BERNARDINO DE SAHAGÚN
Romeo Ballán
Fray Bernardino de Sahagún, además de ser un misionero franciscano ejemplar, destaca entre sus compañeros particularmente por su gran labor en el campo de la historia y de la etnografía mexicana.
Entre los evangelizadores de América de la primera hora no encontramos sólo a doctrineros, organizadores de diócesis, defensores de los indígenas, sino también a misioneros que se dedicaron a la dura tarea de estudiar a fondo y de una manera sistemática el idioma, las costumbres y todo lo que hoy llamamos la cultura de un pueblo.
Entre éstos destaca Bernardino de Ribera, franciscano español, nacido entre 1498 y 1500 en el pueblo leonés de Sahagún, que él hizo famoso agregándolo a su nombre después de la profesión religiosa. Estudió en la universidad de Salamanca y en 1524 se ordenó de sacerdote. Cinco años más tarde, junto con otros frailes se embarcó, en un viaje sin retorno, para México, donde murió nonagenario en 1590.
Aprendió a la perfección el náhuatl, el idioma de mayor difusión entre los indígenas. Sin dejar de ejercer su ministerio sacerdotal, atendió también a otros encargos en la capital y en otros conventos; pero su tarea principal fue la enseñanza y la investigación. Durante unos cuarenta años fue profesor y, por temporadas, rector del Imperial Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco para la formación de indios y del clero local.
Desde 1540 se consagró con inteligencia, método y tenacidad a la gran obra de su vida: el estudio de las cosas del México precortesiano, llegando a escribir, entre 1547 y 1577, la Historia general de las cosas de Nueva España. Con la consulta permanente de ancianos respetables, de sus alumnos trilingües (náhuatl, castellano y latín) y de escribanos, logra recopilar y describir todo lo que se refiere a la vida de los antiguos mexicanos: creencias religiosas, cultos, ritos, historia, calendario, vida familiar, fiestas, labores agrícolas, trabajos manuales, etc. Algunos mexicanos no dudan en considerarlo como «el libro de México para regalo de la cultura universal». Los etnólogos lo consideran la mejor fuente para la antigüedad mexicana.
La obra consta de 12 libros y está dispuesta en tres columnas paralelas: para el español, para el náhuatl y para las notas, fuentes y comentarios y su importancia en el campo antropológico, lingüístico y literario, y es reconocida de todos. El etnólogo Miguel Acosta Saignes afirma: «Sahagún fue un genial precursor de la etnografía… Con irreprochable método que siglos más tarde habría de hacer suyo la etnografía, Sahagún preparó una sinopsis de la obra que se proponía, para recoger, conforme a ella, el material necesario. Consultó informantes, a quienes consideró absolutamente idóneos, y sometió el material recogido y elaborado a sucesivos mejoramientos hasta cuando, ya cernido, consideró suficiente su empeño. Deseoso de no faltar a la verdad y para que cada quien pudiese en el futuro juzgar sobre su atingencia, anotó las circunstancias en las cuales recogió informes, los nombres y conocimientos de quienes con él trabajaron y los repasos a los cuales hubo de someter la Historia».
Fray Bernardino, con el apoyo del Motolinía y de otros superiores -aunque algunos se opusieron, logrando detener por algunos años el avance de la obra-, pensaba en un manual para la formación de los misioneros. En cuanto al idioma náhuatl, escribe en el prólogo del libro primero: «Es para redimir mil canas, porque con harto menos trabajo de lo que aquí me cuesta, podrán los que quisieren, saber en poco tiempo muchas de sus antiguallas y todo el lenguaje de esta gente mexicana».
En sí misma, la Historia general de este ilustre misionero es también una respuesta a la mentalidad de esos conquistadores y eclesiásticos que fueron partidarios del método de la tábula rasa en todo lo que se refería a las creencias religiosas de los indios. Sus opositores lograron incluso tener una real cédula de Felipe II, con fecha 22 de abril de 1577, prohibiendo la publicación y difusión de los manuscritos de fray Bernardino. Su Historia general quedó inédita hasta 1829-1830 en que se publicó en México el texto castellano. Muchos otros escritos suyos, tanto en castellano como en náhuatl, siguen inéditos o se perdieron.
Pero la sola Historia general es suficiente para que fray Bernardino de Sahagún permanezca como obligado punto de referencia para el conocimiento del México antiguo y moderno.
Romeo Ballán, Comboniano, Bernardino de Sahagún: precursor de la etnografía, en R. Ballán, Misioneros de la primera hora. Grandes evangelizadores del Nuevo Mundo. Lima 1991, pp.260-263.
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BERNARDINO DE SAHAGÚN (-1590)
de http://www.mexicodesconocido.com.mx/hipertex/sahagun.htm
El sitio web «México desconocido virtual» dedica, dentro de su amplia «Ruta de las Misiones», una bien ilustrada y cuádruple página a Fr. Bernardino de Sahagún, quien «puede considerarse como el máximo investigador de todo lo que atañe a la cultura nahua». La primera de las páginas trata de la biografía de Fr. Bernardino, de su método de investigación y de los avatares de su obra escrita; la segunda describe la historia literaria y los contenidos de la Historia general de las cosas de Nueva España; la tercera y la cuarta reproducen el Prólogo de dicha obra. Merecen destacarse también las ilustraciones que adornan las páginas. A continuación reproducimos el texto de la primera de las páginas.
Fray Bernardino de Sahagún puede considerarse como el máximo investigador de todo lo que atañe a la cultura nahua, dedicando toda su vida a la recopilación y posterior escritura de las costumbres, modos, lugares, maneras, dioses, lenguaje, ciencia, arte, alimentación, organización social, etc., de los llamados mexicas.
Quizá el valor más importante de su obra es que las fuentes de su información fueron directas, es decir, de la propia boca de los indígenas que, tanto a él como a sus alumnos, relataron y confirmaron todo lo referente a su cultura. El método de Fray Bernardino fue totalmente científico, además de haber escrito su obra en tres lenguas: latín, castellano y náhuatl.
Sin las investigaciones de Sahagún habríamos perdido gran parte de nuestra herencia cultural.
Su vida
Fray Bernardino nació en Sahagún, Reino de León, España, entre 1499 y 1500; murió en la Ciudad de México (Nueva España) en 1590. Su apellido era Ribeira y lo trocó por el de su villa natal. Estudió en Salamanca y llegó a la Nueva España en 1529 con el fraile Antonio de Ciudad Rodrigo y 19 hermanos más de la Orden de San Francisco.
Tenía muy buena presencia, según lo afirmaba fray Juan de Torquemada que cuenta que «lo escondían los religiosos ancianos a la vista de las mujeres».
Los primeros años de su residencia los pasó en Tlalmanalco (1530-1532) y luego fue guardián del convento de Xochimilco y, por lo que se conjetura, también su fundador (1535).
Enseñó latinidad en el Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco durante cinco años a partir de su fundación, el 6 de enero de 1536; y en 1539 era lector en el convento anexo a la escuela. Entregado a varios menesteres de su Orden anduvo por el Valle de Puebla y la región de los volcanes (1540-1545). Vuelto a Tlatelolco, permaneció en el convento de 1545 a 1550. Estuvo en Tula en 1550 y 1557. Fue definidor provincial (1552) y visitador de la custodia del Santo Evangelio, en Michoacán (1558). Trasladado al pueblo de Tepepulco en 1558, permaneció allí hasta 1560, pasando en 1561 de nueva cuenta a Tlatelolco. Allí duró hasta 1565, año en que fue a residir al convento Grande de San Francisco de la ciudad de México, donde permaneció hasta 1571, para regresar otra vez a Tlatelolco. En 1573 predicó en Tlalmanalco. Fue de nuevo definidor provincial de 1585 a 1589. Falleció a los 90 o poco más años, en el convento Grande de San Francisco de México.
Sahagún y su método de investigación
Con fama de hombre sano, fuerte, gran trabajador, sobrio, prudente y amoroso con los indios, dos notas parecen esenciales en su carácter: la tenacidad, demostrada en 12 lustros de pródigo esfuerzo en favor de sus ideas y de su obra; y el pesimismo, que ensombrece con amargas reflexiones el fondo de su escenario histórico.
Vivió en una época de transición de dos culturas, y pudo percatarse de que la mexica iba a desaparecer absorbida por la europea. Se adentró con singular tesón, comedimiento e inteligencia en las complejidades del mundo indígena. Movíale en ello su celo de evangelizador, pues en posesión de ese conocimiento pretendía combatir mejor la religión pagana autóctona y convertir más fácilmente a los indígenas a la fe de Cristo. A sus trabajos escritos como evangelizador, historiador y lingüista, les dio diversas formas, corrigiéndolos, ampliándolos y redactándolos como libros distintos. Escribió en náhuatl, idioma que poseyó a la perfección, y en castellano, agregándole latín. Desde 1547 empezó a investigar y recopilar datos acerca de la cultura, creencias, artes y costumbres de los antiguos mexicanos. Para llevar a cabo su tarea con éxito, inventó y puso en marcha un método moderno de investigación, a saber:
a) Hizo cuestionarios en náhuatl, valiéndose para elaborarlos de los estudiantes del Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco avanzados en «romance», esto es, en latín y castellano, al tiempo que eran peritos en náhuatl, su lengua materna.
b) Estos cuestionarios los leyó a los indios que encabezaban los barrios o parcialidades, quienes le mandaron indígenas ancianos que le prestaron inapreciable ayuda y se les conoce como los Informantes de Sahagún.
Éstos informantes eran de tres lugares: Tepepulco (1558-1560), donde elaboraron los Primeros memoriales; Tlatelolco (1564-1565), donde hicieron los Memoriales con escolios (a ambas versiones se les identifica con los llamados Códices matritenses); y la Ciudad de México (1566-1571), en donde realizó Sahagún una nueva versión, mucho más completa que las anteriores, ayudado siempre por su equipo de estudiantes de Tlatelolco. Este tercer texto definitivo es la Historia general de las cosas de Nueva España.
Los curiosos destinos de su obra
En 1570, por razones económicas, paralizó su obra, viéndose obligado a redactar un sumario de su Historia, que envió al Consejo de Indias. Este texto está perdido. Otra síntesis se envió al papa Pío V, y se conserva en el Archivo Secreto Vaticano. Se intitula Breve compendio de los soles idolátricos que los indios desta Nueva España usaban en tiempos de su infidelidad.
Por intrigas de los frailes de su misma Orden, el rey Felipe II mandó recoger, en 1577, todas las versiones y copias de la obra de Sahagún, ante el temor de que los indígenas siguiesen apegados a sus creencias si éstas se conservaban en su lengua. Cumpliendo esta orden terminante, Sahagún entregó a su superior, fray Rodrigo de Sequera, una versión en lengua castellana y mexicana. Esta versión la llevó a Europa el padre Sequera en 1580, la que se conoce con el nombre de Manuscrito o Copia de Sequera y se identifica con el Códice florentino.
Su equipo de estudiantes trilingües (latín, castellano y náhuatl) lo formaron Antonio Valeriano, de Azcapotzalco; Martín Jacobita, del barrio de Santa Ana o de Tlatelolco; Pedro de San Buenaventura, de Cuautitlán; y Andrés Leonardo.
Sus copistas o pendolistas fueron Diego de Grado, del barrio de San Martín; Mateo Severino, del barrio de Utlac, Xochimilco; y Bonifacio Maximiliano, de Tlatelolco, y quizá otros más, cuyos nombres se han perdido.
Fue Sahagún creador de un método riguroso de investigación científica, si no el primero, puesto que fray Andrés de Olmos se le adelantó en tiempo de sus indagaciones, sí el más científico, por lo que se le considera el padre de la investigación etnohistórica y social americana, anticipándose dos siglos y medio al padre Lafitan, generalmente considerado por su estudio de los iroqueses como el primer gran etnólogo. Logró reunir un extraordinario arsenal de noticias de boca de sus informantes, relativas a la cultura mexica.
Las tres categorías: lo divino, lo humano y lo mundano, de honda tradición medieval dentro de la concepción histórica, están todos en la obra de Sahagún. De ahí que exista una estrecha relación en el modo de concebir y escribir su Historia con la obra de, por ejemplo, Bartholomeus Anglicus intitulada De propietatibus rerum… en romance (Toledo, 1529), libro muy en boga en su época, lo mismo que con las obras de Plinio el Viejo y Alberto el Magno.
Su Historia, que es una enciclopedia de tipo medieval, modificada por los conocimientos renacentistas y los de la cultura náhuatl, presenta la labor de varias manos y varios estilos, ya que intervino en ella su equipo de estudiantes desde 1558, por lo menos, hasta 1585. En ella se percibe con claridad meridiana su filiación, con tendencia pictográfica, a la llamada Escuela de México-Tenochtitlan, de mediados del siglo XVI, con el estilo «azteca revivido».
Toda esta abundante y magnífica información permanecía en el olvido, hasta que Francisco del Paso y Troncoso -profundo conocedor del náhuatl y gran historiador- publicó los originales conservados en Madrid y en Florencia con el título de Historia general de las cosas de Nueva España. Edición parcial en facsímile de los Códices matritenses (5 vols., Madrid, 1905-1907). El tomo quinto, primero de la serie, trae las 157 láminas de los 12 libros del Códice florentino que se conserva en la Biblioteca Laurentiana de Florencia.
De una copia de la Historia de Sahagún, que se encontraba en el convento de San Francisco de Tolosa, España, proceden las ediciones que hicieron Carlos María de Bustamante (3 vols., 1825-1839), Irineo Paz (4 vols., 1890-1895) y Joaquín Ramírez Cabañas (5 vols., 1938).
La edición más cumplida en castellano es la del padre Ángel María Garibay K., con el título Historia General de las cosas de la Nueva España, escrita por Bernardino de Sahagún y fundada en la documentación en lengua mexicana recogida por los naturales (5 vols., 1956).