto una de las “estrellas” del programa televisivo Gourmet.com en el que promueve la gastronomía mexicana. Ellos tienen el restaurante Leche, con una original decoración, toda en blanco, realizada por otro de los hermanos. La comida con reconocimiento internacional, es de verdad excelente.
No obstante ser básicamente un sitio turístico, Puerto Vallarta cuenta con una población informada, comprometida y que se interesa por la cultura. La prueba es la impresionante asistencia –en algunas ocasiones hasta 800 personas– a las conferencias y encuentros que periódicamente organiza José María Muria, afamado historiador que fundó el Colegio de Jalisco, autor de innumerables obras, sin duda uno de los intelectuales jaliscienses más destacados de nuestro país y generoso anfitrión en su tierra, como lo comprobamos en ese viaje excepcional.
gonzalezgamio@gmail.com