Malos vecinos
Ángeles González Gamio
LLena de pesares, agravios y abusos ha sido la relación con Estados Unidos, nuestro muy cercano y distante vecino. No deja de llegar a la mente esa conocida frase, que se le atribuye a Porfirio Díaz: «Pobre México tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos». En realidad fue escrita por Nemesio García Naranjo, intelectual regiomontano.
Una de las imágenes del Zócalo más dolorosas, es en la que aparece la bandera estadunidense ondeando en Palacio Nacional, durante la artera invasión tras la cual perdimos la mitad del territorio.
A partir de ese momento, la relación ha sido siempre dífícil; uno de los temas más conflictivos ha sido la emigración de los mexicanos que buscan oportunidades de trabajo y mejores salarios, que tristemente aquí no les brindamos.
Lo que sí es un hecho es que esta mano de obra es necesaria para Estados Unidos; esto lo probó Manuel Gamio desde 1926 con una investigación cuyos resultados fueron publicados en dos tomos por la Universidad de Chicago.
Dice Jorge Bustamante, el especialista fundador del Colegio de la Frontera Norte: «Gamio logra identificar por vez primera los lugares de origen de la migración y las vías migratorias… descubre que es el resultado de un proceso de reclutamiento que se inicia en Estados Unidos, que no se trata de un fenómeno que ocurre simplemente por condición del subdesarrollo mexicano, sino que obedecía a una función donde había un beneficio económico para Estados Unidos. Gamio lo demuestra de una manera irrefutable que no ha sido hasta la fecha superada desde el punto de vista científico».
Recibimos la buena noticia de que está por aprobarse la legalización de millones de mexicanos que llevan largo tiempo trabajando en Estados Unidos. Sin embargo, se ve ensombrecida por la decisión paralela de extender el muro o los muros que nos separan, ya que en algunas partes son dos bardas, una atrás de la otra.
No cabe duda que a todo nos acostumbramos, pues ver en Tijuana esa extensa barda doble, sembrada de cruces que recuerdan a miles de los que han muerto intentando cruzar, es una imagen más terrible y ominosa que la del antiguo Muro de Berlín. Sobre todo cuando se supone que somos países amigos.
Ahora resulta que Canadá, que parecía ser una nación amiga, ha establecido una visa para los mexicanos, en la que establece una exagerada y compleja cantidad de requisitos, mucho más gravosos que los de la visa estadunidense. Entre otros, se requiere mencionar los nombres de los padres y hermanos y sus direcciones. Un amigo que tiene 11 hermanos, varios de los cuales viven en el extranjero y hace años no tiene noticias de ellos, se vio imposibilitado de llenar ese requisito y como no hay contacto con un ser humano, el sistema simplemente le niega la visa por no llenar todo los «campos».
Pero ahí no queda la cosa, si logra llenar todos los requisitos y tiene la mala idea de hacerlo «en línea», tardan meses en darle la aprobación y si se le concede, tiene que mandar los pasaportes y esperar otros meses a que se los regresen con la visa estampada. Muchas personas no obstante que enviaron copia de los boletos de avión, reservaciones de hotel y en algunos casos recibos del pago de un crucero, han perdido el viaje y todo lo pagado.
Así es que si este verano pensaba ir a Canadá, olvídelo, va a vivir un Vía Crucis con los trámites de esa ofensiva visa y la verdad el viaje no vale la pena; lo mismo encontrará en el norte de Estados Unidos y ahora hasta más cordialidad.
Si quiere un paseo extraordinario, con bellos paisajes, arquitectura, rica cultura y exquisita gastronomía, viaje por México. Por lo pronto, en esta capital puede darse un agazajo de comida regional. En la calle Diez de Bonilla 20, en San Miguel Chapultepec, se encuentra La Poblanita Nueva, que ocupa una casona con pisos de madera y lambrines de azulejos. Hay que comenzar con las famosas chalupitas y, por supuesto, ¡el mole! solo, con pollo, enchiladas, con arroz, bañando unos huevos o con lo que se le antoje.
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