J. Rubén Romero y Pito Pérez, La Vida Inútil.
!Cómo me da lástima el Diablo!
José Rubén Romero nació en Cotija, Michoacán en 1890. En Ario de Rosales, Luis Murguía Guillén, al darse cuenta de las tendencias literarias de José Rubén Romero, lo invitó a fundar un periódico, el que se llamó Iris y en el que se publicaron los primeros poemas de Romero, sin embargo, éstos no fueron reconocidos por el autor, después de que Murguía hizo las «correcciones convenientes.
– ¿Y de quién se escondía usted, señor Pérez?
– De usted, señor Prefecto, a quien no tenía el gusto de conocer, porque no me place la amistad con las autoridades, ni del ramo civil, ni del eclesiástico. Todos ofrecen castigarme en esta y en la otra vida y ninguna me brinda un pedazo de pan.
Su rica y fresca prosa quedó plasmada en su obra literaria: Desbandada, El pueblo inocente; Mi caballo, mi perro y mi rifle, La vida inútil de Pito Pérez, la más conocida y Rosenda
La vida inútil de Pito Pérez ya ha sido llevada al cine en dos ocasiones, siendo los protagonistas Manuel Medel e Ignacio López Tarso, respectivamente. Rosenda, fue protagonizada en el cine por Rita Macedo.
Los poemas de José Rubén siguieron apareciendo, lo que fue motivo de admiración y presunción de sus amigos, así como también, ser distinguido con el nombramiento de socio de un grupo literario de Morelia.
Para José Rubén Romero la distinción de que había sido objeto le llenó de gran satisfacción y lo menos que podía hacer era ir a Morelia, para conocer al presidente y demás socios del círculo literario.
El escritor en ciernes, tropezó con algunos obstáculos para ir a Morelia; el permiso de su papá y el dinero para el viaje.
No le fue fácil obtener el permiso y dinero paternos, pero finalmente emprendió el tan ansiado viaje: largas jornadas a caballo, para después abordar el tren rumbo a Morelia.
En el equipaje, Rubén Romero llevaba un traje color uva porque, según él, debía presentarse con toda propiedad a la recepción que le tendrían preparada; además, llevaba varios discursos muy pulidos para leer en el momento cumbre del evento.
Cuando José Rubén llegó al lugar de la cita, en el Ateneo, ¡OH sorpresa!, la sede del círculo literario era un tendejón y su presidente un joven desaliñado, común y corriente.
Encaramado sobre el cajón de maíz, Rubén Romero dijo varios de sus poemas, los que fueron acogidos con aplausos de entusiasmo por los poetas michoacanos, Alfredo Iturbide, Fidel Silva y Donato Arenas López.
Agua de las verdes matas
Tú me tumbas,
Tú me matas
Y me haces andar a gatas
Siendo prefecto su padre, José Rubén lo acompañaba en sus giras de trabajo y, particularmente en una de ellas, se entusiasmó mucho porque conocería el mar, sin embargo su imaginación superó a la realidad y retornó totalmente desilusionado.
La cesantía del padre, por meter en prisión a ladrones influyentes, condujo a la familia Romero a Sahuayo, lugar donde el joven poeta publicaría su libro Fantasía, libro del que no existe ejemplar alguno.
Al sobrevenir la revolución, sigue los pasos de su padre, persona prudente, incorruptible y honrada a carta cabal, y se une al maderismo.
El joven Romero sueña con ser un héroe, un caudillo, un general invencible pero la realidad es otra: pocos enfrentamientos por la simple razón de que el movimiento revolucionario es tan auténtico y legítimo que las tropas enemigas, con frecuencia se convierten en revolucionarias.
A Romero se le encomendó una misión en la que sí tenía que enfrentar riesgos: investigar si en Pátzcuaro el subprefecto de distrito, Salvador Escalante, contaba con partidarios o enemigos.
Para cumplir con dicha encomienda, José Rubén, se disfraza, espía, usa nombres falsos, esquiva a los posibles delatores, etc., y descubre que la gente es partidaria de Escalante.
Con el triunfo del movimiento maderista, José Rubén Romero fue nombrado receptor de rentas de Santa Clara del Cobre, sin embargo, con la usurpación de Huerta, los maderistas, entre ellos Romero, sufrieron una severa persecución en todos los rincones de la república.
Dicha persecución obligó al receptor de rentas a huir hacia la ciudad de México, donde, si bien fue cierto que pasaba inadvertido, también hubo de sufrir la soledad, el hambre y la miseria que lo decidió regresar a Michoacán.
«…el prestigiado poeta» y entonces responde: «Sí, soy yo, a sus órdenes.», sintiendo que es reconocido y apreciado.
El acompañante casual, le ayuda con el equipaje hasta la puerta de su casa demostrando gran satisfacción por haberle podido ser útil.
Ese mismo acompañante, regresó aproximadamente dos horas después, pero con una escolta de soldados para llevarlo al paredón de fusilamiento.
Con el indulto en la mano, llegó el padre de José Rubén, cuando éste estaba a punto de ser fusilado.
De su participación en la revolución José Rubén Romero escribió: «Yo soy feliz. Tres cosas me ha dejado la Revolución. Tres cosas grandes, nobles, buenas: el zaino que relincha en la cuadra; el rifle, que vela mi sueño junto a la cabecera de mi cama, y un sobretodo nuevo, café, que sustituye a mi vieja tilma roja.».
José Rubén Romero ocupó varios puestos oficiales, entre ellos: Srio. particular del gobernador de Michoacán, Pascual Ortiz Rubio; Inspector General de Comunicaciones, Encargado del Depto. de Publicidad de la Secretaría de Relaciones Exteriores, Rector interino de la Universidad de Michoacán, Cónsul General de Barcelona, Director del Registro Civil del D. F. Etc.
«Una vez, al calor de las copas, que era el clima más propicio para Pito Pérez, se organizó una timba, y Pito, por no dejar de beber de gorra, quedóse en ella como un simple mirón de la partida. Pero algún chivato dio el soplo a la policía, que se presentó de improviso y cargó con todos y con todo, como suele suceder, inclusive con Pito Pérez, a quien importábale un remoquete igual al suyo el ir a la cárcel.
Pito Pérez ha sido llevado a la pantalla grande. En el cine mexicano ha sido interpretado por Manuel Medel (La vida inútil de Pito Pérez y Pito Pérez se va de bracero), Ignacio López Tarso (La vida inútil de Pito Pérez) y por el polifacético Germán Valdez, Tin-Tan (Las aventuras de Pito Pérez).
Pito Pérez, el personaje en un último lance de su filosofía, al despedirse de este mundo, lega en su testamento:
…Para los ricos, sedientos de oro, la mierda que fue mi vida.
Para los pobres, por cobardes, mi desprecio, porque no se alzan y lo toman todo en un arranque de suprema justicia
¡Miserables esclavos de una iglesia que les predica resignación y de un gobierno que les pide sumisión, sin darles nada a cambio!
… pero del coraje de los humildes surgirá un día el terremoto y entonces, no quedará piedra sobre piedra
En La vida inútil de Pito Pérez, el autor nos presenta un individuo singular en extremo, que vive pegado a la botella, que le entra al infle con singular alegría y pasión.
Pito Pérez, al igual que su creador, nace en el estado de Michoacán; el primero en el poblado de Santa Clara del Cobre y el segundo en Cotija.
Es Pito Pérez un filósofo popular, que tras el aturdimiento del alcohol, tiene una lucidez extraordinaria. Individuo de lengua precisa y oportuna, Pito Pérez se burla de la vida, del amor, del diablo.
Viviendo con “La Caneca” (un esqueleto de mujer con quien comparte su humilde morada), Pito Pérez encuentra en ella al amor perfecto, amor exento de burlas y desprecios, amor evocador de las dulzuras extraviadas, amor de absoluta fidelidad, amor del bueno que escucha sus penas, amor sereno en su inmovilidad, amor permanente, sin reproches.
Pito Pérez va y viene, sin el Pérez- por los pueblos circunvecinos, regresa, emprende una actividad y otra, para finalmente volver a la pasión, que lo consume y satisface: la gran ingesta de alcohol.
Detenido en la cárcel del pueblo, Pito Pérez hace una escandalera, provocando una llamada de atención de la autoridad en turno, que grita:
-Asilencien ese Pito
Palabras más, palabras menos, surge el albur, cuando alguien desde dentro protesta y afirma:
-La autoridad lleva ya muchos días con el Pito adentro.
Pito Pérez sube y baja de la torre de una Iglesia, desde donde se devisa todo el poblado.
Es su lugar predilecto, alejado de las tonterías y la banalidad del mundo. Ahí se reúne con un individuo que lo escucha y valora, un catrín que paga su valiosa plática con la mejor moneda que el Pito puede recibir: chupe, alcohol, chínguere, guarapo, pegue.
El Pito bebe y deja que el cuerpo sienta lo que recibe.
No se queden con las ganas de tener al Pito… Pérez. Es la Literatura que divierte e ilustra, que nos acerca a lo nuestro, que indudablemente tiene su encanto.
Échenle una filosofada a estos tiempos y… ¡Salucita de la buena!:
«Cuesta trabajo perder el pudor, pero cuando uno lo pierde, qué descansado se queda, como dicen que dijo uno de los sinverguenzas más famosos de México.»
El amigo lector tendrá la curiosidad de averiguar el nombre del autor de la frase.
«¿Qué favor le debo al sol por haberme calentado, si de niño fui a la escuela, si de grande fui soldado, si de casado cabrón y de muerto condenado, qué favor le debo al sol por haberme calentado?»
La locura es la vida cuando la vida es dolor
Shakespeare
Una de las lecturas que más deja huella en la conciencia de José Rubén Romero es el Quijote, del que no sólo aprende sus primeras letras sino que también es para él lo que la Biblia para el cristiano.
El conocimiento del ser humano conceptualizado así, es el modelo que se apropia Romero, para expresarlo en su narrativa. Con razón dice McKegney que «hay una mezcla de humor y tristeza que llenan los libros de J. Rubén Romero».
El desencanto, la amargura y la tristeza, en conjunción con la picardía, propician los extremos de emotividad en la obra romeriana; y La vida inútil de Pito Pérez es la novela más representativa de la polaridad emocional, por las diversas condiciones en que se ve involucrado el personaje y por su origen marginal.
Sin embargo, el intento de Romero por definir al ser humano sin basarse en explicaciones filosóficas, sino en el conocimiento que del hombre adquiere en su relación y trato con éste, es semejante a la idea de la locura trágica del siglo XV, «no tiene tanto que ver con la verdad y con el mundo, como con el hombre y la verdad de sí mismo que él sabe percibir».
Esta concepción se aleja de la razón y se une a la apreciación sensorial propia de la «estulticia. Dejarse llevar por el arbitrio de las pasiones», es decir, por el conocimiento no del «angosto rincón de la cabeza», sino «del resto del cuerpo al imperio de los desórdenes».
Hay concordancia entre algunos de los aspectos tratados por J. Rubén Romero, en La vida inútil de Pito Pérez y ciertas observaciones erasmianas; por ejemplo, la locura vista como la liberación del alma de «sus penosos cuidados» es semejante a la presentación que hace de la familia de Pito Pérez, la cual fabrica su propia existencia en un mundo imaginario donde encuentra la felicidad en comportamientos no concebidos en el mundo de los cuerdos.
Tales coincidencias no son casuales, dada la inspiración de Romero en el Quijote y la influencia decisiva de Erasmo en la Península Ibérica.
Menéndez Pelayo, por su parte, afirma que los críticos pierden el tiempo cuando intentan encontrar en Cervantes «ideas y preocupaciones de libre pensador moderno», puesto que la verdadera filiación de éste se encuentra en la influencia erasmiana.
Antonio Villanova afirma que «la verdadera inspiración del Quijote de Cervantes procede del Elogio de la locura».
Quizá por ello pudo crear a Pito Pérez, el estulto que divierte con la locura de sus actos, con las mentiras de sus relatos, con su comportamiento antiinstitucional; pero que también deprime con su despecho, burla, escepticismo, amargura y tristeza.
La vida inútil de Pito Pérez es la obra de J. Rubén Romero que, por el conjunto de emociones contrarias que vive el personaje y que transmite al lector, lleva a quien la lee, por el cauce de la locura representada por la «emoción que corre de la risa al llanto».
Pito Pérez no se queda loco en la meditación de un planteamiento filosófico que desea resolver, ni en la lectura intensa que le impide comer y dormir, como don Quijote.
El aventurero que va por los pueblos de Michoacán haciendo alarde de la picardía del mestizo mexicano posee una locura que le ha sido heredada socialmente a través de su parentela; de ahí que su orientación nihilista emerja de la locura y la falta de respeto de que son objeto sus parientes, puestos por la mofa social en los límites de la racionalidad.
Es este marco de demencia el que encuadra a Jesús Pérez Gaona en el mundo de vesania. Aquí se pierde su inteligencia y naufraga su talento para dar vida al estulto, que es escuchado por los demás, sólo para divertirse y pasar el rato aplaudiendo sus hechos de locura en una fiesta, en una cantina o «sentado a la mesa de un ranchero pesudo».
Las hermanas del personaje no se encuentran tampoco en el mundo de las normas, el qué dirán se pierde entre las voces mismas que la emiten, no llega a sus oídos ni es tenido como precepto de conducta.
En su mundo de felicidad se desvanecen los valores materiales y las falsas aspiraciones; ellas viven expresando en sus actos la concordancia de éstos con su mundo.
«tal y como el caballo imperito en gramática no es desgraciado, así no es infeliz tampoco el estulto, porque al serlo es coherente con su naturaleza»; ser coherente con su naturaleza es ser uno mismo, y ser uno mismo es la felicidad, la satisfacción de ser y hacer lo que se desea sin tener en cuenta normas ni costumbres.
En la lógica de Pito Pérez lo normal es ser consecuente con la locura, porque para él, lo mismo que para Erasmo de Rotterdam, es lo único que hace ser y vivir al individuo real que no necesita de poses ni simulacros
En mí no hay lugar para el engaño, ni simulo con el rostro una cosa cuando abrigo otra con el pecho.
Pito Pérez elogia la locura en cuanto la identifica con la conducta real y, por tanto, con lo que debería ser lo normal; de tal modo que, para él, los locos son los que se conducen congruentemente con las normas establecidas por las instituciones sociales y no los que las violan. Así dice el personaje:
Y más locos que yo los que no ríen, ni lloran, ni beben, porque son esclavos de inútiles respetos sociales. Prefiero a mi familia de chiflados y no a ese rebaño de hipócritas que me ven como animal raro porque no duermo en su majada, ni balo al unísono de los otros.
Pito Pérez es un opositor a las instituciones y sus reglas, y a los que se dejan conducir por ellas; esta oposición lo hace ganarse el desprecio de todos los que ostentan algún rango de autoridad o de poder.
Realmente se necesita valor para comportarse fuera de las normas sociales y tomar conciencia de ser un escupitajo sobre el cual recae todo el peso de la sociedad que lo mira con asco y desprecio.
El propósito de no balar al compás del rebaño, es hacer rabiar a quienes sí lo hacen, rebelarse a las normas sociales, es rebelarse contra la conducta asumida por milenios, contra la propia existencia humana, que ha llegado a creer natural, todo el conjunto de leyes y normas de conducta que la rigen.
Pito Pérez está consciente de su situación social y de que no es visto dentro de la normalidad, pero aún más, de que su comportamiento es el correcto; por eso le dice a su interlocutor: «Nuestra conversación podría titularse: diálogo entre un poeta y un loco. De ahí que Pito Pérez centre su crítica sobre todo en el clero y el gobierno.
En este último, critica el robo y el despotismo, que exponiendo las actitudes ineptas y las prácticas oportunistas que lo caracterizan: «Cuesta trabajo perder el pudor pero cuando uno lo pierde, qué descansado se queda, como dicen que dijo uno de los sinvergüenzas más famosos de México.»
La primera «cualidad» de los gobernantes de la sociedad de Pito Pérez es el extremo del cinismo, la ignorancia y la degradación humana, que la perspicacia del personaje detecta en todos los ángulos de la deshonestidad del gobierno, y que es propia de todas las autoridades, desde el humilde alcalde de pueblo, hasta el alto funcionario:
Para hacer un estudio de los necios, en general, me bastó conocer al juez y al secretario, y ahora ya sé que lo que cambia en los hombres es la dimensión de sus empleos, pero que el tonto y el sinvergüenza, lo mismo son los alcaldes de un pueblo, que ministros en la capital de la República.
La ruptura con la autoridad terrenal, lleva consigo el rompimiento con la autoridad clerical, puesto que el ardid de que toda autoridad viene de Dios, es utilizado de común acuerdo por representantes estatales y religiosos para manipular la conciencia de las mayorías y apropiarse el derecho de mando y superioridad.
Pito Pérez lo comprende y con su conducta anárquica, defiende la libertad individual, coartada por Estado e Iglesia, manifestando en sus actitudes su repudio pero, sobre todo, descubriendo los actos sutiles de los curas que esconden su ser de lobo con piel de oveja:
Metí la cabeza por entre las cortinas del firmamento, y vi un cura gordo.
-Padre -le pregunté-, ¿aquí no hay ovejas negras?
-No, candoroso hermano, las ovejas negras son los pobres de la Tierra, pero como hay tantos y aquí no cabrían, los acomodamos en el purgatorio o en el limbo.
-¿Y si no lo merecen?
-Los pobres lo merecen todo. Además. ¿Qué ganarían con rebelarse? El infierno, como Luzbel.
El juicio fascista de minimización hacia los marginados, es un producto de la deshumanización de la burocracia política, que enmarca la vida del hombre desde antes de nacer hasta la muerte. Los menesterosos, son ejemplo de lo que hace el Estado, con quienes nacen pobres y crecen con todas las limitaciones sociales; por eso la lucha de Pito Pérez, es la del individuo contra la sociedad y el reto es vencer o ser vencido; y lo aplastan las formas y las instituciones sociales hasta hacerle perder la identidad, Hilo lacre es el producto. Jesús Pérez Gaona deja de existir desde que se diluye en el ser que engendran las notas tristes de una flauta, cuya musicalidad da vida a Pito Pérez el estulto, el rebelde, el borracho, el presidiario irónico, el anticlerical cínico, el marginado…
José Félix Zavala