México es un Estado fallido
BRUSELAS
(apro)
.- El pasado 25 de mayo tuvo lugar en el centro cultural Rasa, en la localidad holandesa de Utrecht, la conferencia titulada Estados fallidos globales. México: ¿Se impondrán las drogas?, organizada por el Centro Nijmegen para Asuntos de Desarrollo Internacional de la Universidad Radboud y el Comité Nacional para la Cooperación Internacional y el Desarrollo Sustentable.
Participaron el reportero estadunidense Malcolm Beith, autor del libro The Last Narco, una biografía de Joaquín El Chapo Guzmán, publicado en septiembre pasado; el profesor holandés Wil Pansters, director del Centro de estudios sobre México de la Universidad de Groningen; Ariel Moutsatsos, consejero de la embajada mexicana en Gran Bretaña, y la periodista de la emisora Radio Uno de Holanda, Katy Sherriff, como moderadora.
Es la primera ocasión que se presenta a México como un Estado fallido, en un evento académico de tal relevancia. El funcionario mexicano expuso que un día antes del encuentro consideró no participar, pero que optó por abrirse a debatir el tema.
Consultado por Apro, el organizador del coloquio, Friso Wiersum, explicó que la decisión de incorporar a México en tales conferencias sobre Estados fallidos –junto con Zimbabwe, Burma, Congo, Pakistán, Yemen, Haití y Afganistán– se tomó hace dos años.
“La prensa acababa de publicar el informe de la CIA donde se cuestionaba seriamente la capacidad del Estado mexicano para mantener el orden en su territorio”, comentó.
Democracia violenta
Beith fue el primero en tomar la palabra. Se preguntó si México caía en la categoría de Estado fallido. Señaló:
“La definición de un Estado fallido es: pérdida del control del territorio, erosión de la autoridad del régimen para tomar decisiones colectivas, incapacidad para proveer servicios públicos, e incapacidad para interactuar con otros Estados en tanto que miembro de la comunidad internacional. México no cumple ninguno de esos criterios. Lo que se puede ver, de hecho, es que ganó control de territorios desde 2006. Había grandes partes de México donde realmente mandaba el crimen organizado”.
Beith proyectó en una pantalla una fotografía panorámica de Paseo de la Reforma, con el Ángel de la Independencia en el centro.
“Hace apenas unos días estuve paseando por esa calle. Y lo siento, pero cuando pensamos en Estados fallidos, como Somalia, Haití, donde he estado muchas veces como reportero, pensamos en rezago, colapso, países sin infraestructura. No digo que todo México sea como Paseo de la Reforma, pero en ningún Estado fallido existe esto: bancos multinacionales, hoteles multinacionales. Vean la vista. Es una ciudad de 26 millones de habitantes: hay barrios muy pobres, lugares donde no hay agua potable… pero hablar de Estado fallido es otra historia”.
El enviado del gobierno calderonista señaló que él no conocía una zona de guerra que fuera un atractivo turístico, donde creciera la economía y las empresas nacionales y extranjeras incrementaran sus inversiones como, afirmó, ocurre en México, una nación –agregó– con una “sofisticada sociedad predominantemente de clase media”.
Reconoció que el país tiene ”un serio problema de seguridad”, pero negó que se trate de una “guerra”. “Es una lucha –afirmó–, es un combate contra el crimen organizado (…) El tráfico de drogas y el crimen organizado no son los problemas principales de México, son sólo los síntomas. México no es un Estado fallido, sino uno que ha fallado en construir instituciones sólidas y modernas de impartición de justicia. Ahora mismo estamos en el proceso de construirlas.”
Tocó el turno al profesor Pansters, uno de los expertos en México más respetados de Europa:
“Comparar lo que pasa actualmente en México con una tradicional zona de guerra no ayuda mucho en términos analíticos. Lo que sucede en México es lo que ciertos sociólogos y politólogos han dado en llamar ’nueva violencia’ o ‘democracias violentas’. Lo que estamos viendo que ocurre en México, pero también en Brasil, Venezuela y, por supuesto, en Colombia y partes de Centroamérica, es la extraña combinación de sistemas políticos formalmente democráticos más o menos operativos y, al mismo tiempo, bolsas de extrema violencia. Es cierto: en promedio la tasa de homicidios por cada cien mil habitantes en México es de 18.4, pero en Ciudad Juárez es de 230?.
Abundó:
“En el libro de Malcolm hay una imagen de casi una lucha maniquea. El Ejército, la policía, el gobierno y las fuerzas del orden de un lado, y el crimen organizado del otro. De hecho, acaba de hablar de una lucha contra las drogas (…) Pero esta no es una guerra contra las drogas, es una guerra por el control de las drogas. Esa es una perspectiva muy diferente. Se ha puesto énfasis en la historia de que los narcos son los que han corrompido al Estado. Pero obviamente la situación ha sido también a la inversa: durante las décadas de los años 40, 50 y 60 la corrupción provino del Estado”.
Panters planteó otro punto de desacuerdo con Beith:
“Usted dice que los mexicanos educados quieren que la guerra contra el crimen organizado continúe. (Sin embargo) supongo que usted está de acuerdo con que Javier Sicilia es un mexicano educado, que Jorge G. Castañeda es un mexicano educado, y ellos están diciendo, especialmente el último, antiguo secretario de Relaciones Exteriores, que este no es el camino a seguir. No sé cuál sea la solución. Pero ciertamente mucha gente dice, especialmente en Juárez, Sinaloa, Michoacán o Guerrero, áreas problemáticas durante décadas: ‘nosotros no queremos esto’. Podemos darle vueltas a las cifras todo lo que queramos, pero desde que llegó el Ejército y la Policía Federal los asesinatos han subido”.
Debate
Sherriff preguntó si en México se libraba una “guerra por el control de las drogas”.
“La violencia en México –proclamó Mousatsos– es el resultado de la acción gubernamental contra los cárteles (…) Alrededor de 90% de los asesinatos está relacionado directa o indirectamente a personas vinculadas con el narcotráfico o el crimen organizado. Cuando los cárteles se pelean por las rutas, es una señal de que ya no están cómodos. El hecho de que se observen picos estadísticos de violencia en ciertas regiones se debe a que los cárteles se están fragmentando”.
La moderadora le comentó que no sólo morían criminales, sino también civiles.
“No… quiero decir, sí”, vaciló el funcionario mexicano. Sostuvo: “Los civiles mueren en fuego cruzado. La mayoría de los muertos pertenecen a cárteles, 6 o 7% a nuestras fuerzas de seguridad y militares y, claro, también hay algunas víctimas civiles, pero la violencia no está dirigida contra ellos. Hay muy pocas bajas civiles”.
Posteriormente, Mousatsos dijo que la actual reforma de la policía es ”un enorme progreso”.
Pansters manifestó su escepticismo. “En Ciudad Juárez –inquirió– está la parte ejemplar de la nueva policía federal, y mucha gente opina que la situación es más aterradora que antes. Eso es lo que me preocupa. El problema es que México se ha embarcado en grandes reformas policiacas desde los años 90. ¿Los patrones sistémicos han cambiado? No lo sé, pero hay mucho qué hacer en materia de educación y salarios. Tú, Malcom, o alguien en tu libro dice: ‘págale tres mil y ellos le pagarán seis mil’”.
Beith y Pansters intercambiaron críticas relativas a la crueldad de la Policía Federal y su incapacidad para poder fundar una relación positiva con la sociedad mexicana.
Molesto, el representante del gobierno panista intervino. Dijo que todavía hace cinco años Tijuana era considerada una ciudad tomada por el crimen organizado, como sucede actualmente con Ciudad Juárez.
“Y hoy –alardeó el funcionario– Tijuana es un ejemplo de una buena reforma de la policía, de una buena administración policiaca (…) El cártel de Tijuana prácticamente ya no existe, fue reducido a algunas facciones de grupos criminales”.
Agregó que las movilizaciones contra la violencia –y mencionó la que encabeza Sicilia– ”no sólo son comprendidas por el gobierno”, sino que, además, ”simpatiza con éstas”.
–¿Pero el gobierno está escuchando esas voces?, le espetó Sheriff.
–¡Claro!, contestó Mousatsos. Aseguró que había “un muy vibrante debate” en los medios de comunicación mexicanos, “donde diversos actores de la sociedad, junto con el gobierno y muchos analistas y académicos, comparten opiniones acerca de cuál es la mejor manera de confrontar el problema”.
–Pero el incremento de la violencia comenzó con el presidente Calderón, reviró Sherriff.
Tajante, el funcionario lo negó. La violencia, dijo, comenzó a crecer “a finales de 2003, principios de 2004?, cuando Estados Unidos, precisó, levantó la prohibición de rifles de asalto que decretó una década antes.
–¿Calderón puede dormir?, cuestionó la moderadora a Moutsatsos.
–Él puede dormir bastante bien, en relación con las decisiones que tomó…
–¿Lo pudo haber hecho de otra manera?, insistió Sherriff.
–Esa es una pregunta para el presidente Calderón; la última vez que le preguntaron eso, él contestó que no. Usted puede cuestionar la parte táctica de la estrategia: la opinión pública tiene todo el derecho de hacerlo. Pero lo que no se puede cuestionar es la estrategia, no porque sea impuesta, sino porque apunta lo que hay que hacer. No hay alternativa”.
Después Pansters advirtió: “El peligro real para México, y estoy convencido que el gobierno mexicano piensa mucho en eso, es que el problema se está moviendo hacia el centro del país. Lo estamos viendo: se mueve lento y probablemente no de forma consolidada. Pero el escenario de pesadilla es que la violencia se traslade hacia la gran área de la Ciudad de México. Esa posibilidad tiene que ser eliminada”.
Expuso:
“En cuanto a la responsabilidad del gobierno mexicano, hay una famosa canción estadunidense que dice: ‘no puedes hablarle a un hombre con el cañón de la pistola en su cabeza’. En algunas partes de México esa es la situación: la sociedad está herida, la gente desconfía”.
Concluyó:
“Una persona de Ciudad Juárez nos dijo: ‘la guerra contra las drogas terminó hace tres años. El problema ahora es la anomía (ausencia o rompimiento de las normas legales y los valores): hay muchas bandas criminales, drogas, diferentes policías, algunos los conocemos, otros no…’. Esas son las zonas sin ley. Debe haber mayor inversión social que recomponga ese tejido herido. Porque por el momento hay mucho plomo en el aire”.