«Escribo por lo mismo que leo, porque no me encuentro bien»
El dichoso Typad.
Me ha borrado las 500 palabras que había escrito.
Resumo, pues.
Decía que me gustó la respuesta que da Juan José Millás a la pregunta de Jesús Ruiz Mantilla en EL PAIS Semanal, por qué escribo.
Él dice que escribe por lo mismo que lee, porque no se encuentra bien.
La escritura nace del malestar; de la dicha casi nada nace, acaso la lectura.
La escritura responde a una pregunta, y genera más preguntas, surge de un rasguño, o de una herida, pretende derribar un dique, y después de ese dique vienen otros diques.
¿Por qué escribo? Carlos Fuentes responde:
«¿Por qué respiro?»
Escribir es respirar, encierra las mismas dificultades, se asoma a iguales incertidumbres o aventuras.
Julio Llamazares suele decir que uno escribe para impedir el paso del tiempo, para dominar la angustia que genera lo que aún no se conoce pero que ya ocurrió, ya le ocurrió a otros.
Léase La lluvia amarilla.
Escribo porque no me tolero, porque no me encuentro bien, porque sin hacerlo no podría respirar, escribo (dice Jorge Semprún) para huir de la muerte que me señala… Tantas respuestas como autores, y la escritura siempre desatará las mismas cuestiones, iguales incertidumbres, la escritura nace de la más absoluta indefensión.
Hacía, algunas consideraciones sobre la maldad y la escritura, pero ahora no recuerdo muy bien qué había escrito.
Recuerdo, eso sí, que recomendaba muy vivamente el libro del que habla hoy Mario Vargas Llosa en su columna quincenal: Missing, del chileno Alberto Fuguet.