Oficio de Tinieblas y Rosario Castellanos
José Félix Zavala
Francisco Rojas, Bruno Traven y Ricardo Pozas, este último destacado antropólogo queretano, son representantes del indigenismo, que inaugura el veracruzano, Gonzalo Aguirre Beltrán.
La narrativa indigenista está centrada en el enfrentamiento entre la cultura mesoamericana y la cultura occidental.
Mientras en Alemania se construía el Muro de Berlín y la canción “La respuesta está en el viento…” de Bob Dylan, recorría el mundo, en México Rosario Castellanos publicaba su segunda novela “Oficio de tinieblas”, era 1962.
Cuando la novela cae en mis manos, me transforma, San Cristóbal De Las Casas, se me aparece, lo mismo que Pátzcuaro y se vuelven una obsesión, donde la lectura, la arquitectura, sus habitantes me dicen algo sobre el México Profundo, que no conocía, pero si intuía.
Esta obra recrea el conflicto que se da entre los indígenas tzotziles y los ladinos o coletos, en aquel Viernes Santo de 1868, cuando un numeroso grupo de chamulas que acudían a una peregrinación al pueblo de Tzajalhemel, crucificaron al niño Checheb para sustituir con la ejemplaridad de ese Cristo nativo, la devoción por Jesús.
Este hecho, aunado a otros, desencadenó un conflicto, en donde miles de indígenas se enfrentaron al gobierno chiapaneco, para exigir la liberación de los intelectuales indígenas de aquel acontecimiento. Fue la Guerra de Castas chiapaneca.
Balún Canán, fue su primera novela, lleva ya un gran número de ediciones y ha sido traducida a muchas lenguas. Esta novela junto con Ciudad real, su primer libro de cuentos, y Oficio de tinieblas, su segunda novela, forman la trilogía indigenista más importante de la narrativa mexicana de este siglo.
Sobre OFICIO DE TINIEBLAS, la novela de importante vigencia en el México de hoy, ha dicho su autora Rosario Castellanos:
«está basada en un hecho histórico: el levantamiento de los indios chamulas, en San Cristóbal, en 1867.
Este hecho culminó con la crucifixión de uno de estos indios al que proclamaron los amotinados como el Cristo Indígena.
Por un momento, y por ese hecho, los chamulas se sintieron iguales a los blancos.
En los testimonios que pude recoger se resiente, como es lógico, el partidismo más o menos ingenuo.
Intenté penetrar en las circunstancias, entender los móviles y captar la psicología de los personajes que intervinieron en estos acontecimientos.
A medida que avanzaba, me di cuenta que la lógica histórica es absolutamente distinta de la lógica literaria; abandoné poco a poco el suceso real.
Lo trasladé de tiempo, a un tiempo que conocía mejor, la época de Cárdenas, momento en el que, según todas las apariencias, va a efectuarse la reforma agraria en Chiapas.
Este hecho produce malestar entre los que poseen la tierra y los que aspiran a poseerla: entre los blancos y los indios.»
La obra literaria de Rosario Castellanos se inicia en 1948 con la publicación de su obra poética Trayectoria del polvo. En 1957 publica su primera novela Balún Canán y en 1962 su segunda novela «Oficio de Tinieblas». Posteriormente inicia su etapa cuentística y ensayística con su obra Ciudad Real.
Tanto Balún Canán como Oficio de Tinieblas compiten literariamente en el contexto internacional con lo mejor de la literatura soviética de Mayakowski, Pasternak y Solyenitzin.
Los Convidados de Agosto, Álbum de Familia y Mujer que sabe latín. Su obra literaria la hizo merecer los siguientes premios:
Premio Chiapas 1958, por Balún Canán. Premio Xavier Villaurrutia por Ciudad Real.
En 1962 su libro Oficio de tinieblas, obtuvo el premio Sor Juana Inés de la Cruz. Premio Carlos Trouyet de Letras, 1967. Premio Elías Sourasky de Letras, 1972.
Para entender la obra de Rosario Castellanos, hay que explicar y trazar las coordenadas del contexto social, histórico, político y artístico en que se desarrollan su vida y su obra.
Rosario proviene de una familia pudiente de la ciudad de Comitán, situada al sur del estado de Chiapas, muy cerca de la frontera con Guatemala. Es una familia de terratenientes y de no muy buenas referencias entre los indios tojolabales y tzeltales.
Es la clásica familia finquera, que deja sentir su presencia en las regiones chiapanecas de los altos y de las cañadas, desde mediados del siglo pasado. Hoy, para los que conocen esa zona, pueden encontrar en la tradición oral, voces de desprecio entre los indios hacia doña «Chayota» Castellanos, la abuela de Rosario, la matrona implacable de la familia Castellanos en la región, y que actualmente tiene su exponente a través de la figura de otro personaje de la familia: el general Absalón Castellanos Domínguez, ex gobernador chiapaneco, secuestrado y liberado por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, en 1994. Esa era la prosapia de Rosario.
Sin embargo, Rosario Castellanos, es la parte creativa, humana, femenina, crítica y sensible, que logró con su obra, sus ideas y acciones, trascender el peso de su familia en Chiapas.
Nació Rosario Castellanos en la ciudad de México, el 25 de mayo de 1925, y murió en Tel Aviv, Israel, el 7 de agosto de 1974.
Recién nacida fue llevada a Comitán, Chiapas, la tierra de sus mayores.
Ahí hizo sus estudios primarios y dos de secundaria.
Regresó a la capital a los dieciséis años. Se graduó de maestra en filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México, en 1950; más tarde, en la Universidad de Madrid, llevó cursos de estética y estilística.
A su regreso a México fue promotora de cultura en el Instituto de Ciencias y Artes de Chiapas, en Tuxtla Gutiérrez (1952). De 1954 a 1955, con la beca Rockefeller escribió poesía y ensayo.
De 1956 a 1957, trabajó en el Centro Coordinador del Instituto Indigenista de San Cristóbal las Casas, en Chiapas; en el Indigenista de México, de 1958 a 1961, fue redactora de textos escolares.
De 1961 a 1966 desempeñó la jefatura de Información y Prensa en la UNAM, bajo el rectorado del doctor Ignacio Chávez, e impartió las cátedras de literatura comparada, novela contemporánea y seminario de crítica en la Facultad de Filosofía y Letras de la misma Universidad, de 1961 a 1971.
Ejerció con gran éxito el magisterio, en México y en el extranjero; en los Estados Unidos como maestra invitada por las Universidades de Wisconsin y Bloomington, los años de 1966 y 1967, y en Israel, en la Universidad Hebrea de Jerusalén, desde su nombramiento como embajadora de México en ese país, en 1971, hasta su muerte.
Rosario Castellanos cultivó todos los géneros, especialmente la poesía, la narrativa y el ensayo; colaboró con cuentos, poemas, crítica literaria y artículos de diversa índole en los suplementos culturales de los principales diarios del país y en revistas especializadas de México y del extranjero.
En Excélsior colaboró asiduamente en su página editorial, desde 1963 hasta 1974.
Se inició en la literatura como poeta; desde 1948 hasta 1957 sólo publicó poesía.
Los convidados de agosto, su segundo libro de relatos, recrea los prejuicios de la clase media provinciana de su estado natal, y Álbum de familia, el tercero y último, los de la clase media urbana.
En 1972, Rosario Castellanos reunió su obra poética en el volumen intitulado Poesía no eres tú. Desde 1950, año en que publicó su tesis Sobre cultura femenina, la escritora no dejó nunca de incursionar en el ensayo.
En vida publicó cinco volúmenes y póstumamente otros dos. De toda su obra, incluyendo su único volumen de teatro, El eterno femenino, se desprende una clara consciencia del problema que significa, para su autora, la doble condición de ser mujer y mexicana.
Directora de un grupo de teatro tzeltal-tzotzil, secretaria del PEN Club.
La obra de esta mujer, digna de homenaje, está enmarcada históricamente:
Por un lado, tenemos el entorno tradicional de una familia caciquil en el campo mexicano, de larga tradición dentro del sistema político en nuestro país.
Tenemos un contexto internacional marcado por la Guerra Fría, que va de la guerra de Corea hasta la guerra del Yom Kipur, entre Israel, Egipto y Siria.
En otras palabras, Rosario Castellanos y su obra se desarrollan en un tiempo de conflictos mundiales y de ideologías radicalizadas.
La lucha entre Oriente y Occidente, entre el comunismo y el capitalismo, entre la Unión Soviética y los Estados Unidos, y los problemas irresueltos de etnicidad y territorialidad en el Medio Oriente.
Fueron los años cincuentas, de persecución macartista, en donde podemos entender en la novela de Rosario Castellanos, Oficio de tinieblas, aquella referencia al maestro “Fernando”, cuando lo atacaban de «comunista» por el sentido de sus cursos de civismo. «.
Para la mayoría, el vocablo comunista carecía de significación, pero sonaba en sus oídos como el anuncio de algo siniestro y amenazador, encarnado en este hombre de quien nadie sabía su historia».
La obra de Rosario Castellanos tiene un precedente de gran peso, un peso masculino.
Apenas tres años antes de la publicación de Balún Canán, el Premio Nóbel de Literatura se le había otorgado al mejor exponente del estilo viril, el del hombre, su soledad y la aventura, al escritor norteamericano Ernest Hemingway, el estoico y el constante conflictivo ante la muerte.
Evidentemente eran los tiempos donde la literatura seguía signada por la obra masculina.
La obra de Rosario, dentro de estas coordenadas históricas, también está contextualizada por la obra gubernativa de Adolfo Ruiz Cortinez, aquel presidente que concedió el derecho al voto de la mujer, y por la puesta en circulación, en 1960, de la píldora anticonceptiva.
Balún Canán nace en 1957 cuando el cineasta japonés Akira Kurozawa termina su máxima obra, Los Siete Samurais, y nace también cuando en África se inicia un movimiento de independencia generalizada ante la presencia europea.
Balún Canán, la primera novela de Rosario Castellanos, convive con la presencia plástica de David Alfaro Siqueiros, aquel pintor y muralista que decía que no existe arte sin contenido ideológico.
Balún Canán, que significa «nueve estrellas», novela que recrea el campo indígena de Chiapas durante el cardenismo, conoce en el momento de su publicación la exploración del espacio con el Sputnik que lanza la Unión Soviética.
Balún Canán no es ajeno en tiempo a Erich Fromm y su conocida obra «El Arte de Amar», aquel psicoanalista antifreudiano que defendía la libertad del hombre frente a sí mismo y frente a la sociedad.
Balún Canán, la primera obra novelística de Rosario, era, paradójicamente, de las últimas obras literarias indigenistas que se producían en México, y que iniciara en 1935 Gustavo López y Fuentes con la obra El indio, una obra que resaltaba la documentación de usos y costumbres de la vida del nativo y la recuperación del indio instrumentalizado, más con fines políticos que la denuncia de la opresión.
Rosario Castellanos, una mujer que se había criado con una indígena tzeltal, la nana Rufina, de quien aprendiera su idioma y de quien retoma simbólicamente el siguiente párrafo en Balún Canán: -«…Y entonces, coléricos, nos desposeyeron, nos arrebataron lo que habíamos atesorado: la palabra, que es el arca de la memoria…».
Hay que decirlo, estamos hablando ahora del contexto literario, de las coordenadas indigenistas de la literatura que van del poeta César Vallejo, José Carlos Mariátegui, Manuel Soroza, José María Arguedas, todos ellos peruanos; del Premio Nóbel de Literatura Miguel Ángel Asturias, escritor guatemalteco.
Voy a ser simple: la obra novelística de Rosario Castellanos llega cuando la moda literaria del indigenismo estaba terminando, y por el contrario, arribaban nuevas formas literarias, como el neorrealismo soviético y el existencialismo francés y, por otro lado, la obra dinámica de las artes plásticas en Vasarely y el expresionismo profano de Pedro Coronel, la confabulación plástica de Toledo, y las configuraciones escondidas del narcisista José Luis Cuevas, ya estaban presentes.
La obra novelística de Rosario, es en realidad una trilogía compuesta por Balún Canán, Oficio de Tinieblas y la recién editada Rito de iniciación, con ella se cerró el ciclo Chiapas y se inició la etapa citadina, influenciada por el entusiasmo, el vigor y la inteligencia del «nouveau roman».
Cuando Rosario se encontraba en lo mejor de su etapa feminista, 1970-1974, el mundo ya había cambiado.
Vientos favorables a la mujer llegaban. En el escenario internacional, el movimiento feminista era ya una realidad.
Voces como la de Susan Sontag, Simone de Beauvoir, Jane Fonda, Sol Arguedas, Alaide Foppa y un grupo de mujeres intelectuales mexicanas, que luego constituyeron la revista Fem, hacían escuchar sus propuestas y sus inquietudes.
En este contexto, Rosario Castellanos se manifestaba como una intelectual, que se encontraba en la primera línea de un frente contra la discriminación, la inferiorización y la desigualdad de relaciones y derechos que corresponden a la mujer.
Cuando Rosario Castellanos muere en aquel lamentable accidente en Tel Aviv, Israel, era el año en que el crecimiento demográfico era la preocupación mundial: 4 mil millones de personas estaban en relación asimétrica con el desarrollo armónico y el consumo de energéticos y alimentos.
Consecuentemente se inician en el mundo con toda intensidad los programas de control de natalidad, con la carga que ello significaba para los derechos de la mujer.
La mujer y la reproducción humana pasaban a ser punto de solución a una situación que tenía causas estructurales.
Al año siguiente, 1975, ya sin la presencia de Rosario, se celebra el Año Internacional de la Mujer, iniciativa por la que Rosario Castellanos Figueroa luchó y que ya no pudo ver culminada.