Pbro. Jaime Gutiérrez Jiménez
Somos Familia, somos Hijos de Dios Padre, hermanos en Cristo, y santificados en el Espíritu Santo. Cuando tuve la oportunidad de participar en el VI Encuentro Mundial de Familias, celebrado en la Ciudad de México, escuche una frase que me pareció realmente relevante y despertó en mi un sentimiento de pertenencia, cuyo sentimiento me hace sentirme dichoso por pertenecer a esta gran Familia de Dios que es la Iglesia, la frase decía: “Somos hermanos de Sangre, por nuestra venas corre una misma sangre y es la Sangre de Cristo”, hoy en esta solemnidad en que conmemoramos la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, la comisión organizadora me ha pedido que comparta con ustedes una reflexión sobre la Eucaristía y familia.
Dice el lema del IV Congreso Eucarístico Diocesano:
“La familia auténticamente cristiana, vive de la Eucaristía”.
Lema que nace de la fuente del Plan Diocesano de Pastoral y es el propio para este año 2011 en que la Iglesia particular de Querétaro, pone su mirada eclesial y la acentuación en las familias de nuestra diócesis: es prioritario “Refundamentar la Familia” fue el acuerdo común al que llegaron muchos de los protagonistas en la actualización del trabajo pastoral.
Al compartir esta reflexión, comienzo con algunas interrogantes:
•¿Qué es de una familia cuando no participa de la Eucaristía?
•¿Es un grupo de personas que solo conviven bajo el mismo techo?
•¿Es un lugar en donde se realizan funciones sociales y personales?
•¿Es una expresión de vivencia afectiva entre seres humanos?
•¿Es una comunidad de personas en donde cada quien ve sus propios intereses?
•¿Es una civilidad humana por la que las personas solo se unen por sentimientos, personales sin sentido del verdadero amor y sin apertura a la trascendencia en donde falta el amor único y especial que un hombre y una mujer se profesan y ambos generan la vida humana, para después proyectar en los hijos la figura materna y paterna, tan necesaria e importante para el desarrollo de los hijos mostrando complementariedad? ¿Será esto familia?
•¿Es un centro de reunión en donde se mezclan intereses contrapuestos?
•¿Es un lugar en donde solo se administra la economía domestica?
A esto no se le puede llamar familia auténticamente cristiana, porque no hay identidad, no hay arraigo, no hay sentido de pertenencia, no hay amor, sino confusión de sentimientos, no hay fe sino egoísmo, no hay trascendencia, sino inmanencia. Será cualquier cosa menos una familia auténticamente cristiana, puesto que se encuentra alejada de la verdad revelada por Jesucristo el Pan del cielo, que se nos da a comer en la Eucaristía, misterio de fe. Se encuentra alejada de Jesús, Pan del cielo, que se nos da a beber en la Eucaristía, misterio de fe, como lo cantamos en ese hermoso himno que el P. Fidencio compuso de manera expresa para este IV congreso Eucarístico Diocesano.
La familia auténticamente cristiana le dice al mundo que Cristo Jesús es su centro su vida, y es por eso que juntos se acercan al sacramento de la presencia viva y real de Jesucristo, presencia amorosa que reúne a los padres e hijos, para fusionarse en una sola fe, una sola acción de gracias que ofrecen por el don de la vida, de la familia, de la alegría, del trabajo, de las sonrisas y del llanto, es hermoso ver a familias completas, unidas y funcionales que asisten al templo Casa de Dios a encontrarse con Jesucristo Pan del cielo que se nos da a comer y a beber en la Eucaristía, misterio de fe.
Es en la Eucaristía donde la familia encuentra la protección y la ayuda del Señor para cumplir con su vocación y misión. Es por medio de la Eucaristía donde la familia, “iglesia doméstica”, se inserta en la gran familia de Cristo que es la Iglesia.
Así como la Iglesia vive de la Eucaristía, como muy bien lo ha enseñado el Papa Juan Pablo II, podemos decir que la familia en cuanto “iglesia doméstica” también vive de la Eucaristía, y no puede vivir sin la Eucaristía dominical.
Si Cristo no es el centro de la familia, ¿Con que se queda la vida humana y espiritual de la familia? La familia aislada no puede sobrevivir; se disuelve sin remedio si no se inserta en la gran familia de Dios que es la Iglesia en donde encuentra estabilidad y firmeza.
Como responsable de la pastoral familiar he podido constatar algunas cosas, ustedes darán testimonio de otras muchas más, comparto con ustedes solo siete.
1.Que la familia al participar de la Eucaristía, se santifica y santifica a su hogar, el lugar en donde viven, así mismo se santifica con ello su mesa, su refrigerador, su cama, su despensa, y todo cuanto hay en él.
2.Que son familias con éxito pues todos tienen un horizonte espiritual, un eje rector al cual caminan unidos porque es quien los conduce a su santificación personal y familiar centrado en Cristo, pues todo lo resuelven puesta su fe, esperanza y caridad en El, la familia que participa plenamente de la Eucaristía, todo lo pueden en aquel que los conforta ( Cf. Fil. 4,13).
3.Que en la Eucaristía los esposos retoman el origen de su matrimonio, pues la Eucaristía es la fuente misma del matrimonio, y ellos reencuentran la reconciliación y se dan el beso y el abrazo de la paz en Cristo. Como cuando el día de su boda ambos se profesaron amor, fidelidad y respeto.
4.Que es en la vivencia Eucarística familiar en donde se superan los problemas y las dificultades, el llanto y la desolación, pues la familia que plenamente participa de la eucaristía se halla puesta bajo el signo, el sello, del Cordero, cuando es protegida por la fuerza de la fe y congregada por el amor de Jesucristo, y así la familia entabla relaciones de solidaridad, afecto y unidad, para juntos trabajar en la resolución de los problemas con la cooperación y participación de cada uno de sus miembros, especialmente cuando pasan por momentos de sufrimiento y dificultad.
5.Que es en la Eucaristía es en donde la familia crece, se desarrolla y se educa, porque es como la asistencia a la escuela dominical, en la que pueda aprenderse lo que significa entrega y sacrificio, en donde se aprende a compartir el pan que da la vida eterna, en donde se enseña a vivir la vocación matrimonial y la vida en familia en dinámica de donación, en donde se aprende a compartir los bienes materiales y espirituales, y se aprende el amor cristiano: el único y verdadero amor.
6.Que las familias que participan de la
Eucaristía, son semilleros de vocaciones, y los padres no tiene mayor problema en alentar y facilitar a sus hijos a responder positivamente a la vocación que éstos descubren en sus vidas.
7.Que es en la Eucaristía en donde
se “Refundamenta la Familia”, pues el encuentro pleno con el amor de los amores y el fruto de ese amor se manifiesta en el amor entre el hombre y la mujer, para después abrirse a la acogida de la vida y ambos proponerse la tarea educativa en casa, pues el ámbito privilegiado de la educación en la que los que la Los padres de familia proporcionan a los hijos, haciendo de ellos buenos cristianos y buenos ciudadanos.
En esta reflexión no puedo olvidar a la mujer que fue pilar y fundamento de la Familia de Nazaret, a María, en quien Verbo de Dios se hizo hombre en su seno purísimo por una acción especialísima del Espíritu Santo en su persona. Y me despido con la palabras que el Beato Juan Pablo II, escribió en la Encíclica Ecclesia de Eucharistia, ha propuesto a toda la Iglesia reflexionar sobre el vínculo existente entre María y la Eucaristía; dice el Papa “Ella vivió una vida de familia, cuyo centro era el mismo que hoy se nos da como Eucaristía. El mismo cuerpo y la misma sangre nacidos de la Virgen María, son lo que se consagra por el sacerdote en la mesa del altar, y se recibe en la Comunión sacramental. La Virgen dijo ‘sí’ al Ángel Gabriel, ‘hágase’, porque creyó que concebiría en su seno al verdadero Hijo de Dios. Los fieles cristianos, al recibir la Hostia Consagrada del Cuerpo de Cristo, responden ‘amén’: ‘así es’, ‘lo creo’» (EE, 55).
Termino mi participación diciendo que Ella, Madre de Jesús y Madre nuestra, en la confianza que depositan los hijos en una madre que ama, estamos seguros de que sabrá proteger a todas las familias que conforman la Iglesia, y llevarlas a un encuentro cada vez más pleno con Jesús-Eucaristía que se da en el seno de la Iglesia, casa de todos y lugar de santificación para nuestras familias.
Sagrada Familia de Nazaret: ¡Bendice a nuestras familias!