Rayuela, un resplandor
Por: Juan Cruz
Hoy se pone a la venta la edición conmemorativa de Rayuela, de Julio cortázar, que salió por primera vez el 28 de junio de 1963. Hace 50 años. Ese día Sudamericana en Buenos Aires publicó una novela decisiva de nuestro tiempo. Después de miles de días y de millones de horas y de millones de lectores, la novela sigue viva y sale otra vez de otra imprenta, la de Alfaguara en España y en América. El tópico sugiere que ya no se lee igual, que el tiempo pasó por ella; esa expresión es una maldición literaria, una estupidez y un desprecio a la inteligencia del libro, que es por dentro y por fuera un desafío, un estudio del ser humano como es y también como no quiere ser, es un dedo en el ojo de la historia para hacerla llorar. Vale la pena vivir, y entre otras cosas para seguir leyendo a Julio Cortázar. Al libro le siguen creciendo patas y miradas y manos, como si nunca dejara de crecer, es un ser y una voz y también un silencio y un niño; ahora que se puede debe leerse, también, junto a las cartas que en ese periodo escribió Cortázar, sobre todo a su amigo el editor Francisco Porrúa. Esa correspondencia equivale a otro libro y pone en su lugar una relación mítica a la que el mundo literario no puede renunciar, la figura del editor. Conmueve encontrar ahí a Cortázar, inseguro, locuaz, enfadado, curioso, siguiendo minuto a minuto la salida del libro, desde la coma más inverosímil a la cubierta, pasando por las correcciones y hasta por los títulos de crédito. Volver a Rayuela es conmoverse otra vez como cuando se escucha a los niños decir las primeras palabras largas. Una felicidad y un resplandor. Larga vida a Rayuela.