Un olvido imperdonable de la historia regional:
El Queretano, Epigmenio González, es también
Padre de la Patria
José Félix Zavala
Los restos de Epigmenio González fueron exhumados de La Rotonda de los Hombres Ilustres en La Ciudad de Guadalajara, y colocados en el Panteón de los Queretanos Ilustres, hasta hace muy poco tiempo, pero nunca se le ha reconocido local, ni nacionalmente, el mérito de ser uno de los padres de la patria.
Endurecida alma, escolástico sombrío, monstruo, taimado, rencoroso, padre de gentes feroces, entraña sin entrañas, villano, hipócrita refinado, tirano de tu tierra, impudentísimo bachiller, caco, malo, malísimo, perversísimo, ignorantísimo, excelentísimo pícaro, homicida, execrable majadero, primogénito de Satanás, malditísimo ladrón, insecto venenoso, energúmeno, archiloco americano. Epítetos que la imprudencia europea le asestó al Cura Hidalgo, anotados en este texto para los incrédulos, que aún dudan del valor de la palabra escrita.
Pero con todo y esos decires, Epigmenio González, Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, Aldama, Josefa Ortiz, serán los amigos y magos que deshacen el encanto de tres siglos de genocidios.
Epigmenio González en 1810 tenía 32 años y un pequeño comercio o taller en la Calle de San Francisco, cuando la conspiración de Querétaro fue denunciada y su nombre uno de los primeros en salir a la luz, fue encarcelado, pero antes de ser detenido tuvo tiempo de enviar un mensajero a los conspiradores vecinos de San Miguel y Dolores.
“La Conspiración de Chocolate” fue el nombre que los queretanos participantes le darían a estas juntas independentistas, baste nombrar a los muy poco conocidos: Galván, Ochoa, Luis Frías, Luis Gutiérrez, el Alcalde de Querétaro, el cura Gil de León.
Mientras sus paisanos queretanos cayeron en lamentables debilidades y peticiones de perdón, él conservó la dignidad y no denunció a nadie, mérito y hechos poco estimados en nuestra historia regional y patria.
El 15 de septiembre de 1810 fue registrado el taller, lo mismo que el domicilio de Epigmenio González, pero más fueron sus convicciones insurgentes las que llevaron a sus perseguidores a darle un tormento superior a la muerte, por más de 27 años, siendo mudo, maniatado y espectador impotente de la revolución de independencia.
El queretano Epigmenio González, desde la cárcel de la Ciudad de México participó en otra conspiración, llamada la de Ferrer, valiéndole cadena perpetua en el fuerte de San Diego y luego muy enfermo, la deportación a Manila, Filipinas.
Fue hasta 1836 cuando fue liberado, tras 27 años de prisión y otro de peregrinación para llegar a su Querétaro que le negó la gloria, cuando orgulloso dijo “Yo soy uno de los padres de la patria, el primer armero de la revolución” y la contestación de nuestros paisanos, nuevos burócratas, después de revisar el listado, fue: “Usted no está en la lista”. Lo sabríamos esto por la publicación que en 1855 hace de este acontecimiento el Diario La Revolución.
En la noche del grito debiera de oírse ¡Viva Epigmenio González y los Héroes Que Nos Dieron Patria! En el Balcón Central del Palacio Nacional, en el de Gobierno y de las 18 presidencias municipales y las más de 2000 restantes en el país.
En Querétaro, “Una goma de borrar gigantesca atenta contra nuestra memoria”, como dijera paco Ignacio Taibo ll. Le tememos al grito de “Muera el Mal Gobierno”, le tememos a decir que el Cura Hidalgo no le tenía demasiado respeto a las Instituciones Universitarias, a que tenía una gran capacidad de leer, escribir y entender el Otomí, el Náhuatl y el Tarasco, que llamaba a la Inquisición indecorosa.
Con excepción de Epigmenio González, que a empujones y jalones fue llevado a la cárcel, los queretanos participantes en las juntas literarias de Querétaro, cayeron en lamentables, debilidades, vacilaciones y entregas, de las que no resistimos hablar.
Los queretanos no queremos reconocer que la lujuriosa prosa de las juntas literarias y chocolateras, estaban llena de soplones y traidores, donde al primer grito se deslindaron, sólo Epigmenio González se mantuvo firme a sus ideales de independencia, en contraposición a otros queretanos como Luis Frías, que fuera un soplón.
En horas, el grupo de queretanos que se reunía con Hidalgo, Allende y Aldama quedó desarticulado.
Querétaro necesita reconocer, que a pesar de que el mensaje de Doña Josefa, fue sin duda verbal, al alcaide de la cárcel Ignacio Pérez, sin duda era una dama de letras y basta recordar tres cartas facsimilares, escritas y firmadas por ella, junto con Epigmenio González, sobrevivientes únicos al proceso revolucionario de Independencia, los dos insurgentes, la una conservadora no nacida en Querétaro y el otro liberal queretano.
Epigmenio González, nació en la ciudad de Querétaro en 1778, de joven se dedicó al comercio, casado con Anastasia Juárez, con quien procreó tres hijos. De ideas libertarias e independentistas dijo: “Estoy dispuesto a sacrificarlo todo en bien de mi patria”.
Participó en las llamadas “juntas literarias” o al tiempo “Chocolateras”, en las casas de Dr. Sánchez y del Lic. Parra, asumiendo el compromiso de proveer armas y municiones al ejército que se estaba formando. Araujo y otros participantes denunciaron el movimiento y señalaron a los hermanos Emeterio y Epigmenio González, por acopio de armas.
Epigmenio González fue arrestado primeramente en una celda del Convento de La Cruz. Los documentos encontrados en la casa y tienda de los hermanos González, fueron suficientes para seguir arrestados y la orgullosa presencia de Epigmenio González fue suficiente para tomarla como agravio a las autoridades, quienes se ensañaron con él y lo vejaron en su dignidad, trasladándolo a la Ciudad de México montado en una mula con la cara vuelta a la grapa.
Fue acusado de fomentar una conspiración en la misma cárcel, siendo el motivo un folletín subversivo llamado “Aurora Queretana”.
Mientras las hordas que comandaba Hidalgo, vaciaban las cárceles a su paso, pero no se trataba de engrosar al ejército, sino de transmitir el nuevo mensaje, el de la insurgencia, en palabras y hechos de Hidalgo, “Su Justicia no es Nuestra Justicia”.
Esas leyes que habían metido presos a los mexicanos por pobres, no comulgaban con los principios de la Insurrección, que nace no de un golpe militar, sino desde abajo, desde la raíz de una sociedad llena de agravios que para el 19 de Septiembre de 1810 eran ya 6 000 y el lienzo de la Virgen de Guadalupe, la bandera.
¿Quién al gachupín humilla?
Costilla
¿Quién al pobrísimo defiende?
Allende
¿Quién su libertad aclama?
Aldama
En Ixtlahuaca se muestran los edictos de excomunión y las órdenes del Santo Oficio contra Hidalgo, pero la respuesta de las hordas será “Viene entre nosotros quien absuelve de las excomuniones del Santo Oficio” No más ¡Ni inquisidor gachupín, ni arzobispo gachupín, ni virrey gachupín!
No hay duda de que Allende fue el gran conspirador, que el movimiento de Querétaro tuvo una red enorme de simpatizantes, pero tampoco hay duda de que el alzamiento se produjo la noche del 15 de Septiembre gracias a la voluntad del Cura Hidalgo.
Miguel Hidalgo despreciador de las enseñanzas universitarias, cura contestatario, contendiente y amigo del Capitán Allende. Compañeros en la ejecución.
La lectura de la obra de Luis Villoro nos hará tener una mejor valoración ideológica de la Revolución de Independencia, y nuestro queretano Heriberto Frías, con mucho color nos narrará las batallas de su primera etapa, pero nunca superará a las lecciones de Historia Patria de Guillermo Prieto, nuestro visitante ilustre.
Manuel Septién y Septién, biografió a Epigmenio González, con motivo de su regreso a Querétaro al Panteón de los Hombres Ilustres, pero se olvidó de que es, al igual que Hidalgo, Morelos, Allende, Aldama, Josefa Ortiz, Padre de la Patria.
José Félix Zavala