Querétaro.
Nda-Maxei, Tlachco, Queréndaro.
Pueblo de indios y de españoles
José Félix Zavala
Del valle de Nda-Maxei, Tlachco o Queréndaro, florecido por la cultura Tolteca y Teotihuacana, desde la época clásica temprana hasta el posclásico y que después fuera frontera de mesoamérica con el Norte o la tierra “bárbara”, salieron dos pueblos, cuando con la fundación de Santiago de Querétaro, se había pensado en solo uno, el de indios.
Poco a poco se fueron avencindando los españoles. Los indios fueron quedaron en el barrio de La Loma y en el de La Otra Banda, hoy San Francisquito y San Sebastián. Mientras los españoles se establecieron alrededor de La Plaza Mayor. Y la Plaza de abajo, hoy Plaza de Armas y jardín Zenea.
El pueblo más viejo o primero fue el de los indios, pueblo que se interrumpía en su monotonía, por las pequeñas capilla construidas por ellos mismos, sin mayor altura que la espadaña y sin más adorno que la austeridad.
Las capillas de indios fueron la de San Sebastián, del Espíritu Santo, San Francisquito, Santa Ana, San Roque, San Gregorio, Santa Catarina, y San Antoñito.
Todas ellas a las orillas del pueblo de españoles o del centro, como se le conoce ahora y con la sencillez en su construcción, del vencido o de quién aprende gradualmente a levantar altares y templos a nuevos dioses.
La traza urbana del pueblo de españoles se realizó hasta 1550, 19 años después que la de los indios, en 1531, fue alrededor del Convento Grande de San Francisco, en una superficie de un kilómetro cuadrado y en 16 manzanas.
La calle real y la de Cinco Señores fue el punto central de la mencionada traza. Hoy la esquina formada por las calles de Madero y Juárez.
En el pueblo de indios las casas eran chicas y bajas, de paja y adobe, según su costumbre, solo sobresalían las de los caciques españolizados, que aún se notan en los actuales barrios de San Francisquito y La Cruz. Las casas de los españoles por el contrario eran grandes, con huerta y solar.
La traza del pueblo de Querétaro, consistió en un plano regulador con demarcador de límites, para la ciudad española y reserva para los indios a “prudente distancia de seguridad”, argüían los invasores fines de adoctrinamiento.
Todo lo que no ocupan las labores, es el sitio de la ciudad que promedia este río, siendo la parte inferior, comunidad de los indios y la superior el lugar de los españoles. Según el decir de Siguenza y Góngora.
La fundación de Querétaro, es básica, junto con otras fundaciones cercanas, para la colonización del bajío, es centro de avanzada hacia la conquista de las tierras del norte o aridoamérica, y es centro de comunicaciones, tanto políticas como religiosas, en la incursión española.
Se da tan solo en la ciudad de Querétaro, la instalación y construcción de 14 conventos, cinco de monjas y los otros de frailes y se apoya el sostenimiento social y político de las ciudades mineras de Guanajuato, Zacatecas Y San Luis Potosí.
Querétaro es al principio solamente un asentamiento para los indios y algunos españoles de la región, pero luego, por el interés de las minas cercanas, se vuelve una ciudad propiamente española.
Este hermoso país visto desde La Loma, causa tanto agrado a los ojos, que faltan colores a la retórica para pintar con propiedad, lo ameno de su cañada, lo divertido de sus barrios, lo fértil de sus contornos, su cerro a la banda del sur…
Todo el siglo XVl fue de trabajo, madera, piedra y adobe, mientras en los contornos de la población, había grupos de indios de guerra. Se hacía de Querétaro, un pueblo para indios y otro para españoles.
Fray Jacobo Daciano y Fray Alonso Rangel, adoctrinaban a los habitantes originales de estas tierras,, mientras se levantaba el suntuoso convento de San Francisco El Grande, a cuya sombra creció el pueblo de Querétaro, su “nueva” cultura impuesta, de allí partió.
El templo de San Francisco, con una torre enorme, sus esquilones echados a vuelo, de una sola nave y coro arabesco. El convento se abre en vanos de dos hileras, cuatro galerías de bóvedas de casquete, con florones relevados, sostenidos por enormes pilastras y arcos de medio punto; Escalera monumental, gótica, con galerías de bóveda de arista, capiteles ornamentados descansados en arcos, dobelas debidamente historiadas.
El perfil urbano quebrantó el horizonte del valle de Nda-Maxei, las torres y las fachadas empezaron a competir. Frente al Convento Grande, el cementerio y sus capillas. La Santa Casa de Loreto, La Tercera Orden, la de Los Hermanos de la Cuerda, La Santa Escala, San Benito y El Señor de la Caída.
Los paños, las bayetas, los sayales, las jerguillas y las frazadas, se hacían en los obrajes, los tres molinos estaban en las orillas del río. Había ya mas de 400 españoles habitando Querétaro, todas las órdenes religiosas se instalaban, mientras los indios iban desapareciendo.
La figura de la ciudad es cuadrilonga, de oriente a poniente y no permite dividirla en partes iguales, por ello sus tres cuarteles mayores quedan así.
Para nuestra ventura no tuvo simetría, el que trazó tu plano. Por el indio Carcaj y por la ibera espada, floreció tu hidalguía, que hubiera podido contarla Rodenbacch.
Parte de la descripción que se hace en la Ordenanzas de Corregimiento de Querétaro. De los tres cuarteles mayores y sus equivalencias aproximadas en la actualidad.
El primero de la garita de México, viniendo por San Isidro, hasta la calle de la Espada, tomando hacia el sur por la Merced, El Rescate, el callejón del Marqués, la calle de Rojas hasta la esquina de Cornelio. Corriendo hacia el sur por la calle del Diamante, Sonaja Callejón del Zorrillo, de La Cuerda hasta el estrecho. Actualmente abarcaría lo que son Los Arcos, San Isidro, La Cruz, hasta Altamirano.
El segundo de la garita de La cañada hacia la calle de San Isidro y Molineras, Huerta del santísimo, de La Espada, La Flor Alta, Mal Fajadas, Serafín, hasta Cinco Señores y Portal de Carmelitas. De independencia el centro, hasta Ezequiel Montes.
El tercero todo el resto que queda de la ciudad, hasta la garita de Celaya. La Otra banda quedará dentro del segundo cuartel. Santa Rosa de Viterbo, El Carrizal, Santa Ana y parte del Poniente.
Así que Querétaro tierra Chichimeca, a treinta leguas de la ciudad de México, a veinte de una ladera, el Sangremal cae en un valle y se cobija con los cerros del Cimatario y de Pathé.
En Querétaro se encuentra la cantera, el tezontle y la cal, para sus edificios, lo mismo que el maíz, la cebada y el trigo, para su alimentación.
Para su delicia hay abundancia de huertas, donde se da la chirimoya, el zapote blanco, guayabas, garambullos, chabacanos, peras y uvas de todo género.
Hay tenerías, batanes, obrajes, mientras el pueblo ve brillar el dinero en los comerciantes y hacendados, las actividades ganaderas mantienen ocupados a tod0os los hombres en edad de trabajar.
Con las citas anteriores, escritas por los cronistas de “la época de oro de Querétaro”, nos es claro ver que el pueblo en un principio fundado para los indios, se incorpora a la vida de los españoles. La estabilidad racial se “equilibra” con la llegada de mujeres peninsulares y facilitando de esta manera la desaparición del pueblo de indios, programado, pensado y construido por ellos.
Para los otomíes y chichimecas habitantes en la población, era cada vez más difícil mantener el culto a sus dioses, desaparecen sus pocos cuesillos, sus códices, sus caballeros jaguares y águilas, su vestimenta y los símbolos de su ideología, como pueden ser los conceptos de tiempo y espacio.
Desheredados los ojos de este hermoso laberinto de flores, lo primero que registra el remate de la amenísima Cañada es el cerro, que los queretanos llaman La Loma, de allí se registra toda la ciudad, su hermosa campiña y la dilatada llanura por el poniente y medio día que la rodea.
Las órdenes religiosas son el brazo activo del trabajo de la población, captaban la simpatía del pueblo, pero concentraban la mayoría del suelo urbano, por donaciones y legados. Los nuevos ciudadanos, los españoles, canalizaban donaciones, su religiosidad y ostentación.
Por otro lado desde el punto de vista urbano, la fundación del colegio de Propaganda Fide, en el barrio de La Loma o de La Cruz, como se conoce ahora, fortalece el camino real, como un eje oriente poniente, incorporando el pueblo de indios al pueblo de los españoles, propiciando que el convento grande y la Plaza de Arriba, se conviertan en el centro cívico de la población.
Quedaba cada día más lejos esa etnia otomí que ayudara a los españoles en la conquista de este valle y en la fundación de la ciudad, que propició el crecimiento de la agricultura, base económica del surgimiento de Querétaro, como granero de la llamada Nueva España.
De los centros ceremoniales y de las comunidades de los hombres, habitantes inmemoriales de estas tierras, salieron loas ciudades y su seguridad económica de ellas, basada en la experiencia indígena del lugar y la toponimia se fue entre mezclando, entre castellana y mesoamericana, es por eso que Tlachco, Nda-Maxei o Queréndaro, se juntan con el nombre de Santiago.