Un poema para
Pier Paolo Pasolini
La Jornada Semanal
Hugo Gutiérrez Vega
Hoy se me antoja
decir que estás vivo en el poema de Frank O’Hara
aunque no te mencione.
En el poema se habla de fantasmas de celuloide
más vivos que nunca (Horacio Quiroga los veía por las calles de Buenos Aires
y el de la voz sugiere que su música de fondo sea un tango de Piazzola)
y se habla de ellos
para declarar un amor por el misterio cotidiano,
y decir de nuevo (ay, Bernanos, justo, mal católico,
defensor del aire libre de España) que “todo es gracia”.
Llego a tu playa del otoño perenne
con unos cuantos dones para el recuerdo:
rimas de Cavalcanti,
algunas cosas del Renacimiento:
la tarde en un camino toscano,
el mural escondido en la pequeña iglesia,
un trago de vino de Orvieto,
un pedazo de pan campesino,
las cartas de Gramsci,
la dulce furia de Visconti,
la música acogotada de Tartini,
Sicilia hecha a la medida de Sciascia,
un guiño de Totó,
la noche en Pescara,
los ojos putrefactos de D’Annunzio revisitado,
un poema tuyo y varias películas de Leopardi,
los senos de la Loren, los ojos de Silvana,
Gassman y Alfieri oscilando en las cornisas del Capitolio,
un vago poema de Montale
y tu hambriento de ricotta
muerto junto al cristo maquillado.
En tu playa juegan los niños
y la luna hace su fade in con todas las reglas del artificio.
Nos sentamos a llorar, a reír, a trabajar,
a vivir, a morir contigo;
a repasar las “fundamental things of life,
as time goes by”.