Jan de Vos regresa al camino de la selva
Dominica Parra
La Jornada
Hay un tiempo. Ese tiempo es el que empleamos para conocer, para vivir y para morir.
En la espesura de la Selva Lacandona, en los cielos abiertos de Chenalhó, en las costas calientes de Chantuto y de donde todavía no sale el sol hasta donde ya calienta el sol, Jan abrió su alma y cuerpo para empezar el recorrido de la tierras chiapanecas en el año 1973.
Del Pueblo flamenco imaginado por intelectuales y políticos decimonónicos nos llegó el historiador que llevaría el curso de la historia de el hermoso estado de Chiapas, México.
07:19 horas. El cielo estaba gris y lloviznaba. Creo que lloraba. Sus lágrimas recorrían las calles empedradas de San Cristóbal de las Casas. Caminaba respirando el aire frió de los Altos de Chiapas.
La avenida Insurgentes poco transitada esquina izquierda hacia Álvaro Obregón, siguiente esquina a la derecha Miguel Hidalgo. Al fondo el Arco del Carmen y ahí el centro de reunión un 27 de agosto del 2011.
Jan estaba ahí en cenizas, esperando que nosotros cumpliésemos su último deseo. Regresarlo al camino de la selva.
Segunda cascada del río Tzendales, Las Guacamayas. Ése sería el destino. Los sonidos de lo que me rodeaban, entre voces y horizontes, hicieron recordarme esta hermosa canción que dediqué a Jan por haberme dejado vivir su sabiduría otra vez, ahora desde los que ese día se reunieron para regresar a Jan a su adorada tierra chiapaneca.
I’ll play the blues for you acompañó esta travesía. Logramos encarnar los 12 compases que hacen el acorde de la estructura del blues: dos hermanos de San Pedro Chenalhó, tres hermosas belgas, un defeño, una hermosa familia del terruño de los lacandones, Laguna de Miramar, en silencio andante de un joven de los Altos y una guatemalteca, juntos congregaríamos los 12 apóstoles de la travesía de la despedida de Jan.
El viaje de ocho horas nos hizo recordar muchas emociones y momentos de su presencia: cómo lo conocimos y cómo eran de similares las reacciones que tuvo con cada uno de nosotros. Entre lágrimas escondidas y otras con careta de risas el viaje comenzó.
El rió Tzendales ya le esperaba con cestos de flores silvestres y ramos de flores exóticas. Nos embarcamos con él, con silencios y con palabras cortas más el hermoso cantar de la biodiversidad que le pertenece a Las Guacamayas hicieron la travesía perfecta para nuestro historiador. Tres horas adentrándonos hacia la matriz del rió las risas fueron desvaneciendo y nuestros cuerpos se sumaron en un único principio, Yibel, regresarlo a nuestra raíz.