De salida del IEQ
Efraín Mendoza Zaragoza
Palabras pronunciadas en la sesión ordinaria de
Consejo General el lunes 13 de diciembre de 2010.
Sean estas últimas palabras para hablar a título personal.
Deseo dejar constancia de mi profunda gratitud personal hacia la institución, a cada uno de los ciudadanos que la forman y la formaron en el curso de los últimos trece años.
Hoy concluye esta travesía iniciada en horas de vendaval, el 11 de diciembre de 1997. Corresponde a la ciudadanía el juicio final sobre nuestro desempeño. Dentro de mis limitaciones personales y dentro de las limitaciones impuestas por la ley, procuré poner mi mejor esfuerzo para cumplir con mi deber. Viví las tensiones y la complejidad propias de los colegiados. Sentí siempre entusiasmo por el estudio de los asuntos y disfruté la deliberación inherente al tejido de los acuerdos. Comprendí las dificultades que en el terreno de los hechos enfrentan los nobles fines de una institución como ésta.
Al mismo tiempo, procuré en todo tiempo no hacer personales las diferencias de criterio, pero si en algún momento el tono empleado en mis exposiciones hubiera ofendido a alguien, sirvan estas palabras para suplicar comprensión. Me costó trabajo pero comprendí que a veces los aprendizajes llegan por flancos inesperados. Cómo no recordar en la hora de la despedida a algunos de nuestros muertos: a don Sebastián Ramos, antiguo comisionado del Partido del Trabajo, y a Apolonia Villarreal, representante del Partido de la Revolución Democrática y asistente en el parto de esta institución; y por supuesto, al sociólogo Carlos Dorantes González, conocedor de la materia electoral, agudo crítico del ejercicio del poder y permanente inspiración personal. Los otros dos ocuparon un asiento entre nosotros, en esta misma mesa.
Tuve la oportunidad de apreciar la importancia de este órgano del Estado para la preservación de la seguridad jurídica, la paz pública y la construcción de la democracia como modelo de organización de la vida comunitaria. Nos tocó vivir aquí un intenso período de efectiva competencia electoral marcado por la alternancia. Gracias a la efectividad del sufragio, en Querétaro ninguna elección se resolvió en las calles o mediante la violencia.
Si la democracia supone reglas, instituciones garantes y valores, habrá que admitir entre nuestros grandes déficits nacionales que se han diseñado instituciones democráticas pero no hemos producido ciudadanos democráticos. La construcción de ciudadanía pasa por la libertad como atributo fundamental del individuo y pasa también por asumir la autonomía y la independencia no como pose discursiva sino como actitud y disposición de ánimo.
Hace 15 años las fuerzas políticas consensaron reformas de fondo para evitar que la ciudadanía dejara de sentirse afuera. El primer paso se dio en la elección de los gobernantes: dejó de organizar las elecciones el gobierno y transfirió esa función a organismos vigilados por ciudadanos. Con posterioridad, un segundo paso se dio en la transparencia y la rendición de cuentas. En ambos campos hay tentaciones autoritarias inadmisibles. En el imperio de la voluntad ciudadana bajo ninguna circunstancia pueden aceptarse retrocesos. Más aún, habrá que orientar las energías sociales a transitar de la democracia electoral a la democratización de la economía. Hoy los segmentos organizados de la sociedad caminan por una ruta sin retorno: es necesario que la gente común conozca el funcionamiento de las máquinas del orden social y se apropie de ellas; es preciso que la sociedad organizada se constituya en contrapeso del poder y frene sus excesos.
Tras esta travesía de trece años, ubicados ya en la otra orilla, concluyo esta responsabilidad con satisfacción, con importantes acumulaciones y con abundante gratitud. Desde la academia y desde los espacios de la sociedad civil organizada me mantendré atento. Días vendrán que nos someterán a prueba. El actual vendaval no puede arrastrar a la institución.
A las fuerzas políticas, a la estructura profesional que fue eficiente sostén de la institución, y a todos mis compañeros trabajadores, uno por uno, les deseo lo mejor. Mis mejores deseos, también, a quienes nos habrán de relevar. Cumpla cada quien su responsabilidad. Muchas gracias.
Ciudad de Querétaro, diciembre 13, 2009