“AQUELLOS TIEMPOS”.
Mario Rodríguez Estrada.
“UN HOMBRE VALE POR LO QUE CONSTRUYE”.- Alejandro Casona (1903-1965), dramaturgo español.-
LAS HUELLAS DEL PASADO.-
Cada vez que tengo oportunidad de recorrer la antigua calle de Madero, muy cerca de mi idílico Jardín Guerrero, escenario de mis primeras aventuras infantiles y tímidos amorosos lances juveniles, me atrae, como poderoso imán, la entrada de la vieja Posada de Santa Clara, con reverencia observo su amarillento piso y la cuadrada mancha dejada por una pequeña caseta de madera, que por muchos años sirvió de asentamiento a una de las mejores relojerías de la ciudad, cuyo propietario la construyó allá por los años de 1953, mejorando las pautas y planos que le dejaran dos previas intentonas, por comercializar su oficio…Don Juan Juventino Rodríguez Macías, telegrafista del ferrocarril mexicano, sufrió, durante uno de sus viajes a la estación de Mariscala, cercana a nuestra ciudad, donde cubría su plaza, un tremendo accidente ferroviario, salvándose de morir, como decenas de personas, por muy poco, malherido logró subirse a uno de los postes telegráficos, conectando su aparato personal para dar cuenta de lo sucedido, bajando sin saber cómo, se desvaneció y despertó en un hospital de la ciudad de Querétaro…por varios meses permaneció en el hospital “Colonia” de la ciudad de México, pues un malestar amnésico le obscureció su mente, recomendando los doctores a su joven esposa, María Luisa, que intentara buscarle una nueva terapia ocupacional, así primero le ofrecieron uno de los primeros juegos llamados “Mecanos”, lo que le permitió construir carritos y avioncitos…uno de sus sobrinos, Enrique Fernández Rodríguez, que aparte de Médico, era un aficionado a la relojería, lo invitó a armar y desarmar relojes, primero despertadores, mas tarde aquellos bellos y magníficos relojes de bolsillo, más conocidos como “ferrocarrileros”…tan buen alumno resultó, que muy pronto superó al maestro; alternando, ya repuesto, su oficio de telegrafista con el de relojero, atreviéndose a “instalar” su primera relojería en la cercana población de Empalme Escobedo, Guanajuato, donde junto con su familia residió por un tiempo.
Al volver a la ciudad de su esposa, la bella y colonial Queretarín de las flores,(1946), construyó su primera caseta-relojería, en la primera calle de Hidalgo, precisamente enfrente de donde estaba instalada la primera radio difusora queretana, la añorada XEJX , acreditándose prestamente entre los locutores y artistas de la misma, los que se encargaron de recomendarlo a sus amistades, EBEL le puso por nombre y durante algunos años funcionó, brindando un excelente servicio a la entonces adusta y severa sociedad queretana de “Aquellos tiempos”…por cierto, en esa misma casa, al fondo vivía la familia del ahora Licenciado Hernández Palma, relajiento y alegre, que para 1958 se hiciera famoso por su participación en la huelga Universitaria contra el Gobernador Juan C. Gorraez, buscando la autonomía, cortándole, finalizado el movimiento, la corbata al mismo ciudadano Gobernador .
En los avatares de su vida emocional, Don Juventino, repartió su vida entre la ciudad de Torreón, Coah., donde también fundó varias relojerías, volviendo al cabo de algunos años a Querétaro, construyendo, de nueva cuenta, otra caseta-taller, ahora en las calles de la avenida Madero, enfrente de la famosa y colonial iglesia de “Santa Clara”, bautizándola como “La Exclusiva”…de nuevo su no olvidada “pata de perro” le llevó, otra vez, a Torreón, vendiéndole el taller a otro buen relojero, Sr. Romero, que con el mismo nombre la mantuvo mucho tiempo, hasta que falleció; mientras tanto Don Juventino, ya jubilado del ferrocarril, retorna a Querétaro y construye otra caseta taller, a la entrada de la “Posada Santa Clara”, bautizándola, ya sin rubor, como “Relojería del Mago”, y es que eso era nuestro personaje, pues no había reloj o maquinaria que se negase a funcionar si caía en sus manos; ahí tuvo a dos de sus tres hijos como sus fervientes alumnos, heredándole el título de “El Mago” a su segundo hijo, Jorge Rodríguez Estrada, el cual ahora funciona como tal en el estado de Texas, allá en la ciudad de Austin, el más pequeño, José Manuel, tuvo que declinar seguir con la profesión, pues doña muerte lo llamó demasiado pronto. Por cierto, en “Aquellos tiempos”, un vivísimo niñito, blanquito y menudo como ratita, se metía al taller indagando que era lo que ahí hacían, cansado de jugar con su eterna pelotita de fútbol y aburrido de permanecer encerrado en sus habitaciones de la posada, esperando la llegada de su señor padre, el cual entrenaba a un equipo de fútbol llamado “Los atletas campesinos”…¿Quien habría de decir que muchos años después, aquel menudo niñito habría de convertirse en entrenador de los ahora “Gallos Blancos”?…Saludos y mucha suerte Gustavo Matosas…Y saludos a mis tres Magos…Don Juventino, mi padre…Jorge y Pepe mis recordados y queridos hermanitos, les abraza…su cuatacho de “Aquellos tiempos”…Mario RE.