Un Paseo Por Querétaro
José Félix Zavala
Cada 25 de julio la ciudad de Querétaro recuerda los años de su fundación, basado este acontecimiento en la tradición oral, o como dice Enrique Florescano en la “Memoria indígena”, o también dicho de otro modo, en “La Costumbre” de los pobladores inmemoriales de esta ciudad, que ahora es capital del estado de Querétaro y que durante la intervención occidental perteneciera a La Alcaldía Mayor de Jilotepec, después fuera ella misma, La Alcaldía Mayor de Querétaro y posteriormente, Corregimiento de Letras, perteneciente entonces a la Nueva España.
De esta tradición oral, (documentada en parte, en las Crónicas de Michoacán, escritas por el fraile Pablo Deumont, que a su vez las tomara de la “Relación de Méritos y Servicios” del indio cacique Nicolás de San Luis Montañés), nace la resistencia indígena queretana, en la danza de Los Concheros, por la que se mantienen ritos, costumbres, oratorios y dignidad de un pueblo vencido temporalmente.
Esta tradición es la famosa batalla del Sangremal, realizada el 25 de julio de 1531, según la tradición y donde una Cruz brillante y un Santiago Matamoros, aparecidos en el cielo durante el encuentro, imponen la paz.
Leyenda que a su vez no es otra cosa que la manifestación no escrita, de una conquista pacífica o un rendimiento no cruento de los habitantes de esta ciudad, encabezados por el cacique Conín y narrada desde el punto de vista de los Chichimecas.
Es la tradición oral quien asegura el mejor documento y la mejor fuente para la historia y su objetividad, en la fundación del pueblo de indios de Santiago del Juego de Pelota o de Querétaro, que a su vez en su nuevo nombre queda inscrito su mestizaje, porque lo lleva dicho en lengua de Castilla y en lengua purépecha para siempre.
Estos pueblos de frontera entre la Gran Chichimeca y Mesoamérica, habitantes inmemoriales de estas tierras, fueron invadidos y reducidos, por los europeos con fines de servicio o extinción, – situación de desgracia que no ha cambiado hasta la fecha -, y sobre todo sin ver que en esta actitud, iba y va aún, un crimen de lesa humanidad, además de la muerte de una civilización única y excepcional, como pocas ha dado la humanidad y de la que occidente no ha rendido cuentas al mundo todavía.
La “Relación” de Hernando De Vargas, por el contrario y atenido a los hechos prácticos de fundaciones de conquista, nos señala tres momentos distintos en los que se fue dando la fundación de Querétaro.
Al frente de esta “fundación religiosa y pacífica”, como se dio en Querétaro, estuvo el indio cacique de origen otomí nacido en Copala llamado Conín y es de suponerse que ya habitaban los chichimecas originarios en la zona de la llamada Cañada y valle de Querétaro y que a partir del “rendimiento” o cristianización de Conín, comenzaron el vasallaje por parte de los residentes de la región a los españoles, quedando sujetos políticamente al pueblo de Jilotepec.
Un primer intento de fundación española, según esta “Relación Geográfica” se dio por el año de 1531 en el lugar mismo de la Cañada. Otro intento se dio por el año de 1537 en el lugar que ahora conocemos como la ex Hacienda de Carretas. El último y definitivo intento de fundación (occidental) según Hernando de Vargas, por 1550.
Tomando como referencia de certeza, el día que “trazó” la fundación española a “cordel y en forma de tablero de ajedrez”, según decir del encomendero de Acámbaro.
Esta traza se hace en la parte baja de la loma, según la transcripción del mencionado documento, -tomado de Primo Feliciano Velázquez, visto en sus “Documentos para la Historia de San Luis Potosí”- donde se menciona ser un 25 de julio, fiesta del apóstol Santiago El Mayor, el día señalado para la fundación y en el lugar donde se encuentra entre la Plaza de Armas y El Convento Grande de San Francisco.
La tradición oral o la hermosa leyenda que sirvió a nuestros antepasados para guardar la “memoria indígena”, nos cuenta que Santiago Matamoros, el guerrero invencible de los españoles, se apareció en la batalla, cuerpo a cuerpo, que libraban los habitantes de esta región contra el invasor, también que brilló una cruz junto a Santiago y la voz que se escuchó fue la de “El es Dios”, grito de reconocimiento y solidaridad, entre los nativos de esta tierra hasta la fecha, todo esto durante el fragor de la batalla y el marco de un cielo relumbrante.
El signo de la cruz, parte de su cosmogonía prehispánica, fue el que los Chichimecas escogieron como distintivo para su pueblo, lo llamaron “por siempre jamás” La Santa Cruz De Los Milagros, dejando para los españoles el patrocinio del Señor Santiago, nombre cristiano conque bautizaron al pueblo “fundado” por ellos, llamándose en un mestizaje incipiente, Santiago del Juego De Pelota, dicho por los otomíes, los tarascos y los mexicas en sus diferentes lenguas: Andamaxei, Tlaschco o Querétha-ro.
Sobre la Loma del Sangremal se levanta desde entonces “la primera ermita” al nuevo Dios en el nuevo Querétaro, y en él se conservó durante muchos años “La Santa Cruz de los Milagros”, al paso del camino a México Tenochtitlan, se le decía a este paso de vereda “el humilladero”.
Mandaron esculpir los chichimecas una cruz semejante a la “vista” en el cielo, el día de la batalla, a un tal Juan De La Cruz, desde luego en cantera queretana, del cerro de Pathé, cerro que mira de frente a la loma, no aceptando una réplica de madera que se les ofrecía, sino solo de la cantera nacida de los montes de esta tierra, como manifestación clara de la nueva forma de representación de la divinidad que habita en los cuatro vientos y que pasaba a ser de su propiedad.
Cruz que fue santa y milagrosa desde su origen, dejando así entrever con la veneración rendida desde entonces a este signo, cada septiembre, época de la fiesta de la recolección en Querétaro, entre danzas y ritos, de cultura estrictamente locales y prehispánicos.
Fue la forma de resistencia al dominio extranjero y la manera de perpetuarse mediante el mito y la repetición de este, en la historia, que ya no podrían escribir en sus libros de “pinturas”, como llamaron los españoles a los códices mesoamericanos y que eran sus fuentes primarias de memoria histórica, canceladas por los europeos.
Ya habían dejado “escondidos” los chichimecas a sus “dioses”: El Sol, La Luna y El Agua, en la Iglesia Chiquita de La Cañada, con cuatro aves y un gran felino, en el llamado “aseguramiento”, este lugar e iglesia fue en la región, el primer templo levantado al nuevo Dios y la primera forma de mantenerse como pueblo en resistencia o sincrético.
La Loma del Sangremal actualmente.
En la cima del cerro del Sangremal, -que después se convertirá en el barrio de La Loma y posteriormente se dividiría en los barrios indios de La Cruz y San Francisquito, – está un cúmulo de monumentos e historia de este pueblo queretano que ha logrado, no sin dificultad, erigir después de mas de 450 años de resistencia, en el atrio y frente a la capilla de indios o de la Asunción, ubicada al costado del templo del Colegio de Propaganda Fide, un monumento a Los Concheros o al rito chichimeca, en pleno cumplimiento de “La Costumbre”, culto netamente autóctono.
En medio del barrio de San Francisquito se pueden encontrar hasta la fecha los oratorios indígenas donde se realizan los ritos, las curaciones y la celebración a los “antepasados”, en medio de un gran respeto por parte de los moradores de las casas donde éstos se encuentran
En el descenso de La Loma, donde parten las actuales calles de Carranza e Independencia, se levanta el monumento realizado por el escultor Abraham González, a Santiago Matamoros, con quien comparten los chichimecas y otomíes, el nombre de la ciudad, como se compartió casi desde un principio el territorio, con los españoles, quedando asentados los indios en la Loma del Sangremal y en la plaza de abajo, ahora Plaza de Armas, los españoles avecindados en los primeros años de la fundación del pueblo de indios, Santiago de Querétaro.
Actualmente, también se han erigido los monumentos a sus fundadores en la llamada “Plaza de la fundación” y son: Al indio cacique y primer gobernante de esta ciudad, Fernando de Tapia, Conín, al indio cacique Nicolás de San Luis De Montañés, a los frailes franciscanos, en la persona de Fray Jacobo Daciano y a los conquistadores españoles en Juan Sánchez de Alanís.
En el Jardín de La Cruz, se encuentran los monumentos a dos misioneros, ilustres frailes franciscanos, en testimonio de reconocimiento a que de este Colegio de Propaganda Fide, (primero muchos otros en América) salieron junto con otros muchos frailes a la conquista espiritual del nuevo mundo como lo llamaron los europeos.
Eran Fray Margil De Jesús, quién partió al sur y Fray Junípero Serra, que después de dejar las famosas cinco “misiones” en la Sierra Gorda, (donde hay que recordar que casi al mismo tiempo de su creación se exterminó a los pueblos Jonaces, por el genocida Capitán José de Escandón), se internó en las Californias, al norte de la Nueva España.
En la parte posterior del llamado Convento de la Cruz, se encuentra el Panteón De Los Hombres Ilustres, antiguo panteón de pobres, donde se encuentra la Capilla de Dolores, el Mausoleo a la Corregidora de Querétaro, Josefa Ortíz de Domínguez, la estatua del constructor del Acueducto, Antonio Urrutia y Arana, marqués de la Villa del Villar del Aguila, a Doña Josefa Vergara, a Juan Caballero y Osio, a Epigmenio González, a Ignacio Pérez, a Félix Osores, entre otros varios destacados queretanos.
En esta misma loma se encuentra la ciudadela o centro civilizador de primerísima importancia para los conquistadores europeos, como lo fue el Colegio de Propaganda Fide, creado a finales del siglo XVll, 1683, por cédula real de Carlos ll y de donde salieron cinco fundaciones mas de colegios de propaganda de la fe, como el de Zacatecas, Pachuca, México o Guatemala.
Tiene esta ciudadela y fortaleza un templo y capilla imponentes por su tamaño y diseño, unas torres de dos cuerpos rematadas por una cúpula y un cupulín, respectivamente, copeteado por una cruz. Es un inmenso convento con varios patios, corredores, entre ellos “El patio de aguas”, el patio de entrada, con su fuente, grandes y majestuosas escalinatas, maravillosos contrafuertes, una cocina conventual de gran ingenio y una inmensa huerta.
Además, está la tradición del “Árbol de las cruces” donde según la leyenda floreció el bastón de Fray Margil de Jesús y los frutos de este bastón-árbol son las espinas en forma de cruz que se dan casi exclusivamente en este lugar y son llevadas como reliquias por los visitantes.
Este Convento también sirvió de cuartel y prisión al Príncipe extranjero Maximiliano de Habsburgo, aquí se recibían en la alberca, las aguas venidas de La Cañada, por el acueducto, para surtir a la ciudad, entre otros muchos acontecimientos sucedidos en este monumental edificio.
Es importante resaltar que desde el cacicazgo de Conín o Fernando de Tapia y de su hijo, Diego de Tapia, se dio el mecenazgo de estos gobernantes primeros de Querétaro y se construyeron por su iniciativa y dinero el Convento Grande de San Francisco, toda una ciudad en si misma y un centro civilizador occidental y, además, mandó construir el Monasterio y templo de Santa Clara que además fue muy suntuoso y de los más grandes y ricos de la Nueva España, creado expresamente para dar albergue a la hija del cacique queretano, la india María Luisa.
Que la tradición oral de la forma en que sucedió la conquista “pacífica” y la fundación de Querétaro y su leyenda hermosa, han sido una constante, – no solo desde el siglo XVlll, donde Sigüenza y Góngora lo relatan o en las crónicas de Isidro Félix De Espinosa-, como unos afirman, sino desde la fundación misma de la ciudad, dado que la Cruz de los Milagros había estado en un humilladero en la loma del Sangremal, después en la ermita del Calvarito y luego en el Convento de San Buenaventura, preámbulo del Colegio de propaganda Fide y quedó consignada en el escudo de Armas dado cien años después de la fundación a la ciudad por el rey Carlos V.