Chihuahua: los territorios en la mirada de los pueblos indígenas
Magdalena Gómez
La Jornada
Realmente estimulante es dar cuenta de que más allá de la narco nota roja que en los últimos tiempos parece definir al estado de Chihuahua, encontramos espacios como el que organizó Alianza Sierra Madre. El pasado fin de semana se celebró el foro Territorios Indígenas y Recursos Naturales en la Sierra Tarahumara, en el cual se presentaron las experiencias de las comunidades Coloradas de la Virgen, Choréachi, Mala Noche, Wetosachi, Mogótabo, Baqueachi, Repechike, Wawachérare, Bakéachi y Bakajípare de la Sierra Tarahumara, así como de Chicomuselo, Chiapas.
En conjunto, los relatos y denuncias en voz de autoridades indígenas rarámuris, odamis, pimas, académicos y abogados mostraron un crudo panorama de los impactos que, en cascada, generó la contrarreforma salinista al artículo 27 constitucional frente a la aún pálida herramienta que entraña la normatividad indígena expresada en el Convenio 169 de la OIT, la Declaración sobre Pueblos Indígenas de Naciones Unidas y el texto del malogrado artículo segundo constitucional. Paradójicamente se sigue defendiendo el territorio por la vía agraria y en ese terreno se han logrado resoluciones favorables que, sin embargo, se estancan en la fase de ejecución. Fue, sin duda, un acierto colocar en el centro a los territorios y desde ahí se mostraron las diversas formas de despojo y asedio de las instancias oficiales. De paso, se insistió en demandar respeto a los pueblos y autoconvocarse a la unidad; señalaban: “Ahora nos tienen como aplastados; si nos ponemos de acuerdo, todos sí podemos levantar fuerza”. Se analizó cómo se han llevado a cabo los proyectos turísticos, como el recién inaugurado teleférico, los hoteles y su impacto nocivo tanto en el desplazamiento de poblaciones como en las diversas formas de contaminación; “en el divisadero antes salían animales que ya no se ven, como venados o conejos; se han ido por el calor que generan cuando tiran a la barranca muchas cosas que dañan el ecosistema, el medio ambiente”. Insistieron en que no quieren irse de ahí aunque les paguen; ya algunos están viviendo en la cueva porque vendieron; el dinero se les acabó de un día para otro.
Se denunció el proyecto denominado Circuito Mar de Cortés-Barrancas del Cobre, cuya finalidad es que los destinos y productos turísticos estén en los mercados. Asimismo, se mostró una radiografía de las razones que explican la expansión de concesiones para la exploración y explotación de minas, el grave impacto ambiental y de salud, así como las falacias con que las empresas protegidas por el Estado pretenden mitigar esos daños.
Fue notable la participación de mujeres indígenas y la aceptación de esta nueva realidad. Señaló uno de los participantes: “Que las mujeres digan qué quieren; que se junten, ya que anda muy de fama el género”. Una de ellas expresó: “El derecho que peleamos es el bosque, porque ahí nacimos, ahí nos criamos; es lo que dejó nuestra abuela. Como nos están robando la madera, nos empezamos a juntar y a detener la carretera para que no pasara la madera, y decían que nos iban a encerrar, pero respondimos que también teníamos derechos, que la madera no la íbamos a regalar”.
Hace unos meses fue asesinado el abogado Ernesto Rábago Martínez y su esposa, la abogada Estela Ángeles Mondragón, ha sido amenazada sin que hasta la fecha se cuente con una investigación. Pese a las dificultades y atropellos para favorecer a los chabochis (mestizos), prevaleció un ambiente de reflexión a fin de precisar estrategias de defensa. Alguno de ellos anotó:
“La intención de todos los que nos ayudan a veces los veo lejanos, los que nos interpretan; entonces a veces pensamos que es un juego en el que estamos metiéndonos en una cancha ajena con reglas que desconocemos, donde el árbitro está en nuestra contra y la porra está perdida. El fondo está en nuestra historia, en nuestro modo de ver el mundo; pueden venir y sólo hay interpretaciones; muchas veces nos sentimos desnudos ante tantas investigaciones; siguen los despojos; sigue la colonización, están los desarrollos turísticos, las presas, las mineras. Ojalá que la porra se una más y que los rarámuris estemos más despiertos; a veces nos preparamos, pero ya no regresamos.”
En cada uno de los casos presentados se mostraba, con mapas precisos, la afectación del territorio mediante las diversas resoluciones agrarias, creando ejidos encima de rancherías indígenas o dividiéndolas a través de los límites municipales; todos sabían con cuántas hectáreas han sido afectados y en favor de quiénes, usualmente mestizos.
El foro buscó procesar consensos para unificar propuestas. Destacaron la defensa de su patrimonio y la necesidad de avanzar en una legislación indígena en la entidad, así como reformas a leyes federales de manera que en ellas se reflejen los derechos que se han logrado en el plano internacional. En suma, este 12 de octubre bien podemos cantar: ¿Quién dijo que todo está perdido?