Reconfiguración del protestantismo estadunidense
Carlos Martínez García
La Jornada
El estereotipo del WASP (blanco, anglosajón y protestante, por sus siglas en inglés) está pasando a la historia. En Estados Unidos la multiculturalidad gana espacios por todas partes, con enormes reticencias tanto de intelectuales –Samuel Huntington destaca entre ellos– como de alcaldes fronterizos, tipo el de Maricopa, Arizona, Joe Arpaio.
Es cierto que los flujos migratorios iniciales hacia lo que sería Estados Unidos provinieron mayormente de grupos con trasfondo religioso protestante. Salieron de sus países en busca de libertad de creencias, aunque no nada más de ella, y visualizaron de distintas maneras el nuevo lugar en el que se establecieron.
Hubo en esos inmigrantes iniciales, siglos XVII-XVIII, diversas posiciones respecto de cómo relacionarse con la población indígena, y los medios para interactuar con ella. La vertiente más conocida es la belicista y supremacista, que tiene episodios dantescos por las formas del despojo a que sometieron a los pueblos originarios. Pero hubo otra corriente, menos conocida y que subsiste en los Estados Unidos contemporáneos.
Congruentes con su tradición pacifista, forjada en Europa a contracorriente de sus perseguidores, cuáqueros y menonitas fundaron poblados como el de Germantown, a las afueras de la actual ciudad de Filadelfia. Armados nada más con su conocimiento de la Biblia (“Así que en todo traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes. De hecho, esto es la ley y los profetas”, Mateo 7:12), y su propia experiencia de oprimidos, en 1688 forjan el movimiento antiesclavista y critican decididamente el sistema opresivo que se va conformando en detrimento de los derechos de la población indígena y los esclavos de África.
Por otra parte, y precisamente en conexión con la religiosidad popular afroestadunidense, se ha fortalecido crecientemente en las últimas tres décadas el estudio de las raíces negras del pentecostalismo. Los investigadores afroestadunidenses están recuperando el significado de que haya sido el epicentro histórico del pentecostalismo moderno una pequeña congregación multirracial, encabezada por el predicador negro William J. Seymour, en Los Ángeles, en 1906.
En una obra de reciente aparición, Black fire: one hundred years of african american pentecostalism, la investigadora negra y pentecostal Estrelda Y. Alexander, subraya que obviamente hubo entre las comunidades afroestadunidenses pentecostalismo antes de 1906, con la irrupción en el marginal templo de Azusa Street número 312 de manifestaciones extáticas irrefrenables. Arguye la autora que la globalización del pentecostalismo angelino imbuyó de ciertas marcas propias de la espiritualidad negra, haya sido intencionalmente o no, al conjunto de las comunidades pentecostales en el mundo. Incluidas las blancas estadunidenses que hacia la segunda década del siglo XX segregaron a la población “de color”. Por cierto, en los orígenes del pentecostalismo de Azusa Street hubo mexicanos, que fueron eficaces transmisores para con sus familiares a los dos lados de la frontera.
En el terreno del protestantismo latino, con mayor frecuencia es rechazada la etiqueta hispano por líderes y estudiosos del tema, el universo numérico que alcanza en Estados Unidos es mayor de lo que se piensa en varias instancias. De acuerdo con cifras recientes, 20 por ciento de la población de origen latino es protestante/evangélica, mayormente pentecostal.
Antes de la separación de Texas en 1837 de lo que entonces era México, y su posterior anexión a Estados Unidos, hubo mexicanos que entraron en contacto con el protestantismo y vivieron un proceso de conversión a esa fe. Fuentes mexicanas así lo reportaron pocos años después de la consumación de la Independencia del país. De hecho, la percepción de que se estaba transformando el panorama religioso en la lejana provincia texana, llevó a varios intentos por atraer a esa región inmigrantes de Europa, pero exclusivamente de países católicos. Los planes fracasaron rotundamente.
El libro de Juan Francisco Martínez (Los protestantes: an introduction to latino protestantism, in the United States), director del Centro Latino en el prestigiado Seminario Teológico Fuller, en Pasadena, California, que todavía no es publicado pero cuyo autor nos compartió algunos de sus contenidos, resalta el dinamismo del protestantismo de habla hispana en zonas históricamente con gran presencia de población de ese origen idiomático, pero también cómo se expande hacia zonas del país insospechadas hace tan sólo una o dos décadas. En no pocos lugares los Brown, Latino and Protestant rebasan a los tradicionales WASP y/o a los afroestadunidenses pentecostales.
Un tercer grupo con gran dinamismo es el de los evangélicos asiáticos, con ancestros o ellos mismos provenientes de la diáspora china, de Corea del Sur, Japón y el subcontinente conformado por India. Sobre todo los coreanos están ampliando y visibilizando su presencia en el plural evangelicalismo estadunidense. Su pujanza sobrepasa a la del protestantismo blanco, cuyas espaciosas y muy confortables instalaciones, inicialmente en préstamo a los sudcoreanos, terminan por ser adquiridas por éstos y con ello transforman el panorama cultural y religioso de su entorno.
El protestantismo misionero estadunidense de los siglos XIX y XX que se propuso ir al mundo para ganarlo a su causa, ha visto en las décadas recientes cómo el mundo llegó a Estados Unidos y está reconfigurando religiosamente la sociedad de ese país.