«Toda experiencia en la literatura hay que aplaudirla»
Entrevista Juan Eduardo Zúñiga
WINSTON MANRIQUE SABOGAL
Brillan monedas oxidadas es lo nuevo de uno de los grandes cuentistas españoles. Quince historias que piden ser leídas en voz alta. Hablan de seres con vidas impostadas que un día se rebelan en pos de su propia salvación. «El relato refleja la diversidad de nuestra actividad diaria»
Recogida en el silencio, la casa de Juan Eduardo Zúñiga está cálida, solo la mesa de mármol grisácea y fría en el centro del salón recuerdan el invernal otoño. Espera al fotógrafo, sentado en uno de los sofás alrededor de la mesa donde hay un solitario con una orquídea y una pila de libros de diferentes autores que prometen desvelar los secretos del arte de la escritura y la lectura. Temas sobre los que en unos 16 minutos empezará a reflexionar el propio Zúñiga (Madrid, 1929), que acaba de publicar Brillan monedas oxidadas (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores). Quince cuentos, agrupados en tres apartados, que invitan a ser leídos en voz alta y que muestran una escritura diáfana y despojada de rebuscamientos. Hablará, con su voz pausada y baja, de eso, y del duelo entre la creación literaria experimental y tradicional.
Juan Eduardo Zúñiga
«La esencia del hombre no es exclusivamente la física, también está la razón poderosa del conocimiento de su tradición»
«Es una sorpresa, y me gusta, que me digas que los cuentos piden ser leídos en voz alta. Yo soy partidario de la literatura oral y de la comunicación antigua. Acaso influye en esto que he utilizado una escritura muy clara, precisa, sin ningún juego estilístico, para que el lector no tenga tropiezos en la parte sintáctica. Es una literatura que lleva el núcleo del tema a la conciencia del lector. Precisamente en Madrid tenemos un ejemplo de ese hacer, Pío Baroja. Aunque por esa época se le consideraba un escritor corriente, pero tenía una elaboración muy cuidada para decirlo todo con las palabras exactas. Es uno de los grandes maestros.
Nuestra época es imperiosa, nos obliga a utilizar los términos habituales, pero que a la vez sean muy expresivos y bellos. Lo importante, también, es que un texto tenga belleza y claridad. La belleza, incluso, a veces, se consigue con un cierto ritmo interior de la frase; esto ayuda a que el lector lo viva como un recitado poético si cada frase está cuidada en ese sentido del ritmo, de la cadencia de las palabras.
Hay múltiples formas de escribir, y toda experiencia en la literatura hay que aceptarla y aplaudirla. Algo aportará a este gran cúmulo de la cultura que está en marcha y que continuamente debe recibir estímulos novedosos.
Nosotros estamos estudiando la literatura a partir del siglo XV. Es la lengua del Quijote, y sabemos cómo se expresaban Góngora o Quevedo. Por eso creo que se está haciendo un gran trabajo con todas las academias de Latinoamérica. La obra literaria, o cualquier obra de arte, debe pensar que ha de integrarse en ese gran conjunto que atraviesa los siglos. Un idioma cuidadosamente formado es como el respaldo, el soporte que un pueblo tiene; aunque parezca que la esencia de los hombres es exclusivamente la física, la subsistencia, también hay esta razón poderosa del conocimiento de su tradición».
El timbre de la puerta despierta la casa. Y un poco más con las pisadas de Zúñiga que apenas crujen sobre el suelo de madera mientras va a abrir la puerta al fotógrafo. Avanza lento y seguro por el pasillo. En unos doce minutos, una vez acabe la sesión de fotos, empezará a recordar parte de su despertar como lector y autor, de su admiración por los rusos y del cuento en España y de los homenajes que rinde en este libro.
El Pais
«Siempre me atrajo la literatura rusa y entre sus muchos valores admiro la identificación de sus autores con la naturaleza de su país y su compromiso ético. Los escritores que más me han influido son: Iván Bunin, Turguénev, Chéjov, Paustovski y, en especial, el poeta Blok al que debo mi descubrimiento de la ciudad como objeto literario. Con ellos he vivido, además de esa educación ética, un despertar de sensibilidad, una iluminación de aspectos de la vida corriente que para mí estaban en sombra.
En mi nuevo libro rindo homenaje a varios personajes reales como a Kafka y al poeta portugués Sá Carneiro. Estos dos me han interesado por ser figuras desarraigadas que ocultan algo y temen ser descubiertas, como sucede con otros tipos de la España antigua que protagonizan algunos relatos.
Es el caso de Interminable noche de miedos, que he situado en el siglo XVI. Es una familia que teme, oye una voz que canta por las noches y en la mañana encuentran a una mujer muerta en la puerta de la casa con un símbolo musulmán en la mano. Es una mujer morisca que recuerda el problema tan grave que tuvimos aquí con ellos. He querido tocar ese capítulo de nuestra historia, la expulsión de los judíos y luego de los moriscos. A ella me gustó ponerla como una mujer morisca que cantaba pidiendo que se le abriera la puerta, pero sin atreverse a eso, porque era perseguida. Los de la propia casa son moriscos, pero son cristianos de puertas para afuera. Es la impostura por sobrevivir. Es una reivindicación frente a intolerancias que se siguen viviendo.
Tengo una visión muy optimista sobre el cuento en España, porque se está valorando más y se le reconocen todas sus posibilidades. Incluso ya se oyen opiniones de que el cuento al lector le satisface más que una gran novela. Es una réplica de su discontinuidad de acontecimientos en la vida, de la brevedad de los periodos diarios de una persona. No está como en otras épocas las 24 horas del día, o la mayoría de él, con un mismo ritmo, sino que los seres humanos estamos obligados a muchas rupturas. Somos más activos, pasamos de un tema a otro y esto se reproduce bien en el cuento. La puerta de un relato viene de su desarrollo y termina como muchas de las peripecias diarias, sin nada preciso, quedan abiertas. Aunque el cuento refleja la diversidad de nuestra actividad diaria, se dice esto en el momento en que se están publicando libros de 700 páginas, pero que tiene una explicación: el lector participa de la vida de los personajes, se hunde en otra vida y sigue la secuencia de una existencia ajena con un encanto superior al de su vida cotidiana».
El fotógrafo abre una de las puertas-ventana y pide a Zúñiga que se ponga delante. El ruido de la ciudad y el frío amenazador irrumpen en la casa. A su espalda quedan las copas de los árboles del parque del Retiro con todos los verdes que descubre el otoño y el horizonte azulado que deja la bruma de Madrid. La misma ciudad que empezó a retratar hace 30 años en toda su condición humana a través de sus inolvidables historias de la Guerra Civil y la posguerra, con Largo noviembre de Madrid, luego La tierra será un paraíso y, en 2003, Capital de la gloria (Premio Nacional de la Crítica). Ahora, el conflicto español ha quedado atrás. En su nuevo libro son diferentes los escenarios y épocas donde se habla de personas que se rebelan contra su propio destino y buscan encontrarse a sí mismas en pos de su felicidad real. De esos destinos y del auge de la literatura sobre la Guerra Civil reflexionará en unos cinco minutos cuando deje de posar para el fotógrafo.
«Nunca será excesivo que se escriban novelas y relatos que desde la complejidad literaria penetren en un periodo tan trágico de nuestra historia, y no solo la etapa de la guerra sino también la posguerra debe ser materia narrativa.
En cambio, en esta antología he querido incluir relatos que bajo su apariencia realista se encuentre el fluir de las conciencias, lejos de la voz de la historia. Dividí el libro en varios espacios narrativos que me permiten mantener las distintas atmósferas. Son relatos que transcurren en un ambiente simbólico, de espacios cerrados, donde está presente el poder, la avaricia, el miedo, pero donde también se materializa el deseo de libertad.
Trato de vidas impostadas, fracasadas, y algunas terminan de manera trágica, pero igualmente de rebeldes sin ataduras que luchan por avanzar en un camino de salvación. Acaso no de una manera muy consciente porque sus instintos de salvación se suscitan en zonas muy profundas y es una pulsión que busca una forma de vida que les pueda dar la felicidad. Parece como si la época no hubiera modificado estas situaciones de la personalidad. Es como si no influyera la situación o el momento histórico, porque siempre el ser humano tiende a poner en marcha esa brizna de energía que llamamos vida que es la que nos salva y hace que sigamos viviendo, en una marcha progresiva.
Un relato sugiere al lector incluso ideas que para el autor son nuevas. Como si se sorprendiera de que su lector descubre aspectos que él no ha puesto, o que lo ha hecho de manera no consciente, sino desde un sustrato muy hondo del individuo. Esa es la parte más admirable de la creación literaria. Hay personas que han sido profundamente influidas por la lectura y si le consultaran al autor se quedaría sorprendido del efecto diabólico que ha tenido sobre él. Para mí sería una satisfacción que este libro consiguiera inquietar al lector.
A mis cuentos, casi instintivamente, les dejo algunos aspectos para que el lector opine. No le cierro la interpretación racional del relato, sino que queda un poco abierto, para que el lector camine luego por el terreno del cuento, lo lleve consigo… Esto hace que le dé un ligero tono simbólico, como si la explicación racional no quedara explicada, sino que algo queda flotando.
Por todo eso, el título del libro, Brillan monedas oxidadas, alude al paso del tiempo que erosiona la memoria pero esta con su fulgor siempre perdura».
La puerta-ventana se cierra y el escritor acompaña al fotógrafo hasta la puerta con sus pisadas de tímido chirrido que van, crak, crak
… y que después van hasta el comedor. Juan Eduardo Zúñiga se sienta en la cabecera de la mesa, su esposa le trae un café con leche, y, emboscado por ese aroma penetrante y vivificador, empieza a decir todo lo que acaba de contar.