«Soy artista»

Memorias de los pasajeros

Joaquín Guillén Márquez

La Jornada Semanal

PLACER

Veo con claridad cada parte de tu cuerpo. De pronto todo es oscuridad. Ahora siento nuestro suave vaivén. Una mano que no es tuya se apodera de mis hombros. Escucho los quejidos de los que están a un lado de nosotros. Nos juntamos más, como si el calor no fuera suficiente. Alguien te separa de mí para ponerse en tu lugar. Logro identificar ese olor a sudor femenino. Después siento una respiración al oído. Regresa la luz y seguimos ahí: en el Metro a las seis de la mañana.

MODUS OPERANDI

–A ver todos, por andar de pinches cabrones se las vamos a soltar dura.

En la estación Guerrero estaban diez personas acorraladas por cinco policías. Las personas que habían sido detenidas eran, evidentemente, comerciantes.

–No oficial, ¿cómo nos podemos arreglar?

–Nosotros no somos así, carnal, aquí a todos se los va a cargar la chingada.

Mientras los otros discutían, había dos que entre ellos se secreteaban.

–¿Tú a qué te dedicas? –dice uno de los dos.

–Soy músico, estoy aprendiendo a tocar la guitarra pero no me alcanza para pagarme la escuela.

–¿Hoy cuánto sacaste?

–Nada, es la primera vez que lo intento en el Metro.

–Y ya te agarró la pinche poli.

De pronto uno de los policías habló para todos.

–A ver, ustedes, cien pesos cada uno. Si no, aquí los vamos a tener por andar de cabrones.

Los vendedores de películas, música, documentales… En fin, los clásicos vendedores del Metro dieron sus cien pesos. Menos uno.

–¿Y usted joven? ¿No se va a caer?

–Es que yo no traigo nada.

–¿Qué es lo que vende? Chance si nos das algo de tu mercancía.

–No vendo nada, soy artista…

–¿Ya escuchaste, pareja? Que es artista…

CARNADA

El asiento vacío es como carne en una jaula de leones hambrientos. No se puede estar seguro de quién lo ganará. La astucia de los pasajeros es increíble en esos casos. Pueden ir desde distracciones, pisotones, empujones, golpes, miradas, gritos como “¡Es mío, cabrón!” y hasta un piquete en los ojos. Una vez me tocó presenciar una alianza entre dos mujeres. La primera estorbó mi camino para que la otra avanzara, no sin antes empujarme. En una suerte de empatía femenina, las nuevas amigas disfrutaron de la comodidad y el entretenimiento que les causaba verme aplastado entre más personas.

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