La lengua ñañho y la discriminación
Araceli Colín Cabrera
La Jornada Semanal
La lengua ñañho es una de las riquezas culturales de México que nos legaron los antepasados y que está en riesgo de extinción si los grupos hablantes dejan de hablarla y no la escriben. El hecho de que dejen de hablarla obedece a las directrices que impone el mercado lingüístico, como plantea Pierre Bourdieu.
Las lenguas indígenas están desvalorizadas por un buen número de mestizos que consideran la palabra “indio” como un insulto. Por eso los niños ñañho, estudiantes de secundaria, de San Ildefonso Amealco, en el Estado de Querétaro, prefieren no hablarla en presencia de mestizos. Temen recibir un rechazo más entre los miles que han sufrido desde la colonia. “No me gusta decir que hablo ñañho para que no se burlen”, dice una niña. “No me gusta decir que hablo ñañho porque me dicen “indio”, dice otro niño. “Si dejamos de hablar nuestra lengua se perderá nuestra tradición”, dice una niña, y otra: “Si dejáramos de hablar ñañho todo sería aburrido, sin sentido.”
Sus padres, hablantes del ñañho, no lo escriben y les hablan en castellano para que no sean rechazados. Y un buen número de jóvenes termina por no saber escribir bien ni el ñañho ni el castellano. Sufren muchas confusiones de distintos órdenes: semánticas, sintácticas y ortográficas. Se plantean cómo dar sentido a sus conversaciones y quién podría entenderlos en su propia lengua.
Dejar de hablar la propia lengua tiene consecuencias enormes sobre el proceso de subjetivación, porque, además de perder su identidad étnica y de des-conocer su legado, se pierden significantes que son intraducibles, irremplazables por los vocablos de otra lengua. Las consecuencias subjetivas no se han estudiado en este grupo.
Si hay que esconder el propio idioma para que otros no se burlen, y hay que esconder el cuerpo para no ser corrido por los policías de las ciudades, mientras se busca sobrevivir en condiciones muy desventajosas, o si hay que esconder el cuerpo para no ser mirado –en el espejo mestizo– despectivamente, ¿qué condiciones hay de una subjetivación que no produzca extrañamiento? ¿Cómo pueden estos chicos escapar a la maquinaria discriminatoria que recrea su condición marginal, su pobreza ancestral, el desprecio de su origen, y el desconocimiento de sus plenos derechos ciudadanos?
El impacto neoliberal en los jóvenes de tradición indígena lo impregna todo y, al mismo, tiempo resulta difícil mostrarlo. No hay una relación causa-efecto. Tiene muchas mediaciones tanto discursivas como fuera de discurso. Las y los niños y jóvenes ñañho de Amealco emplean diversos términos para referirse a los cambios que han percibido en los últimos años, tanto en la estructura económica como política y social. La influencia neoliberal que padecen responde a una lógica distinta de las contradicciones que habían vivido antes. Se traduce en fenómenos sintomáticos o francamente disruptivos, pues no son producto de una red semiótica sino de su ausencia, o resultado de la contradicción entre unos valores y otros. Estas contradicciones se expresan en las ocurrencias que tienen respecto a sus proyectos de vida. Algunos enuncian claramente que más que proyectos de vida les quedan proyectos de muerte, como el desempleo y el alcoholismo que azotan su comunidad.
Los niños y niñas queretanos de tradición ñañho acceden a la educación formal de la escuela secundaria que transforma su modo de mirarse a sí mismos y los desancla. Luego, su realidad económica les habrá de mostrar la dura verdad: que no podrán acceder a esos nuevos roles o profesiones que la secundaria les mostró, por la pobreza extrema en que vive la mayoría de ellos.
Al deseo lo podemos pensar como un vector; se adelanta al nacimiento del sujeto y condiciona lugares marcados por su cultura de origen, por el deseo de sus padres, pero también por las condiciones del neoliberalismo que avasalla e impone muros a los proyectos de vida. Me refiero al muro fronterizo como emblema. Cuando el niño atraviesa la adolescencia revisa esas redes en que está inmerso, las interroga y traza diversas trayectorias imaginarias hacia futuros posibles –situación que analizamos en un libro de reciente aparición, Violencia y subjetividad en el neoliberalismo, editado por Pearson.
La migración a Estados Unidos es uno de los proyectos deseados y temidos, porque su peligrosidad se incrementa día con día en contraste con la caída real de sus posibles ingresos. El riesgo de muerte es quizás mayor si se quedan a trabajar como albañiles, pues es muy difícil sustraerse de una creciente tendencia al alcoholismo que comienza a los diez años de edad, o antes, cuando beben junto a muchachos mayores. El sufrimiento que aparece en sus conversaciones va unido al tema de la creciente violencia familiar y comunitaria, así como al tema del incesto. Estas son algunas de las condiciones que permiten entender por qué la tasa de suicidio de los niños ñahño es la más alta del estado, según referimos en un libro que publicó Fontamara, Vidas breves.
La desvalorización de la lengua ñañho es una cuestión clave a tomar en cuenta si se piensa combatir la maquinaria de recreación de la marginación a través de políticas públicas. Las estrategias oficiales que se han establecido para atender las lenguas originarias son aún insuficientes para dar a este legado cultural la importancia que tiene. Su reconocimiento es la base de todos los demás cambios. Aunado al problema de la desvalorización lingüística está la permanente marginación global, de muy larga data, en que los distintos gobiernos mexicanos han dejado al mundo indígena, en complicidad con el racismo mestizo de grandes sectores de la sociedad civil.