Viviane Forrester y la “falacia” del desempleo
La muerte de la escritora francesa el pasado abril pasó casi inadvertida. En sus ensayos “El horror económico” y “Una extraña dictadura” buscó develar el trasfondo de las dinámicas económicas y uso mediático del desempleo.
Eduardo Gálvez
Todos los días son noticia en el mundo las cifras económicas negativas. El desempleo, los recortes, las medidas de austeridad, la inflación, los bajos salarios. Para la ensayista y escritora Viviane Forrester la difusión de estos números y porcentajes siempre fueron propaganda, información usada para ocultar el verdadero trasfondo de una casi invisible y “extraña dictadura”.
“La fuerza del régimen actual, de envergadura mundial, se debe a que se ejerce de manera anónima, imperceptible, y por ello es intocable y coercitivo”. Para liberarnos de él -decía la francesa-, lo primero es hacerlo aparecer.
Viviane Forrester expuso en los ensayos Una extraña dictadura (FCE, 2000) y El horror económico (FCE, 1997), que el “ultraliberalismo” usó y ha usado conceptos como la “globalización” y la “competitividad” para imponerse sin enunciar sus principios, cuando en realidad lo que siempre ha buscado es “consolidar la anarquía de un mundo de los negocios y una economía de mercado sumidos en una forma económica puramente especulativa”.
Forrester, quien nació en París en 1925, falleció hace más de un mes, el pasado 30 de abril en su ciudad natal, sin embargo, su muerte pasó casi inadvertida.
Publicó las novelas Ainsi des exilés y L’oeil de la nuit y fue crítica literaria del diario Le Monde, pero ganó fama con su ensayo El horror económico, el cual le mereció el Premio Medicis de ensayo en 1996 y se tradujo a 12 idiomas. Además, fue cofundadora de la organización ATTAC, creada para promover el establecimiento de impuestos a las operaciones financieras.
Entre los conceptos que más criticó Forrester está el “desempleo”, uno de los índices más mencionados cuando se habla de la crisis. Los índices que representan a la población sin trabajo se difunden al menos cada mes en todos los países y, además, están los datos que arrojan los organismos regionales y mundiales sobre el tema cada tanto.
Para la escritora francesa, el concepto del desempleo ha servido a los gobiernos y las empresas no tanto para reflejar una realidad sino para ocultar otra palabra que está detrás de todas las medidas económicas, la “ganancia”.
“La ganancia jamás queda al descubierto; se la presenta como si cumpliera una función altruista, providencial. Jamás se la discute ni cuestiona; se movilizan todos los argumentos para justificarla”. Cualquier problema relacionado con esta palabra será resuelto “con la afirmación de que el conjunto de la población depende de ella, obtiene beneficios de las ganancias ilimitadas de unos pocos y perecería sin ellas”, escribió en Una extraña dictadura.
Sin embargo, esa necesidad de las empresas de obtener sin freno mayores ganancias es lo que provoca los despidos de personas y las consecuentes cifras de desempleo.
“Se responderá que es beneficiosa, necesaria para todos, que de la prosperidad de las empresas, esa gallina de los huevos de oro, depende la creación de puestos de trabajo, la disminución del desempleo, en fin, la suerte de la mayoría. Pero este argumento olvida que la empresa ha alcanzado la prosperidad empleando a los que ahora despide”.
La idea parece bastante obvia, pero es justamente en su obviedad y clara evidencia donde reside su trampa. Forrester, incluso, recuerda el cuento “La carta robada”, de Edgar Allan Poe: “está demasiado en evidencia como para que se la descubra, y por ello es tanto más capaz de actuar, ser el meollo oculto, inconscientemente aceptado y cínicamente lícito de la situación”.
En sus dos ensayos, Forrester reflexiona y argumenta con cierta rabia, cómo los políticos, en colaboración con los medios de comunicación, han permitido que esa “dictadura sin dictador” se haya ido imponiendo en todo el mundo.
Y cómo el “ultraliberalismo” no sólo ha logrado confundir a la sociedad sobre las verdaderas dinámicas económicas y financieras, sino que además, ha sabido usar a su favor los efectos negativos que el propio sistema genera, como el propio desempleo, tema cuya explotación en los medios permite y propicia peores condiciones laborales, segregación social, indiferencia y desánimo entre la población.
Incluso, dice Viviane Forrester, este conjunto (desempleados), representa también “una clientela electoral y consumidora que genera otra clase de ‘interés’ y lleva a los políticos a movilizarse en torno de los problemas de ‘trabajo’ y ‘desempleo’, convertidos en problemas de rutina”.
Si todo se organiza, prevé, prohíbe en función de la ganancia, insiste la ensayista, “todo cuanto afecta a estas riquezas es criminal. Hay que conservarlas a toda costa, jamás ponerlas en tela de juicio”.
Es una propaganda eficaz que se apoderó de una serie de términos como el desempleo, que en virtud de su carácter sagrado, imponente, ayuda a conservar los restos de una organización caduca, pero capaz de salvaguardar durante un tiempo la “cohesión social” a pesar de su fractura, sobre todo, sostenía Forrester, ocultando la idea de “la ganancia, nervio y corazón del acta de acusación del sistema actual”.