La Jornada mundial del 1 de enero de 2011
Mensaje de Benedicto XVI
Libertad religiosa
camino para la paz
La política de la fraternidad
El antiguo dicho latino que exhorta a preparar las armas en función de la paz -si vis pacem para bellum- de alguna manera resuena en el mensaje de Benedicto XVI para la Jornada mundial que tendrá lugar el próximo 1 de enero. Pero son armas distintas de las «destinadas a matar y a exterminar a la humanidad», como subrayaba Pablo VI: en efecto, se necesitan «sobre todo armas morales, que den fuerza y prestigio al derecho internacional». Y entre estas hoy urge la libertad religiosa, sobre la cual el Papa reflexiona a partir de los horrendos actos de violencia e intolerancia que se suceden sobre todo en Irak, aunque no sólo allí.
En el mensaje papal al análisis mira a la situación internacional en su conjunto y afirma amargamente que en algunas regiones del mundo «no es posible profesar y expresar libremente la propia religión». En otras, en cambio, la intolerancia y la violencia se afirman mediante «formas más silenciosas y sofisticadas de prejuicio y de oposición hacia los creyentes y los símbolos religiosos».
Sin abandonarse a énfasis retóricos y sin demasiados ejemplos, que lamentablemente no sería difícil enumerar, Benedicto XVI comienza con una afirmación incontestable: «Los cristianos son actualmente el grupo religioso que sufre el mayor número de persecuciones a causa de su fe». Precisamente como en Irak, donde en Bagdad el «vil ataque» contra la catedral siro-católica asesinó a dos sacerdotes y exterminó alrededor de cincuenta fieles, pero también en otros países asiáticos y africanos, en perjuicio de las minorías religiosas. Mientras que en Europa numerosas fuerzas trabajan para renegar de la historia y los símbolos religiosos de la mayoría de los ciudadanos. Pisoteando pluralismo y laicidad, con el resultado de fomentar odio y prejuicio.
Negar la libertad religiosa y oscurecer la dimensión pública de la religión genera una sociedad injusta y va en contra de la paz. La afirmación se acompaña a una crítica radical del relativismo moral, que «es en realidad el origen de la división y negación de la dignidad de los seres humanos». Y rechazando fundamentalismo y laicismo -que el mensaje define «formas especulares y extremas de rechazo» del pluralismo y de la laicidad- el Papa repite que las religiones tienen un papel importante en el ámbito político y cultural porque pueden constituir «un factor importante de unidad y de paz».
La fuerza de las afirmaciones de Benedicto XVI se basa en la convicción de que el mundo «tiene necesidad de Dios» y en la razón, que todos pueden compartir (no es casualidad que se cite a Cicerón en un texto atravesado por la conciencia de la especificidad hebraica y cristiana). Y al recibir a cinco nuevos embajadores ante la Santa Sede, el Papa ha dicho con claridad que la Iglesia no actúa como una lobby y que su política es sólo una: la de la fraternidad. (Giovanni Maria Vian)