San Fernando, de panteón a museo
En 1860, con las Leyes de Reforma, parte del convento fue derribado y se conservó la iglesia y el cementerio.
El Sol de México Organización Editorial Mexicana
Los primeros cementerios del virreinato fueron instalados fuera de la traza original de la Ciudad de México, y un ejemplo de ello es el Panteón de San Fernando, que actualmente sobrevive, aunque ya no da servicio, sí funciona como museo y en donde se pueden admirar sepulcros que son verdaderas joyas arquitectónicas.
Otra notoriedad de ese camposanto es que en él están sepultados los principales protagonistas de la época de la Reforma del siglo XIX, encabezados por su principal impulsor, el presidente Benito Juárez García.
El panteón formó parte del convento de San Fernando, edificado en el siglo XVIII, fundado por la Orden de San Francisco y que originalmente se estableció en la ciudad de Querétaro.
Posteriormente, los religiosos se trasladaron a la capital de la Nueva España donde fundaron el Colegio de Propaganda FIDE en el hospicio de San Fernando, pero en 1860, con las Leyes de Reforma, parte del convento fue derribado y se conservó la iglesia y el cementerio.
Hace cinco años, el Gobierno de la ciudad anunció la creación de un museo en ese lugar, a fin de que capitalinos y turistas pudieran vivir una lección histórica con las cédulas de los sepulcros de los hombres ilustres.
El lugar está en el Eje Guerrero, al fondo del Jardín de San Fernando, y ahí se pueden observar las tumbas de expresidentes como Vicente Guerrero, Ignacio Comonfort y Don Benito Juárez, o de héroes, por ejemplo José Joaquín Herrera, Martín Carrera, Santiago Xicoténcatl, Francisco Zarco y personajes ligados al partido conservador o de los «cangrejos», por ejemplo los generales Miguel Miramón y Tomás Mejía.
Finalmente, algún bromista o admiradora de la bailarina Isadora Duncan también colocó su nombre en la lápida de uno de los nichos del sitio.