Ricky Martin, en el domo de cobre
Arturo Cruz Bárcenas
La Jornada
Al final del concierto que ofreció el sábado pasado en el Palacio de los Deportes, donde reunió a 14 mil 500 espectadores, el puertorriqueño Ricky Martin anunció que esa noche lanzaba una campaña mundial por la igualdad contra el racismo y la discriminación y para detener la homofofia.
Continuará esta misión en las 125 ciudades donde se presentará con la gira Música+alma+sexo, entre ellas Canadá, Estados Unidos, Europa y Asia. “Yo no quiero ser menos ni más que nadie”, enfatizó.
El sabatino fue el primero de dos conciertos consecutivos donde la estética gay, con reminiscencias de la música disco, fue utilizada por Ricky para reafirmar su postura homosexual.
En tanto, una voz en off relataba la biografía de alguien que después de la adolescencia se enfrentó con la familia y la sociedad por ser diferente; porque sus ademanes no eran los de un hombre fuerte, menos los de alguien acostumbrado a usar la fuerza bruta; al contrario, le gustaban el baile y otras cosas.
Después de cada discurso, miles aplaudían y gritaban apoyando sin duda a Ricky, quien salió del clóset para declararse homosexual.
Inició su rosario de baladas sentimentales y movidas más lo que llamó fiesta boricua; todo ello hizo de la noche el principio de otras más para cientos de los presentes.
Dijo: “Gracias por estar aquí. Es una velada especial y ha pasado mucho tiempo. Voy a dejar mi alma en el escenario, se los juro; todo lo que pase aquí es para ustedes, de todo corazón”.
Será será sumergió en sueños a la audiencia cuando apareció de negro y encuerado con ropa de piel. Los chiflidos –tanto de hombres como de mujeres– se oían desde todas las esquinas del Palacio de los Deportes. Si antes era galán para ellas, hoy lo es para ellos; con más razón, de los gays.
La voz en off enfatizaba en primer lugar que el muchacho no era un criminal. Al calor de esas palabras, Ricky se quitaba la camisa y dejaba ver el torso. Más de uno sudaba y volaba con el máximo órgano sexual humano: la mente.